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Cagarros y cigarros (La jugada, quizás, puede no salirles tan mal)

Artículo publicado en elplural.com. Para leerlo pinche aquí.

Hemos vuelto a sentir por enésima vez una gran repulsión ante la penúltima estratagema de manipulación informativa del Ciudadano Kane español, Pedro J. Ramírez. Esta vez ha querido engañar a la sociedad española con unas imágenes de la pobreza en los años de Aznar (concretamente del año 2000), diciendo que es la consecuencia de la política económica de Zapatero. Este señor, cuando hace estas cosas, tiene de periodista lo que un verdugo tiene de médico forense. En estas líneas se argumentará por qué.

En las facultades de comunicación se enseña que hay que contar la verdad, que es un derecho el tener una información veraz y una obligación de los periodistas el proporcionarla. Por otra parte, cómo es lógico, también se estudia las formas de manipulación informativa, como la descontextualización, el sesgo a la hora de elegir contertulios, etc. Por su parte, en las facultades de medicina se enseña filosofía de la medicina, deontología, y que la medicina debe proporcionar bienestar y dignidad a las personas. También por otra parte, un médico adquiere colateralmente conocimientos suficientes para matar con facilidad, pero no lo hace.

Un médico, que se dedica a no curar adecuadamente, a drogar sin control a sus pacientes para aprovecharse de ellos, o a darles la muerte mental, no se le puede considerar, ni se le considera, médico, por mucho título universitario que tenga. Se le puede llamar verdugo, matón, carnicero, asesino, etc. Entonces, ¿por qué a un periodista que intoxica, que falsea la realidad, que se aprovecha de sus audiencias cautivas se le sigue denominando como tal? ¿Qué nombre deberíamos ponerles a estos individuos que hacen terrorismo informativo? Deberíamos reflexionar sobre ello.

Creemos que con hablar y destapar estas acciones de propaganda bélica queda resuelto el asunto, que el medio que manipula pierde credibilidad, y que por tanto les ha salido mal la jugada. Sin embargo la cuestión no es tan simple. En primer lugar, las audiencias son fraccionadas, y es lógico que no todo el mundo lee los mismos periódicos, sino que eligen qué medios leen, ven y escuchan en función de sus afinidades.

En consecuencia, existe la posibilidad, y en realidad más alta de lo que pensamos, de que la jugada les salga bien. Pensemos que la mayor parte de la gente que idolotra a talibanes como Jiménez Losantos, o ven Intereconomía, no siguen ni El Intermedio ni leen El Plural, por poner ejemplos, y por tanto no han sabido que esto era un montaje burdo. Y por si fuera poco, en el mejor de los casos, se hayan enterado de lo que estamos hablando, de que Wyoming ha destapado el fraude informativo del documental, simplemente no lo creerán, y como pasa con la trama Gürtel, estas audiencias cautivas del PP pensarán (porque son sistemáticamente inducidas a ello) de manera conspiranoide, creyendo que todo ésto es un montaje de sociatas, comunistas y masones.

Ciertamente la situación es muy complicada, y aparte de hacer mucha pedagogía social para no mandar todo al garete, hay que ir a los tribunales, y estos medios deben reconocer en sus espacios, a sus audiencias, y por orden judicial (de lo contrario ellos dicen «lo va a decir tu tía») que han mentido y han manipulado con tales objetivos concretos. Cuando esto no se hace, no se está garantizando el derecho a una información veraz.

Está claro: cuando una tienda te vende un cagarro en lugar de un cigarro, (por más que se parezcan fonéticamente ambos artículos de lujo) está cometiendo un delito, y debe responder por ello, e indemnizar al damnificado. Por tanto, es obvio que cuando un medio, ya sea el de Pedro J, o la COPE, o el que fuera, venden cagarros que desgraciadamente muchos se fuman, deben dar cuentas a la justicia y a la sociedad por ello. De lo contrario, creo que no nos damos cuenta hasta qué punto estos señores con corbata se están cargando a pedradas hertzianas la democracia.

Alfonso Cortés González, profesor de Comunicación Política y Publicidad en la Universidad de Málaga

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