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lobby

La huelga y el papel de los sindicatos

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=47731

Las huelgas han servido (y siguen teniendo su utilidad) como instrumento del movimiento obrero para presionar al poder y sentarle a negociar unas mejores condiciones laborales. Sin embargo, en la sociedad actual, los sindicatos no pueden permitirse el lujo de la huelga como único instrumento (aparentemente, ojo) para corregir la deriva de los acontecimientos. Si no se replantean los sindicatos seriamente sus estrategias y su gestión de la comunicación, cada vez lo van a tener más crudo y el capital más fácil para lograr sus intereses (tomando los términos de la economía clásica de capital y trabajo).

La huelga debe dirigirse correctamente contra el poder que no accede a las reivindicaciones justas de los trabajadores. En este sentido, si es en Europa desde donde se han tomado y obligado estas medidas, la huelga habría que hacerla en red todos los sindicatos europeos contra esta Europa, contra estos poderes especulativos, y tratar de utilizar a los gobiernos europeos como correa de transmisión en las reivindicaciones.

Ahora bien, esto es muy complicado porque en primer lugar los Gobiernos están asumiendo como propias estas medidas, y por tanto ponen su cara para las bofetadas, y porque en segundo lugar la estructura político-económica de Europa aún no la tenemos los ciudadanos interiorizada: que si Parlamento Europeo, que si Consejo de la UE, que si Comisión Europea, que si Presidencia (rotativa y permanente), etc. y en consecuencia seguimos entendiendo la política en clave de Estado-Nación con soberanía económica, y no afinamos bien el tiro a la hora de responsabilizar a los poderes. A esto habría que añadir una tercera cuestión: la incapacidad de reinventarse de los sindicatos en las dos o tres últimas décadas.

Si los Gobiernos torpemente asumen como propias estas decisiones, es normal que los sindicatos carguen en España, en Francia o en Alemania contra estos Gobiernos. Ahora bien, si estos mismos Gobiernos, honestamente reconociesen que han sido obligados a tomar estas decisiones, y que formar parte de la Unión Europea consiste en perder gran parte de la soberanía económica, ayudarían a los sindicatos a realizar su labor, y estarían haciendo pedagogía política hacia los ciudadanos y ayudarían a que entendamos mejor las nuevas reglas del juego político y económico con las que llevamos jugando en España desde 1986.

España (como otros muchos países de la Unión, incluidos Francia y Reino Unido) tenía previsto reducir su déficit de aquí a 2016, es decir pagar su crédito en 6 años en lugar de en tres, lo que supone más intereses, pero una cuota más baja, lo que daría más liquidez y permitiría respirar más cómodamente, como ocurriría en una familia. Sin embargo, Europa de repente dice que el crédito hay que devolverlo en tres años sí o sí, y por tanto los países se ven obligados a este aterrizaje forzoso y tienen que recortar donde no lo tenían previsto unos meses antes.

Pongamos el ejemplo de una familia que tenía previsto devolver su préstamo en 10 años, y le obliga su club financiero a devolverlo en 5, y por tanto los gastos mensuales en jamón de york se trasladarán a mortadela o a nada. Cuando algún miembro de la familia le pregunta al miembro que ha sido obligado por el banco o por el club a hacer estos recortes el porqué de esta situación, recibe la respuesta de “no te preocupes, esta decisión la tomo por tu bien, y así nos irá mejor en el futuro”. Como vemos, esta respuesta es la que daría una madre o un padre a un niño que no está preparado para entender estas cosas de adultos. ¿Piensan los Gobiernos europeos, suponiéndolos de buena fe, que somos sociedades infantilizadas? Al menos nos tratan como a tales, y si a un individuo no se le trata y considera como adulto, nunca lo será porque no se enfrenta honestamente a la realidad.

Estas medidas injustas las han decidido unos tecnócratas, pero han puesto de pantalla a unos gobiernos (da igual que sean conservadores o socialdemócratas) que son los que se comen el marrón. Es evidente que estas medidas se han tomado con Zapatero o con Rajoy, con Sarkozy o con Royal. Es un buen truco que ha debilitado la democracia alarmantemente (con el colaboracionismo intencionado o no de los Gobiernos, todo hay que decirlo), porque la gente se da cuenta de que lo que vota no importa a la hora de la verdad

Por consiguiente, las formas y usos del poder se han transformado y perfeccionado, y es por ello que la forma de hacer sindicalismo a la que estábamos acostumbrados ya no funciona, y debemos transformar y perfeccionar las herramientas de presión de los trabajadores. Por ejemplo, si la herramienta del sindicato es simplemente la decimonónica huelga, vamos de culo, porque el poder de verdad, quien ha decidido estas cuestiones, pasa inadvertido y sólo serviría para debilitar al gobierno de turno, y el siguiente gobierno no desgastado y aprovechando la ilusión de los nuevos aires, seguirá siendo un títere del poder real en estos asuntos.

Los sindicatos deben reforzar su rol de grupo de presión (Lobby), y contactar con las fuerzas políticas para que asuman muchas de las propuestas y posiciones de los sindicatos como propias (como hacen muy bien otros grupos de presión como la Iglesia Católica o la CEOE). No quiero decir que los sindicatos no lo intenten, pero su deber es hacerlo mejor. Y hacerlo mejor consiste en que no contacten con los grupos políticos para que simplemente voten en contra de las medidas, sino que adopten una posición proactiva, y que lleven bien estudiadas todo un catálogo de propuestas y alternativas viables, y que generen sólidos canales de comunicación con sus afiliados, quienes se verán representados en ese trabajo y esas propuestas.

Por tradición histórica, los sindicatos tienen más complicado presionar o influir directamente a la derecha, pero trabajar más y mejor la calle y los lugares de trabajo es viable, y la propia calle sí que tendría más posibilidad que el sindicato de influir en la derecha. Esto es lo que se llama lobby de raíz (o grassroot lobbying) y un buen modo de empezarlo sería con la participación de los trabajadores a través de la Red, hacernos ciberactivistas y no sólo pagadores de cuotas. De este modo se estarían creando cauces abiertos de comunicación con el sindicato y al mismo tiempo se vería al sindicato como interlocutor válido frente al gobierno y frente a otros poderes.

Un trabajador igual no va a la huelga porque no quiere perder ese día de sueldo, pero está indignado y estaría dispuesto a manifestar su malestar y a aportar un grano de arena para revertir la situación que considera injusta. Es evidente que los sindicatos están desaprovechando su capacidad movilizadora. Señores, si hay que hacer lobby, hay que hacerlo bien.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación Política en la Universidad de Málaga

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La mafia del lobby farmacéutico

imagen tomada dehttp://hebdomario.typepad.com/

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Publicado en elplural.com
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http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=43280

Soy consciente de que, en términos profesionales y académicos, la palabra lobby se refiere a un tercero que diseña la estrategia de un grupo de presión para influir en los decisores políticos. Sin embargo, este es el término con el que la mayor parte de las personas estás familiarizadas para referirse a estos grupos interesados en influir en la legislación y en la toma de decisiones. Es por eso, la forma de titular este artículo.

Puede parecer, a priori, que este tema está desfasado y que no conviene publicarlo porque no forma parte de la rabiosa actualidad, y por tanto de la agenda de esta semana. Nada más lejos de la realidad, ya que es precisamente ahora, cuando los gobiernos europeos están tratando de colocar, a precio de saldo, los millones de vacunas contra la gripe A que nos han sobrado, a los países no desarrollados.

El uso del miedo es uno de los recursos más antiguos y efectivos en la comunicación de masas, que no ha dejado de utilizarse para cualquier fin, en las campañas para hacer de las personas marionetas que bailen al son de los intereses de los poderes fácticos. Sobre este tema, recomiendo un libro muy interesante del sociólogo Enrique Gil Calvo titulado El miedo es el mensaje.

Pues bien, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lleva años empleando esta técnica persuasiva para salir beneficiada, exprimiendo del temor de las personas beneficios multimillonarios. Si nos fijamos, ese trabajo tradicionalmente ha sido el de la mafia, que sembrando el temor, conseguía, por ejemplo, que un comerciante le encomendase la protección de su negocio al mismo grupo del que estaba aterrorizado.

Quienes estamos familiarizados con las estrategias de comunicación, afortunadamente no sucumbimos, esta vez, ante esta campaña del miedo. Yo mismo recomendé a familiares y amigos no hacer ni caso a esto de la gripe A, y ni siquiera me vacuné siendo asmático, incluso cuando me lo recomendó mi médico. Además, pude comprobar como en mi entorno había personas aterrorizadas con que ese virus letal les alcanzase, y claro, cuando alguien se muere de miedo no racionaliza, y es mucho más fácil de manipular su conducta. Había quienes pensaban que incluso el Gobierno de España estaba haciendo demasiado poco.

Éste es el quid de la cuestión. Las técnicas modernas de presión (lobby), ya no tratan (sólo) de influir en los líderes políticos, sino (fundamentalmente) en la opinión pública, porque es más fácil convencer o atemorizar al conjunto de la opinión pública (que al ser un grupo tan grande y heterogéneo, no es experta en nada en concreto) que al gabinete de un político que dispone de asesores expertos en distintas áreas. Tema de otro debate sería la predisposición de algunos políticos a trabajar por los intereses de estos grupos, pero yendo al hilo de este artículo, y como estamos en países en los que afortunadamente la gente pone y quita gobiernos, los grupos de presión se han dado cuenta de que convenciendo a la población, ésta presionará y exigirá a sus propios gobiernos que tomen medidas. Similar a la estrategia que siguen las campañas publicitarias dirigida a los niños.

Por ello, España compró 37 millones de vacunas, y Francia, peor aún, casi 100 millones (ración doble, siguiendo la recomendación de la OMS de dos vacunas por persona). Una vez que se ha comprobado que el miedo era infundado e interesado, hay que revender en las rebajas este botiquín inservible.

Lo que deberíamos hacer es pedir responsabilidades y aplicar la ley. No es justo que se quiera colocar estas vacunas a países más pobres, cuando las farmacéuticas se han embolsado entre 5.000 y 7.000 millones de euros. Y sólo con la gripe A, sin tener en cuenta la porcina.

Por tanto, siguiendo la misma lógica de estas campañas de presión, deberíamos exigir a nuestros gobiernos que lleven a los juzgados a la OMS para saber si nos han estafado deliberadamente o no. En cualquier caso, y aunque la OMS no hubiese actuado de mala fe, debería devolvernos el dinero, como hacen los grandes almacenes, puesto que la mercancía no nos satisface. Porque si juegan a organización comercial, deben responder como tal. Si los gurús de la OMS no quieren que le pidamos este tipo de responsabilidades, que no se metan en negocios. La dialéctica de mercado es así.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación Política y Publicidad en la Universidad de Málaga

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