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derechos

Que se vayan los peores

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/2012/09/20/que-se-vayan-los-peores/

“Rajoy es un oportunista que gobierna por decreto y carece de sentido de Estado”. Así es como el Financial Times (diario económico de referencia) califica a nuestro presidente. La verdad que no es necesario recurrir a la prensa internacional para saber que tenemos al presidente menos sagaz y capacitado de los últimos 40 años, y que por los tiempos que corren, se nos presenta como el más peligroso en consecuencia. Esto, aunque no lo reconozcan fuera de sus casas, lo sienten miles de votantes populares desengañados en toda España, e incluso, insignes ‘peperos’ están ya conspirando para derrocar al registrador de la propiedad.
La propia CEOE (de la que el PP es frecuentemente su brazo político), prevé que el paro seguirá creciendo a una velocidad inasumible, llegando prácticamente a los 6 millones de parados en 2013. Es paradójico que los señores de la CEOE digan esto, ya que la reforma laboral que decretó Rajoy, el incapaz, fue dictada por ellos mismos, y como denunciamos desde todos los medios no controlados por el Gobierno, sólo servía para despedir más fácilmente, y en ningún caso para fomentar el empleo.

Por si fuera poco, estos problemas de la España gobernada por el PP no sólo son económicos, sino también sociales. Se han incrementado considerablemente los costos que las familias deben asumir en concepto de educación, al mismo tiempo que el Gobierno despide profesores y aumenta la ratio por aula. Se ha recortado brutalmente en sanidad y se prohíbe a la mujer a decidir sobre su maternidad. Quieren financiar con dinero público sectas y clubes educativos que segregan a niños y niñas y educan contra el espíritu mismo de la Democracia, la convivencia y el respeto a la diversidad. Y esto sólo por citar algunos de los cientos de atentados que el gobierno Rajoy viene realizado contra el Estado de Derecho.

Puede parecer excesivo calificar las acciones de gobierno del PP como atentados contra el Estado de Derecho, pero no lo es en absoluto: ¿qué sería de un Estado de Derecho sin derechos de los ciudadanos? Y evidente es que con estos señores gobernando, cada día perdemos unos cuantos derechos, sean fundamentales, sociales o laborales.

¿A dónde nos quiere llevar por tanto este Gobierno? Probablemente, y por ser un gobierno de mediocres, en el mejor de los casos, ni siquiera ellos lo saben. Ya ni pedimos que los mejores vayan a la política (qué triste, por cierto), pero al menos debemos exigir que se vayan a su casa los peores. Y Rajoy y su equipo, claramente han demostrado ser los peores políticos que sufrimos en nuestro país.

Alfonso Cortés González es vicedecano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Málaga y profesor de Comunicación de las Instituciones Públicas
www.alfonsocortes.com

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No debemos renunciar a los sindicatos

Este título de “no debemos renunciar a los sindicatos” (al que habría que añadir: “sino que debemos mejorarlos”) viene a colación de una decisión del Gobierno balear que consiste en eliminar de un plumazo a todos los liberados institucionales de la Comunidad Autónoma. Hay quien, siendo trabajador, aplaude ignorantemente esta decisión que sin duda desequilibra los juegos de poder entre mano de obra y capital, y desposee a los trabajadores de un instrumento reconocido en la Constitución vigente.

El problema reside en que quien siendo un currante y apoya esta perversión de los conservadores, se queda sólo en la superficialidad del problema, ya que está atendiendo únicamente a su quizás mala experiencia personal con el sindicato o con el liberado sindical de turno. Sin embargo la cuestión es más compleja, porque si se suprimen los liberados sindicales, se están arrebatando a la clase trabajadora unos derechos fundamentales (como son asociarse y defender juntos sus intereses de grupo), que costaron sangre, esfuerzo y demasiado tiempo conseguir.

A pesar de todos los errores de los sindicatos, y de aquellos que se aprovechan del sindicato para su propio beneficio, este es el instrumento más útil que conocemos hasta el momento para equilibrar la fuerza de los trabajadores frente a los intereses particulares de la empresa. Esto es irrefutable. Por tanto, no nos dejemos embaucar por cantos de sirenas y gaviotas travestidas, y caigamos en la cuenta de que en realidad, los sindicatos no sólo son necesarios, sino que son un reflejo de la propia clase trabajadora.

Es duro decir esto, no lo niego, pero es que los sindicatos (tanto para bien como para mal) son lo que son fruto de las distintas actitudes que las personas podemos mostrar. Es decir y resumiendo: si un sindicato negocia bien un convenio es porque detrás hay trabajadores comprometidos no sólo con sus intereses particulares sino con los derechos generales de su colectivo. Si un liberado sindical vive del cuento es porque sus compañeros lo permitimos y no tenemos las agallas suficientes para botarle del puesto, y mucho menos tenemos la integridad moral (de la que tanto posiblemente alardeamos) de dar un paso adelante y de defender nosotros mismos los intereses de nuestro colectivo.

Por ello y concluyendo, creo que tenemos los sindicatos que nos merecemos. Pero ojo, opinar de este modo no significa estar en contra los sindicatos, sino que significa estar a favor, ya que la mejor atención que se le puede hacer a cualquier institución social es la crítica y autocrítica para mejorarla y para adaptarla a las necesidades de cada tiempo.

La cuestión, por tanto, no consiste en eliminar a liberados o renunciar a los sindicatos, sino en tomar conciencia y ser, nosotros los trabajadores, los primeros que les tiremos de las orejas a aquellos liberados ineficientes y sustituirlos por otros comprometidos. Otra cosa puede ser que ni los propios trabajadores estemos comprometidos con nosotros mismos…

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad y de Comunicación de las Administraciones Públicas en la Universidad de Málaga
www.alfonsocortes.com

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¿Puede comportarse el rey como un plebeyo?

Articulo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/tribuna-libre/%C2%BFpuede-comportarse-el-rey-como-un-plebeyo/

Es comprensible que Juan Carlos de Borbón, rey de España (entre otros títulos de menor rango), en tanto es un ser humano, se pueda sentir molesto por el tratamiento mediático que se hace de su persona. El problema radica en que en lo personal el rey no es un ser humano normal, y en lo político no es un político al uso (aunque sea el principal político de nuestro país).
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No es un ser humano normal porque hereda la jefatura de un país, como el que hereda un pisito, y no debe preocuparse, ni él ni su descendencia, por labrarse un futuro, ya que el futuro lo tiene servido desde la cuna. Esta situación sólo la comparten con los reyes los grandes magnates, con la diferencia de que los multimillonarios heredan patrimonios privados (y tienen competencia), y lo que heredan los reyes son países con  gente dentro.

Cuando ya hablamos de heredar un país, pasamos directamente a lo político. El resto de los puesto de responsabilidad pública, se deben, fundamentalmente, a la decisión de los ciudadanos o al concurso en una dura oposición. Un rey, aunque esté capacitado para serlo, no lo ha demostrado previamente en unas oposiciones ni ha contado con la aprobación popular en unas elecciones, y por tanto, simplemente se debe a la gracia de Dios o al capricho de, quizás, alguna autoridad militar que accedió al poder a balazos en lugar de hacerlo por las urnas.

Con este breve texto de hoy no quiero sentar cátedra ni polemizar con ningún deslumbrado por la monarquía, ni nada por estilo. Mi intención simplemente es discutir, desde el punto de vista de la filosofía del derecho político, si un rey tiene el derecho civil de ser tan humano como cualquiera cuando ostenta privilegios cuasi divinos.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación de las Administraciones Públicas y de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga.
www.alfonsocortes.com

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Buenismo decimonónico y fascismo del siglo XXI

Artículo publicado en elplural.com
enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=44263

Federico Trillo, que en mi opinión es uno de los políticos más abominables de la España contemporánea por su gestión del accidente del Yak-42, ha acusado a la izquierda de “buenismo decimonónico”. Hay quien lo ha considerado un insulto, cuando en realidad debe ser tomado como lo que es: un halago y un reconocimiento histórico sin precedentes a sus adversarios políticos. Esta vez Trillo ha sido todo un caballero.

Es una cortesía de gran magnitud que alguien del PP evidencie públicamente que la izquierda es una ideología “buenista”, cuando tradicionalmente la derecha ha pintado a los progresistas con cuernos y rabo, y les ha acusado, sin fundamento, de la más extrema de las maldades. Resulta que al final el tiempo nos da la razón, y hasta la derecha más retrógrada, representada por este señor, reconoce la vocación de bondad de la izquierda.

Mientras la izquierda amplía (o lo pretende) los derechos de las personas, los “malistas” de la derecha buscan recortarlos (ya sean laborales, o de orientación sexual y reproductiva). Frente a la libertad de expresión, que siempre ha sido seña de identidad del progresismo, la derecha vuelve a censurar y retira de una exposición en un museo las fotografías del caso Gürtel. Frente a la búsqueda de la justicia por parte de la izquierda, la derecha persigue a un juez por hacer bien su trabajo al destapar casos de corrupción, y por tratar de esclarecer crímenes contra la humanidad.

Bien es verdad que la izquierda actual no es la del XIX, por mucho que lo diga Trillo, pero debemos ser conscientes de que las ideas de libertad y emancipación de esa izquierda decimonónica, tienen gran responsabilidad en que hoy día sostengamos esos ideales de justicia y de dignidad en nuestras cabezas. ¿Qué nos ha aportado el fascismo del siglo XX? Pues sangre, miseria, indignidad, represión y sufrimiento.

Paradójica y paralelamente al clásico buenismo de la izquierda, observamos como la derecha española sí que se parece cada día más al fascismo del siglo pasado. Ya han empezado de nuevo a censurar, además de llevar años oponiéndose a la subvención del cine y de la cultura (desgraciadamente en este mundo capitalista, si no subvencionamos la cultura, ésta desaparecería devorada por la cultura eminentemente comercial y temporal, y siglos de civilización se tirarían por el sumidero de la ignorancia y la avaricia humana).

El siguiente nivel, en esta escalada intransigente y antidemocrática de nuestra derecha del PP, sería que volviesen a quemar libros y a perseguir a científicos e intelectuales. Miedo les ha dado siempre a estos señores (los que en boca de Millán Astray gritaban “¡muera la inteligencia!”) el conocimiento, la razón, la justicia y la igualdad de oportunidades de los seres humanos.

Ante los nuevos modelos de sociedad, podemos estar seguros de que el (llamado por Trillo) buenismo decimonónico de la izquierda, adaptado a las necesidades del siglo XXI, nos traerá mejores consecuencias que el fascismo de toda la vida que están empezando a poner de manifiesto algunos temibles sectores del PP. Y esto es así por una evidente cuestión de justicia y de sensibilidad humana avalada por el conocimiento de la historia de verdad, y no por ésa que se quieren inventar los Pios Moas que buitrean en los balcones traseros de Génova 13. Sobre ello podríamos discutir en futuras ediciones.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación Política y publicidad en la Universidad de Málaga

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Contradicciones en el Paquete Telecom: Internet y la difusión de la cultura

Artículo publicado en elplural.com. Para leerlo pinche aquí.

El Parlamento Europeo ha aprobado esta semana el Paquete de Telecomunicaciones, que entre otras cosas, permite cortarnos el acceso a Internet sin orden judicial. Este tipo de medidas, al parecer, están muy de moda. En Málaga, por ejemplo, el Ayuntamiento quiere que la grúa pueda retirar vehículos de la vía pública sin necesidad de que esté presente un agente de policía. Está claro que en primer término a quién beneficia este tipo de medidas es a determinadas empresas privadas, y perjudica gravemente a derechos individuales que han costado incluso sangre adquirirlos.
Centrándonos en el asunto que da título a este artículo, la cuestión se nos torna compleja, ya que entre la inmensa mayoría de los diputados de la eurocámara que han apoyado el Paquete, se encuentran los del Partido Pirata, lo que a priori parece una gran incongruencia y sólo 40 diputados se han opuesto, entre ellos 24 de la Izquierda Unitaria Europea que han votado junto a 11 diputados conservadores euroescépticos.

A pesar de la dificultad de interpretar esta decisión europea y tomar partido, existen una serie de criterios y situaciones que conviene ordenar para tratar de posicionarnos en este berenjenal. En primer lugar, disponemos, cada vez más, de altas velocidades de conexión a Internet por ADSL o cable, y claro, estas velocidades obviamente se utilizan para descargar películas y música. Si sólo quisiéramos mirar el correo y leer el periódico con un módem de 56k casi haríamos el apaño.

En segundo lugar, en nuestro país, por ejemplo, se paga un canon por cada soporte de grabación de datos en compensación por las denominadas descargas ilegales de contenidos con copyright. O una cosa o la otra, es obvio que corte de Internet sin orden judicial (o con ella) y canon digital son totalmente incompatibles.

En tercer lugar, y esto ya es una cuestión de principios, la cultura debería ser libre y accesible para todo el mundo, ya que la cultura ayuda a superar las desigualdades y permite que distintos seres humanos se hablen de tú a tú. Tradicionalmente, en la historia, la cultura ha estado reservada a determinados estamentos sociales privilegiados e Internet es una herramienta adecuada para llevar cultura a cualquier parte del mundo, pero claro, esto hace perder privilegios a ciertos grupos.

A Internet no hay que tenerle miedo y hay que dejarlo fluir y convertirlo en una herramienta real de difusión cultural en todo el planeta. En lugar de tratar de poner diques al mar, lo que deberían hacer, en cualquier caso, es pensar en nuevas formas de compensación a los autores en general. Estas nuevas formas para que los autores saquen beneficios, y sean animados a crear, son viables, lo que sucede es que en el nuevo panorama digital en red, el papel tradicional de las industrias culturales está más que en entredicho, y parece que no saben cómo adaptarse al nuevo entorno. Finalmente, si estas industrian no son capaces de transformarse, la realidad acabará por devorarlas.

Alfonso Cortés González, profesor de Comunicación Política y Publicidad en la Universidad de Málaga

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