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El nombre de las cosas

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=52682

Tomando las ideas de Lakoff (especialista en lingüística cognitiva), hay un aspecto fundamental en la estrategia del discurso político y periodístico que la izquierda y el progresismo tienen descuidado, y que la derecha, gracias al aporte ingente que la rancia tradición les aporta, maneja perfectamente. Hablo de los marcos conceptuales, de la capacidad de ponerle nombre a las cosas para que sus posturas sean más fácilmente defendibles.

He visto oportuno apuntar hoy estas reflexiones gracias a una anécdota con mi artículo de la semana pasada. En tal texto se decía que Rajoy se mojaba en lo que haría con el matrimonio homosexual, cuando originalmente yo quería decir matrimonio civil, pero que se cambió, supongo, para ser más claro ante los lectores.

Esto me hizo pensar: ¿por qué sustituimos matrimonio civil por homosexual cuando todos, independientemente de la sexualidad, religión o etnia, somos iguales ante la
Ley? Pues, porque los medios y líderes de opinión conservadores (asistidos como introduje por el peso de la tradición) han conseguido poner tal definición sobre la mesa, marcando así por tanto las reglas del juego dialéctico, y utilizarlas en su ventaja.

Por ello, creo que es conveniente llamar a las cosas por su nombre y romper esa trinchera emocional y lingüística en la que se fortifican los conservadores. De este modo, al matrimonio homosexual hay que llamarlo matrimonio civil, sin más floripondios, ya que la ley no reconoce más que un tipo de matrimonio.

Desde que se aprobó la última norma, todas las uniones matrimoniales son matrimonio (a secas), entonces ¿por qué ponerle la etiqueta de homosexual? ¿si se casan
personas que trabajan en Correos lo llamamos matrimonio postal? Como observamos, llamar matrimonio homosexual cuando dos personas del mismo sexo se casan, en lugar de matrimonio civil (hay sólo dos tipo: civil o religioso), marca ya una diferencia entre distintos tipos de matrimonio (cuando se ha conseguido superar tal discriminación diferenciadora con esta Ley), siendo esto inconstitucional ya que nadie puede ser discriminado por su condición sexual, religiosa o política. Esto hace que la Ley no penetre del todo en la cultura social, porque la definición de matrimonio homosexual frente a matrimonio civil goza de aceptación en la propia cultura social. La mejor manera de crear cultura es poniéndole nombre a las cosas, y estar de acuerdo en tales definiciones.

Siguiendo este ejercicio de llamar a las cosas coherentemente, encontramos un montón de imprecisiones conceptuales que pueblan los medios de comunicación (sean progresistas o conservadores) y, por tanto, la cultura popular. Por ejemplo, llamamos grupos provida a los colectivos antiabortistas, como si el resto de las personas fuéramos pro muerte (fijémonos qué grupos de personas son las que defienden la pena de muerte, y vemos lo paradójico del asunto).

Para referirnos a la Libertad Religiosa, están imponiendo la etiqueta de laicismo agresivo e incluso anticlericalismo, e incluso, se atreven (desde tribunas conservadoras) a torpedear las iniciativas que buscan ampliar derechos o proporcionar bienestar bajo el argumento y el reproche de “con la de cosas más importantes que hay que hacer, os dedicáis a los derechos de gays o al medioambiente”. Pues bien, si pensáramos todos así, nunca avanzaríamos porque nunca sería el momento apropiado, ya que la agenda política tiene la complejidad de que a lo programado, se le añaden miles de asuntos sobrevenidos. No obstante, siguiendo las enseñanzas de estos señores conservadores, y ante su indignación porque Zapatero no fue a la misa que ofició Joseph Ratzinger, podríamos responderles: “señores, hay cosas mucho más importantes y urgentes para un presidente que reunirse con un Papa”.

En conclusión, que ellos utilicen sus marcos conceptuales es lógico. Pero si nosotros también lo hacemos, estamos jugando con sus reglas y perdiendo puntos. Estemos atentos, por ende, y hagamos un favor civilizador hablando con propiedad y construyendo cultura con nuestro propio lenguaje. Si por el peso de la tradición hubiese sido, la tierra seguiría siendo plana, quemaríamos brujas en hogueras y sufriríamos el derecho de pernada. Seamos conscientes de ello.

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