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empresarios

mafia empresarial y reformas necesarias I

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=51597

Añado al título eso de “I” porque, aunque no adquiera con ello el compromiso de hacerlo, se podrían escribir 365 artículos sobre este tema. Entendemos por mafia aquella organización con ánimo de lucro que, aunque pueda tener sus códigos de honor, hace no sólo una interpretación particular de la ley, sino que ejerce su propia ley. En este sentido existen muchas empresas que funcionan como mafias, ya que para aumentar sus beneficios se pasan por el forro la ley de nuestro país. Y lo hacen amedrentando, amenazando y jugando con el pan de los más débiles, que son, sobre todo, gente joven, padres y madres de familia e hipotecados.

Es terrible que en este país se trate tan mal a la gente joven y a los trabajadores. La juventud (con la que tengo el gusto de trabajar casi a diario) es gente extraordinaria, llena de ilusión y ganas de hacer muchas cosas. Sin embargo, su experiencia con empresas cuyos dueños son unos esclavizadores les hace perder la fe, las ganas y la ilusión en menos de tres años de experiencia profesional desde que abandonan la facultad.

No es justo que se trate así a nuestros hijos, a quienes por cierto, no le hemos pedido permiso para venir a este mundo viciado y que sin embargo están esperando impacientemente su turno para aportar su Trabajo (con mayúscula, ojo). Un país que es capaz de capar sus propias posibilidades de reinventarse en la próxima generación (porque lo necesita económica y socialmente), es un país podrido en mano de cuatro tiburones impresentables, que se aprovechan de que la inmensa mayoría no tienen ni su avaricia, ni su mala leche, ni su colmillo retorcidamente insaciable.

Este problema lleva años carcomiendo la moral de nuestros chicos (yo no tengo hijos de esa edad, pero sí fantásticos estudiantes que con tan sólo 25 años han perdido la ilusión en su empleo y en lo que puedan aportar a la sociedad), pero sólo de vez en cuando, a pesar de ser un tema vital, lo subimos a la agenda. El jueves aparecía en El País un reportaje al respecto titulado O firmaba la baja o no había contrato, y claro, cuando uno le pone cara y emociones a estas víctimas de la mafia de los díazferranes, el corazón se encoge y el cerebro estimula el cuerpo con dosis amargas de indignación. Recomiendo su lectura.

Por tanto, la reforma laboral y legislativa más urgente es acabar con estas mafias del empleo precario, y hacer que las empresas cumplan la ley. Que la cumplan pagando los impuestos que les corresponde, y que cumplan el Estatuto de los trabajadores y demás acuerdos. Y como no podemos pedirle esto directamente a este tipo de empresarios impresentables y tragaldabas, habrá que poner en marcha mecanismos y dispositivos para hacer que cumplan la ley. El argumento de que ellos arriesgan y crean empleo vale cuando cumplen la ley, cuando no la cumplen, están haciendo dinero ilegal e ilegítimamente, como hace el traficante de drogas.

Es evidente que cuando un trabajador no cumple su parte, la ley ampara al empresario y este lo puede despedir, abrirle un expediente o lo que sea. Sin embargo, ¿qué pasa cuando las empresas contratan precariamente a los jóvenes y no tan jóvenes? ¿Qué pasa cuando amenazan con el despido a mujeres ilusionadas con ser madres? ¿Qué pasa con el acoso laboral? ¿Qué pasa con los ataques a la libertad sindical? ¿Qué pasa cuando se quedan con parte del sueldo de sus currantes? ¿Qué pasa cuando no respetan los convenios ni los acuerdos? Pues pasa que se les considera socialmente empresarios en lugar de delincuentes, que es lo que realmente son quienes actúan así. Incluso unos cuantos capullos explotados por ellos mismos llegan a apostillar: “Si yo estuviese en su lugar haría lo mismo”. Qué repugnante, por no decir algo mucho más ofensivo.

Conozco muchos empresarios, y todos se jactan de que por cada 8 o 10 facturas sólo declaran una. Como en España somos así de permisivos al respecto, vienen incluso de otros países a comportarse de este modo: la semana pasada, cenando con empresarios ingleses y suecos, me comentaban que en nuestro país no sólo declaran menos de lo que facturan, sino que ellos cuando contratan servicios particulares, como por ejemplo, una reforma en su casa, al albañil le dicen: “Anda no me des factura, y te pago tanto en cash”. Yo, conociendo cómo funcionan en el norte de Europa me quedé de piedra, y ellos al verme tan sorprendido me dijeron algo así como “tío, no te rasgues las vestiduras, que eso no es cosa nuestra en realidad, que es vuestra cultura latina, y nosotros ya sabes… donde fueres haz lo que vieres”.

Es penoso y triste que nos vean así, y que vengan a España para comportarse así. Pero más grave aún es que podamos ser realmente así. ¿Para cuándo los partidos políticos introducirán en sus programas electorales la lucha contra el fraude fiscal y la impunidad empresarial? Con esto, acabaríamos con lo peor de la crisis.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga
www.alfonsocortes.com

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Insultante hipocresía y egoísmo de los empresarios

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=46820

El jueves a última hora se comunicó que el Gobierno aprobará un impuesto especial a las rentas más altas, que son aquellas que superan el millón de euros. También se está barajando la posibilidad de aumentar los impuestos a las grandes empresas. Ambas posibilidades me parecen muy oportunas y más justas que las decisiones tomadas por sorpresa la semana pasada, aunque la ministra Salgado debería aclarar si se va a actuar sobre la renta o sobre el patrimonio de estas fortunas (y de qué forma), ya que se está hablando de ambas cosas al mismo tiempo y son conceptos muy distintos. Hubiese tenido más lógica que las medidas contra el déficit hubiesen empezado por aquí, por el control del fraude fiscal y por la vuelta del impuesto al patrimonio, y no al contrario como se ha hecho, lo que evidencia una gestión gubernamental de la estrategia político-comunicativa torpe y pésima, por el daño causado a las vinculaciones emocionales con el electorado progresista, que es a quién se debe Zapatero en primer lugar, por ser sus votantes quienes le han aupado a la presidencia, y no los empresarios de la CEOE. Pero el caso es que en estas circunstancias lo que resulta escandalosamente ofensivo es la postura hipócrita, egoísta y antipatriota de la comparsa de Díaz Ferrán. ¿Qué podíamos esperar de estos vampiros con corbata?

Hace unos días en este mismo periódico, Gustavo Vidal publicaba un interesante artículo en el que comparaba a los nazis con los tiburones financieros, por el insaciable afán de poder de ambos. Igual que Hitler no se conformó con que las democracias occidentales cediesen ante su pretensión sobre los Sudetes, y prosiguió con su anhelo expansionista, los grandes capitales no se van a conformar sólo con estos grandes recortes sobre trabajadores y pensionistas, sino que querrán ir a por más sangre.

En este sentido, vimos como Díaz Ferrán alababa a Zapatero relamiéndose de gusto tras el anuncio de congelación de pensiones y de recorte de sueldo de los trabajadores del sector público. El nefasto presidente de la CEOE y sus secuaces ya se estaban frotando las manos y brindando en sus yates por los derroteros que podrían tomar las negociaciones de la reforma laboral en el sector privado, tras el ejemplo y precedente sentado en el sector público (tradicionalmente a la vanguardia en cuanto a derechos de los trabajadores).

En medio de este corto idilio entre la patronal y el Gobierno, Zapatero anuncia que ahora le toca aportar su grano de arena a los ricos, y ante esto los de Díaz Ferrán rugen y manifiestan que de ninguna manera, que ellos no quieren pagar nada, y que si se les toca sus maletines rebosantes de euros, vendría el decrecimiento. Eso es falso, ya que el crecimiento empresarial depende de la abundancia en los bolsillos de los trabajadores (que son los consumidores), y no de unos puntos arriba o abajo en impuestos. Lo que pasa que su codicia, egoísmo e hipocresía les ciega y no son capaces de ver la realidad racional y honestamente.

Son tan insaciables (al igual que los nazis, como apuntó Vidal) que no entienden que el esfuerzo debe ser acorde a las posibilidades (y por supuesto a las responsabilidades) de cada uno, y que hasta la fecha, ellos no han sufrido nada de nada esta crisis que ellos mismos han causado con su egoísmo y abusos. Los primeros que deben pagar el pato son precisamente ellos, los especuladores, la banca y todos estos empresarios que se han llevado estos años plusvalías calentitas (y no los currantes que mientras las empresas crecían un 25%, ellos cobraban la misma miseria).

Posteriormente, si con esas medidas dirigidas a los responsables de la crisis y a los más poderosos no se cubren estos gastos, ya se podría pedir el favor y el esfuerzo a otros segmentos sociales, los cuales conviene recordar, no tienen ninguna responsabilidad en esta crisis, como por ejemplo los trabajadores (sean públicos o privados). Eso sería lo justo, lo que pasa es que estos Díazferranes no saben siquiera lo que significan los términos de justicia, equidad y responsabilidad.

Pero eso tendría solución, y como sabemos que estos señores no van a volver a la escuela (si es que han asistido con vocación alguna vez), el Gobierno debería aplicar con ellos la misma disciplina que ha aplicado con los trabajadores, porque si no, el futuro que nos espera si ganan los de Rajoy las próximas elecciones es todavía peor, ya que el PP es un partido lleno de nostálgicos del franquismo, de corruptos y caraduras, y en su propia esencia es el brazo político de Díaz Ferrán. Hasta hace tan sólo una semana, Rajoy pedía medidas de recorte del gasto como las que ha adoptado el Gobierno, y una vez tomadas, se opone a ellas.

Si realmente han cambiado las tornas y ahora el PP, como ha afirmado cínicamente Cospedal, es el partido progresista y de los trabajadores, que se comprometan públicamente y copien su programa electoral al PSOE y a IU, y demuestren en sus Gobiernos Autonómicos como se las gastan contra el capital y los poderosos, y que Camps comience regalando sus trajes a medida a las familias del Cabanyal. Reflexionemos como ciudadanos activos sobre nuestros propios intereses, porque hay mucho en juego y ellos van a por todas. Parafraseando un anuncio de hace años de Caja Madrid: Ellos son más fuertes, pero nosotros somos más. No lo olvidemos.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación Política en la Universidad de Málaga

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