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Ríos Revueltos

Artículo de Marcos Paradinas publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/rios-revueltos/

Después del éxito de ‘Inside Job’, llega por fin a España, con dos años de retraso, el documental ‘La doctrina del shock’, basado en el famoso libro de la periodista Naomi Klein. La película demuestra, mezclando imágenes históricas y conferencias de Klein, cómo los gobiernos de todo el mundo han aprovechado epidemias, catástrofes naturales y crisis económicas para imponer medidas ultracapitalistas aprovechando el miedo de los ciudadanos. Lo que siempre hemos conocido bajo el refrán «a río revuelto, ganancia de pescadores», pero traducido en un plan sistemático a escala global.

El estreno del documental está contando en España con una ingeniosa campaña de promoción. Nuestros políticos parecen haberse lanzado a la carrera por ver quién crea más pánico en los ciudadanos con el único fin de favorecer sus intereses. Ahí están María Dolores de Cospedal y sus acólitos anunciando la “quiebra total” de Castilla-La Mancha cuando todavía no han elegido el color de las cortinas de sus nuevos despachos institucionales.

Con miles de funcionarios achantados porque supuestamente no habrá dinero para pagar sus nóminas, con cientos de dependientes asustados por si la ayuda no les llegará el mes que viene, ¿quién de ellos se opondrá a los recortes que Cospedal trae escondidos debajo de esas chaquetas tan monas?

Dentro de poco nos venderán la burra de que los recortes de salarios y en educación no serán suficientes para tapar el supuesto agujero manchego y que la única solución será privatizar la cadena de televisión autonómica. Con suerte, para ellos, Rajoy ya fumará puros en La Moncloa y cambiará la ley para que amiguetes varios se queden con los canales regionales. Y para este río revuelto hace tiempo que tienen la caña preparada Buruaga y otros personajes cercanos a Esperanza Aguirre.

En Cataluña, otra de las regiones en las que el fantasma de un Zapatero armado con tijeras ha hecho perder el poder a la izquierda, hace más 100 días que gobierna Artur Mas. Allí los ricos pagarán ahora menos impuestos, mientras se exigirá llevar seis meses empadronado para recibir atención sanitaria. Y por si fuera poco, Durán i Lleida, ese señor tan simpático con gafas de diseño, pide ahora un pacto de Estado para “repensar” el sistema sanitario español porque ahora resulta que no es “sostenible”.

En esta campaña de promoción de ‘La doctrina del shock’ no podía faltar la Comisión Europea. Por si no sabíamos aún de qué pie cojea, el martes se salió del tiesto para pedir a España que subiera aún más el IVA y la gasolina para así poder rebajarles a los empresarios las cotizaciones sociales que pagan a sus trabajadores. Sin caretas.

La congelación de las pensiones o la ampliación de la edad de jubilación son medidas injustas, qué duda cabe, pero se asemejan males menores comparados con la que se nos viene encima. Con el miedo a perder el empleo y la hipoteca apretando cada mes, el shock está servido. Y la derecha, gobernando sin apenas un contrapunto para sacar comparaciones, no dudará en aprovechar la ocasión.

La esperanza, como siempre en la Historia, sólo puede estar en quienes no tienen miedo porque nada tienen que perder, un grupo que no para de aumentar. Porque, como dice la propia Naomi Klein: “La doctrina del shock sólo funciona si no sabemos que existe. Y lo esperanzador en esta crisis es que la táctica se desgasta porque ya no hay factor sorpresa. Los tenemos calados. Nos estamos volviendo a prueba de shocks”.

Marcos Paradinas es redactor jefe de El Plural


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Respuesta al manifiesto neoliberal sobre las pensiones de los cien economistas (I)

Artículo de Vicenç Navarro publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=52341

El 11 de octubre publiqué una crítica al manifiesto de los cien economistas (Propuestas de Fedea: Hacia un sistema público de pensiones sostenible, equitativo y transparente), quienes han propuesto toda una serie de medidas que, en la práctica, disminuirán las pensiones públicas a fin de salvar el sistema público de pensiones, que suponen inviable. Publiqué mi artículo “Los errores del manifiesto neoliberal sobre las pensiones de los cien economistas” en El Plural (11.10.10), artículo que fue ampliamente reproducido en las redes de comunicación digital. (Estos cien economistas, por cierto, son los mismos que propusieron abaratar el precio del despido como manera de resolver el problema del desempleo).

En mi artículo, que adjunto, señalaba los errores que el manifiesto contenía. El manifiesto basaba sus tesis de inviabilidad del sistema de pensiones en el hecho de que el gasto público en pensiones pasaría de ser un 9% del PIB ahora a un 15% en 2050, un porcentaje excesivamente alto –decía el manifiesto-, a todas luces excesivo. En mi crítica, señalaba y mostraba con datos empíricos, que aún cuando el porcentaje del gasto en pensiones aumentara seis puntos del PIB durante estos cuarenta años, el PIB crecería incluso más (sería 2.25 veces mayor que ahora), con lo cual, la tarta sería más del doble de la actual y, por lo tanto, habría más recursos para los no pensionistas y para los pensionistas. Añadía que de la misma manera que hace cuarenta años el gasto en pensiones era sólo 3% y ahora es 6 puntos más del PIB, sin que ello haya supuesto que tengamos ahora menos recursos para los pensionistas y para los no pensionistas, lo mismo ocurrirá dentro de cuarenta años. El cálculo de que el PIB sería en cuarenta años 2.25 veces mayor que ahora asumía que la productividad crecería un 1.5% por año (que es aproximadamente el promedio del crecimiento de la productividad durante los últimos cuarenta años). En realidad, es más que probable que el crecimiento sea mucho mayor debido a los enormes avances tecnológicos. Pero quería deliberadamente ser conservador en mis cifras para que no se me acusara de que estaba exagerando las cifras a mi favor.

En todas estas críticas, el lector verá que, como siempre hago en mis artículos, utilizo datos, sin retórica y, sobre todo, sin ningún insulto. Desde que volví del exilio estoy más que harto de la insolencia e insultos que caracterizan tanto al debate político como al académico español, y ello como consecuencia de una escasamente desarrollada cultura democrática.

El insulto como respuesta
Pues bien, uno de los que movilizaron más la colección de firmas de economistas en apoyo del manifiesto, y que tuvo mayor rol en la preparación del documento, el Sr. Jesús Fernández Villaverde, me contesta (sin citar mi nombre ni una vez) con todo tipo de insultos, característico de las derechas en este país. (Considero el neoliberalismo la ideología económica de las derechas en España) ¿Cuándo aprenderán a responder a las críticas sin insultar? Por regla general, no respondo a tal tipo de intervenciones –que se dan con gran frecuencia-, pero considero que la importancia del tema requiere responder, pues, en esta cultura, el silencio se malinterpreta como acuerdo o aceptación de la crítica.

En predecible estilo, el Sr. Jesús Fernández Villaverde (a partir de ahora JFV), me insulta, indicando que “no entiendo mucho de economía”. Procedo de una familia y de una cultura que desaprueba hablar de uno mismo. Pero como se me acusa de ignorante en economía, debo aclarar que he sido durante más de cuarenta años Catedrático de Políticas Públicas -un área de conocimiento que se basa en Ciencias Económicas y en Ciencias Políticas- en la The Johns Hopkins University (una de las mejores universidades de EEUU), habiendo sido propuesto como Catedrático Extraordinario de Economía Aplicada en la Universidad Complutense, y más tarde haber ganado, por oposición, una Cátedra de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona, y más tarde, otra, también por oposición, de Ciencias Políticas y Sociales (en la Universidad Pompeu Fabra) dirigiendo el programa conjunto en Políticas Públicas patrocinado por tal Universidad y por la The Johns Hopkins University, de la cual continúo siendo profesor. Y según el estudio de españoles más citados en la literatura científica internacional del Lauder Institute of Management and International Studies of the University of Pennsylvania, soy, junto con los economistas Jordi Galí y Andreu Más Colell, el economista (y en mi caso, también, politólogo) más citado en la literatura científica internacional. Pido disculpas al lector por esta nota biográfica, que es incómoda para mí escribirla, pero el nivel de mezquindad del que las derechas en este país son capaces es enorme. En lugar de referirse a los argumentos, intentan, siempre, sin ningún límite ético, atacar al que los realiza, mintiendo y falsificando información.

La importancia de la productividad en la sostenibilidad de las pensiones
Pero volvamos ahora a lo que es más importante: los argumentos. El manifiesto y JFV en su respuesta, minusvaloran el papel importante que para la sostenibilidad del sistema de pensiones tiene el crecimiento anual de la productividad, añadiendo, en un tono alarmista (que caracteriza al manifiesto y la respuesta de JFV), que “el crecimiento de la productividad de 1997 a 2007 fue prácticamente nulo”. Esto no es cierto. Según los datos de productividad comparables del conocido y respetado Groningen Growth and Development Center la productividad en España (productividad laboral por hora trabajada, labour productivity per hour worked) creció un 6.4% entre 1997 y 2007, y un 10% entre 1997 y 2009. Pero una manera mejor de ver las variaciones de la productividad es escoger cambios de periodos más largos, pues la gran variabilidad del crecimiento económico –con los altibajos que han caracterizado a la economía española- hace aconsejable que para ver los cambios de la productividad a largo plazo se consideren grandes periodos. Pues bien, entre 1979 y 2009, la productividad laboral horaria creció un 77%, lo cual es una cifra más que respetable. Y es de un pesimismo exagerado creerse que la productividad no aumentará en cifras comparables, o incluso mayores durante los próximos años.

La evolución de la productividad es un factor clave para saber si tendremos recursos para financiar las necesidades de la ciudadanía, incluyendo las pensiones. Hace cuarenta años se necesitaba que el 18% de la población adulta trabajara en la agricultura a fin de alimentar a toda la población española. Hoy, con sólo el 2% se produce más alimento que hace cuarenta años producía el 18%, y ello como consecuencia de que ahora un trabajador agrícola (debido al crecimiento de su productividad) hace lo que cuarenta años atrás hacían 9 trabajadores agrícolas. Fíjense el ridículo que hubiera significado que cien economistas hace cuarenta años hubieran alarmado a la población indicando que dentro de cuarenta años la población en España se moriría de hambre porque la gente que trabajaba en el campo estaba disminuyendo.

Pues bien, saquen alimento y pongan pensiones y verán lo ridículo de la aseveración que hacen los 100 economistas de que las pensiones no se podrán pagar dentro de cuarenta años porque disminuye el número de trabajadores por pensionista.

Más incoherencias en el manifiesto neoliberal de los cien
Pero lo que es incluso más incoherente, es que JFV afirme que el hecho de que en el 2050 el PIB será 2.25 veces mayor sea un hecho irrelevante. Encuentro esta afirmación sorprendente. Si es así, ¿por qué el manifiesto presenta como alarmante el hecho de que las pensiones serán el 15% del PIB en 2050? De no importarle el tamaño del PIB, entonces que se gaste 15% u 9% del PIB debiera también ser irrelevante. El hecho, sin embargo, es que, lejos de ser irrelevante, es un dato enormemente importante, porque si la sociedad es mucho más rica (como lo será), quiere decir que tendrá muchos más recursos para los no pensionistas así como para los pensionistas, de la misma manera que la España de hoy tiene muchos más recursos que los que tenía hace cuarenta años. Como he dicho antes, hoy nos gastamos más del triple del PIB en pensiones que hace cuarenta años, y ello no quiere decir que las pensiones sean peores o que haya menos recursos para los no pensionistas. Considerar como alarmante que dentro de cuarenta años nos gastemos un 15% del PIB y luego decir que el tamaño del PIB es irrelevante es una enorme incoherencia, para ponerlo de una manera amable.

El tema no es aumentar impuestos o no, sino cuándo y cómo se incrementan
Pero, parece que lo que preocupa más al manifiesto y a JFV es que el crecimiento de las pensiones públicas pase del 9% actual al 15% en 2050, lo cual significará una subida de 6 puntos del PIB en impuestos y cotizaciones sociales en cuarenta años, que duda que la economía pueda producir. De ahí que prefieran que no se suba este porcentaje (mediante una reducción muy notable de las pensiones) y que se retrasen las jubilaciones dos años más. Por lo visto, JFV no se da cuenta de que hacer que los trabajadores trabajen dos años más, significa un enorme aumento de los impuestos y cotizaciones sociales. La pregunta que debe hacerse es ¿qué prefiere la población: ir pagando estas cotizaciones, que irán aumentando, consecuencia del aumento del salario y de la productividad y jubilarse a los 65 años, o no incrementar sus cotizaciones sociales y en cambio retrasar la edad de jubilación en dos años, pagando impuestos y cotizaciones sociales por dos años más? O en otras palabras, ¿qué prefiere la población, que se vayan aumentando gradualmente las cotizaciones sociales (resultado del aumento de los salarios y de la productividad) durante cuarenta años y jubilarse a los 65 años, o recibir menos pensiones, retrasar la edad de jubilación dos años y continuar pagando impuestos y cotizaciones sociales durantes dos años más? Toda la información que tenemos apunta a que la población en la mayoría de países de la OCDE prefiere la primera solución.

El sesgo neoliberal en la definición de equidad
Pero donde JFV muestra mayor insensibilidad y reflejan su sesgo neoliberal es su definición de equidad y justicia, en el cual está ausente el concepto de solidaridad, no sólo intergeneracional (parece desconocer las encuestas que muestran que los hijos no desean que se recorten los beneficios laborales y sociales, incluyendo las pensiones de sus padres) sino de clase social. En realidad, sus propuestas incrementarían todavía más las enormes desigualdades que existen en los beneficios sociales (como las pensiones) por clase social. En España un burgués vive diez años más que un trabajador no cualificado con más de cinco años en paro. Y las pensiones del primero son más generosas que las del último. Es profundamente injusto que se obligue al último a trabajar dos años más para pagar las pensiones al burgués que le sobrevivirá diez años.

En EEUU, uno de los economistas que ha trabajado más en el tema pensiones, acaba de publicar un informe “The Impact of Income Distribution on the Lenght of Retirement”. “Center for Economic and Policy Research”. Oct. 2010, en el que muestra el crecimiento de la esperanza de vida en la población estadounidense por nivel de renta para distintas cohortes. Y muestra como la mayoría del crecimiento de la esperanza de vida a partir de los 70 años se ha concentrado en las rentas superiores, siendo tal crecimiento relativamente menor en las rentas inferiores. En realidad, Dean Baker muestra que para estas rentas, el alargamiento de la edad de jubilación a los 67 años significa una reducción considerable de tiempo de jubilación, de manera que tendrán un tiempo de jubilación incluso menor que sus abuelos,. No existen datos en España que hubieran permitido hacer estos estudios en cohortes por distintos periodos, pero es muy probable que la situación sea semejante, pues España es, junto con EEUU, el país que tiene mayores desigualdades de renta y mortalidad entre los países de la OCDE (el club de países más ricos del mundo).

Me extenderé en cada uno de estos puntos y otros en la respuesta al manifiesto de los cien economistas que Juan Torres, Catedrático de Economía de la Universidad de Sevilla y yo publicaremos en la colección Attac, continuación de un libro anterior, titulado “¿Están en peligro las pensiones públicas?”, ATTAC, 2010.

Una última observación. El manifiesto neoliberal de los cien economistas ha tenido una enorme visibilidad mediática en España, como consecuencia del enorme dominio que el pensamiento neoliberal tiene en la cultura mediática de los mayores medios de información y persuasión del país. He vivido en varios países (Suecia, Gran Bretaña y EEUU) a lo largo de mi exilio, y en ninguno hay tan escasa diversidad ideológica en los medios como en nuestro país, situación que adquiere dimensiones asfixiantes en los temas económicos. La falta de visibilidad de voces críticas de la sabiduría convencional es consecuencia de ello. En realidad la censura y marginación de estas voces es constante. De ahí lo injusto de la aseveración de Ignacio Sánchez Cuenca, que en su artículo “Sí, pero…”, de El País (28.10.10) haga la observación de que “resulta chocante que en España no tengamos un Krugman local”. Sánchez Cuenca ignora que los tenemos. España tiene excelentes economistas críticos del pensamiento neoliberal: Juan Torres, Catedrático de Economía de la Universidad de Sevilla; Carlos Berzosa, Catedrático de Economía de la Complutense, y Rector de aquella Universidad, y muchos otros, han criticado extensamente el dogma neoliberal. Pero están vetados en los medios de mayor difusión, en sus páginas económicas. Y es fácil comprobarlo. Miren el número de artículos que han aparecido en aquellos medios y verán que ni uno aparece con su firma, y no es porque no los hayan escrito. Decía Gramsci que el dominio de la burguesía se hacía a través de la hegemonía que el pensamiento burgués tiene en los medios que controlan, que son la mayoría. La visibilidad del manifiesto neoliberal, financiado y patrocinado por la banca (el grupo fáctico más poderoso del país) no se debe a su fortaleza intelectual (que es escasa), sino a que refleja aquella hegemonía en los medios que lo promueven.

La falta de visibilidad mediática de voces críticas refleja, no sólo la escasa diversidad ideológica de los mayores medios de difusión y persuasión, sino también su escasa cultura democrática. Y de ahí que por lo visto, incluso un académico tan conocedor de la realidad española, como el señor Sánchez Cuenca los desconozca.

Vicenç Navarro Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
www.vnavarro.org

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Pronunciar la verdad

Artículo de Beatríz Gimeno publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=47181

Vivimos en un mundo curioso en el que hemos perdido muchas cosas pero estamos a punto de perder también la capacidad para percibir y entender la realidad. No sé cómo ha ocurrido que poco a poco ha llegado un momento en que la verdad no puede pronunciarse. En cuanto alguien dice la verdad, la verdad pura y dura, ésta siempre suena exagerada, suena no real. Ahora, a decir la verdad le llaman “hacer demagogia” pervirtiendo demagógicamente (perdón por la broma) el concepto en cuestión. Lo que se ha construido es una realidad ficticia en la que la verdad parece imposible siquiera de pronunciar. Lo explica muy bien Susan George en su libro El Pensamiento Secuestrado, que estamos inmersos en una batalla que es también cultural y que, me temo, la izquierda también está perdiendo.

Comenzaron cambiando las palabras y ocultando las realidades. Ya no había ricos ni pobres ni, por supuesto, explotadores y explotados, como mucho había “desfavorecidos”; ya no había capitalismo, ya no hay clases. Lo malo es que la pobreza y la clase se siguen clavando en determinados cuerpos más que en otros. El capitalismo, la clase, la pobreza, siguen matando, hoy más que nunca. A veces, incluso a quienes conocemos la realidad, nos resulta sorprendente leer textos revolucionarios o siquiera izquierdistas del XIX o del XX. El lenguaje es chocante, ahí se dicen cosas que hoy no se podrían decir en público sin levantar sonrisas y, sin embargo, una acaba de leerlos y lo que predomina es la sensación de que tienen razón, que no son exagerados ni enloquecidos, que en esos textos se explica claramente lo que pasa; que, salvando las distancias y los años, esos textos aun pueden explicarnos al menos una parte muy importante de la verdad.

El otro día me llegó por Internet un video de un soldado norteamericano que había luchado en Irak. En el vídeo el soldado se limitaba a decir con palabras muy claras lo que él había aprendido en esa guerra, simplemente decía la verdad: que los norteamericanos estaban allí defendiendo los intereses comerciales, petroleros, empresariales… no de los Estados Unidos, sino de los ricos de Estados Unidos, pero que los que mueren cada día son los pobres de Estados Unidos y los pobres de Irak. Es decir, lo que ya nos dijeron los revolucionarios del XIX, que la guerra la hacen los ricos para defender sus intereses y que los que mueren son los pobres, de uno y otro bando, a los que no les va nada en ello. Las palabras del soldado resultaban al mismo tiempo anacrónicas, -parecían sacadas de una película del XIX-, y absolutamente verdaderas. Que palabras que no han perdido una buena parte de razón resulten imposibles de decir sólo demuestra que en esa guerra cultural hemos perdido mucho terreno. Nos han convencido de que ciertas verdades son antiguas, pasadas de moda, cuando lo cierto es que son perfectamente contemporáneas.

Ahora el presidente de Alemania ha tenido que dimitir por haber dicho ni más ni menos que la verdad: que Alemania y todos sus socios (España incluida) estamos en Afganistán para defender intereses económicos. Las guerras defienden los intereses económicos y si no hubiera bastantes guerras habría que inventarlas, y de hecho se inventan, porque en algún sitio hay que usar y desgastar las armas que unos países venden a otros sin que exista el más mínimo control ni preocupación por en qué manos acaban o a qué causa van a servir. ¿Recuerdan hace unos días las pruebas de cómo el muy democrático Israel vendía armas a la entonces racista Sudáfrica? Después pretenden que nos indignemos porque Irán tenga o deje de tener la misma bomba atómica que tienen muchos otros países y que venderán, bajo cuerda, eso sí, a cualquiera que pague lo bastante. España misma predica la Alianza de no sé qué civilizaciones con una mano y fabrica y vende armas con la mano que le queda libre.

¿Recuerdan también cuando se dijo -¡ah, qué tiempos aquellos- que se iba a Afganistán para liberar a las mujeres del burka? Eso fue un poco antes de que se demostrara que malamente se puede luchar contra el burka allí cuando ni siquiera se sabe qué hacer con el burka aquí. Vivimos en una sociedad en la que la que la verdad se ha vuelto tan impronunciable que un político tiene que dimitir porque, por error, se le ha escapado. Esto sí que es insoportable.

Beatriz Gimeno es escritora y ex presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB)

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Liberalismo frente Estado del Bienestar

Artículo publicado en elplural.com
enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=44518

No es la primera vez que dedico un artículo a defender la subida de impuestos. Creo que es necesario dar argumentos y explicar de manera sencilla este asunto si estamos dispuestos a mantener las cotas de Estado de Bienestar que hemos alcanzado, y que ante el acoso del neoliberalismo, empiezan a estar en peligro ya no sólo en España, sino en todo el continente europeo.

A pesar de que nuestro IVA sea de los más bajos de la Unión Europea, no me entusiasma la subida de este impuesto (porque repercute en todos por igual), y hubiera preferido una subida en los tramos altos del IRPF, (que con esa medida no seríamos ni más pobres ni más ricos), y estaríamos siendo solidarios con aquellas familias que en esta coyuntura no tienen trabajo, y que por tanto, no tendrían recursos para sobrevivir si no existiesen los actuales subsidios por desempleo aprobados por el Gobierno, y que son sin duda una decisión solidaria. Y para que existan estos subsidios, teniendo en cuenta el ritmo de endeudamiento que hemos alcanzado con la crisis, es imprescindible subir los impuestos. Y como es verdad que de alguna forma el IRPF este año ya es más alto porque no se devuelven los 400 euros, entiendo que desde la lógica del marketing político pueda ser el turno de otras tasas, como en este caso la del IVA. Y una vez que escampe, abordar sin reparo la reforma del sistema productivo.

La derecha se opone de manera muy sobreactuada y por sistema a cualquier tipo de subida impositiva (cuando en sus Ayuntamientos y Comunidades hacen lo que les da la real gana), argumentando que lo que se debe hacer es rebajar los impuestos para incitar la creación de empresas, y que estas empresas empleen a los parados. Eso suena muy bonito pero no lo es, y prueba de ello son las consecuencias de los gobiernos de Reagan y Thatcher en sus respectivos países durante los 80. Conociendo a algunos de los empresarios del tipo Díaz Ferrán, esto es lo que ocurriría en España si aplicásemos la propuesta de rebaja de impuestos de Rajoy: 1. estos empresarios serían más ricos porque pagarían menos impuestos, 2. no contratarían más porque no se generarían, por lo pronto, nuevos mercados, 3. esos parados, en consecuencia, seguirían parados y además sin subsidio y sin comer, 4. cerrarían todavía más empresas pequeñas porque se movería aún menos dinero, 5. Habría más parados si cabe, y 6. Enorme crecimiento de la desigualdad.

En realidad lo que ocurre es que el Gobierno de España no ha sabido explicar bien lo que está pasando. Resulta que detrás de esta disputa dialéctica entre el PP y el PSOE, encontramos grosso modo, la lucha de dos modelos distintos de sociedad: el modelo liberal por un lado, y el modelo de Estado del Bienestar por otro. El ring de esta contienda es Europa, y España tan sólo es una de sus esquinas.

Como muestra de ambos modelos enfrentados, podríamos poner los Estados Unidos y Suecia (salvando los vaivenes liberalismo-bienestar que también se dan, en cierto modo, en los ciclos políticos de ambos países). Sobre la mesa, y en teoría, el modelo liberal defiende impuestos muy bajos y una participación muy débil del Estado en la sociedad, y se quiere explicar que con ello, se generan muchas posibilidades de mercado que aportarían riquezas privadas y altas cotas de consumo. Eso es cierto, pero realmente lo que propicia este modelo son enormes fortunas al mismo tiempo que grandes miserias y desigualdad social. Por ejemplo, en un país de corte liberal, un trabajador pagaría menos impuestos, pero al mismo tiempo tendría que asumir muchísimos más costes directamente, y si por cosas del destino y del invierno se resfría, esta enfermedad común le podría costar directamente 250 dólares, por no hablar ya de un cáncer. Por eso en EE.UU. los hijos de muchos trabajadores no pueden ir a la Universidad, o no pueden permitirse el lujo de caer enfermos. Recuerdo a un estudiante norteamericano en mi etapa en la Pablo de Olavide, que con 38 de fiebre y mareado en clase, no iba al médico porque no tenía suficiente dinero esos días. Le dije que no tenía que desembolsar sus euros, y le acompañé al centro de salud. Quedo sorprendido de que un país que él consideraba mucho más pobre que el suyo, tuviese unos servicios médicos infinitamente mejores.

Por su parte, el Estado de Bienestar, aun asumiendo la libertad de mercado, reserva una parcela importante en la sociedad al Estado. Y gracias a la recaudación de impuestos, trata de equilibrar las oportunidades en la vida de los hijos de los trabajadores, respecto a los hijos de los poderosos. Por eso en Europa, y siguiendo el ejemplo anterior, los hijos de los trabajadores pueden ir a la Universidad (En España, y por poner datos concretos, la matrícula de la Universidad cuesta alrededor de 10000 euros al año, de los que los estudiantes pagan unos 1300, y si los impuestos estuviesen por los suelos, tendrían que pagar íntegramente esos 10000 ¿quién podría ir entonces a la Universidad? ¿Quién podría entonces recibir tratamiento contra el cáncer?). Es así de sencillo, un modelo está hecho a la medida de los ricos y sus capitales, y el otro modelo pretende corregir esta injusticia histórica de que no seamos iguales de nacimiento y ante la ley. Esto es así, lo pinten como lo pinten, ya sea de liberal conservador o de popular populista.

Pero esto al PP le da igual, porque en realidad debajo de su careta carnavalesca de “partido popular”, lo que encontramos es el brazo político de la patronal de Díaz Ferrán. Para el PP es muy fácil decir tonterías porque no gobierna (su amiga Merkel no ha podido siquiera empezar con su política anunciada de bajada de impuestos), y saben los de Rajoy que para llegar a La Moncloa no necesitan hacer bien las cosas, sino simplemente que a España le vaya mal. Es por eso que están instalados en la más zoqueta e insultante de las demagogias.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación Política y Publicidad en la Universidad de Málaga

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Buenismo decimonónico y fascismo del siglo XXI

Artículo publicado en elplural.com
enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=44263

Federico Trillo, que en mi opinión es uno de los políticos más abominables de la España contemporánea por su gestión del accidente del Yak-42, ha acusado a la izquierda de “buenismo decimonónico”. Hay quien lo ha considerado un insulto, cuando en realidad debe ser tomado como lo que es: un halago y un reconocimiento histórico sin precedentes a sus adversarios políticos. Esta vez Trillo ha sido todo un caballero.

Es una cortesía de gran magnitud que alguien del PP evidencie públicamente que la izquierda es una ideología “buenista”, cuando tradicionalmente la derecha ha pintado a los progresistas con cuernos y rabo, y les ha acusado, sin fundamento, de la más extrema de las maldades. Resulta que al final el tiempo nos da la razón, y hasta la derecha más retrógrada, representada por este señor, reconoce la vocación de bondad de la izquierda.

Mientras la izquierda amplía (o lo pretende) los derechos de las personas, los “malistas” de la derecha buscan recortarlos (ya sean laborales, o de orientación sexual y reproductiva). Frente a la libertad de expresión, que siempre ha sido seña de identidad del progresismo, la derecha vuelve a censurar y retira de una exposición en un museo las fotografías del caso Gürtel. Frente a la búsqueda de la justicia por parte de la izquierda, la derecha persigue a un juez por hacer bien su trabajo al destapar casos de corrupción, y por tratar de esclarecer crímenes contra la humanidad.

Bien es verdad que la izquierda actual no es la del XIX, por mucho que lo diga Trillo, pero debemos ser conscientes de que las ideas de libertad y emancipación de esa izquierda decimonónica, tienen gran responsabilidad en que hoy día sostengamos esos ideales de justicia y de dignidad en nuestras cabezas. ¿Qué nos ha aportado el fascismo del siglo XX? Pues sangre, miseria, indignidad, represión y sufrimiento.

Paradójica y paralelamente al clásico buenismo de la izquierda, observamos como la derecha española sí que se parece cada día más al fascismo del siglo pasado. Ya han empezado de nuevo a censurar, además de llevar años oponiéndose a la subvención del cine y de la cultura (desgraciadamente en este mundo capitalista, si no subvencionamos la cultura, ésta desaparecería devorada por la cultura eminentemente comercial y temporal, y siglos de civilización se tirarían por el sumidero de la ignorancia y la avaricia humana).

El siguiente nivel, en esta escalada intransigente y antidemocrática de nuestra derecha del PP, sería que volviesen a quemar libros y a perseguir a científicos e intelectuales. Miedo les ha dado siempre a estos señores (los que en boca de Millán Astray gritaban “¡muera la inteligencia!”) el conocimiento, la razón, la justicia y la igualdad de oportunidades de los seres humanos.

Ante los nuevos modelos de sociedad, podemos estar seguros de que el (llamado por Trillo) buenismo decimonónico de la izquierda, adaptado a las necesidades del siglo XXI, nos traerá mejores consecuencias que el fascismo de toda la vida que están empezando a poner de manifiesto algunos temibles sectores del PP. Y esto es así por una evidente cuestión de justicia y de sensibilidad humana avalada por el conocimiento de la historia de verdad, y no por ésa que se quieren inventar los Pios Moas que buitrean en los balcones traseros de Génova 13. Sobre ello podríamos discutir en futuras ediciones.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación Política y publicidad en la Universidad de Málaga

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