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poder

Hay que reinventar España

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/2013/09/12/hay-que-reinventar-espana/

A lo largo de la historia los países fuertes se han lanzado al control de otros países. Al principio esto se conseguía, fundamentalmente, mediante el sometimiento militar y la colonización. Después de la Segunda Guerra Mundial, el dominio empezó a transformarse no tanto en un modelo, podríamos decir, de protectorado, sino un modelo de “colonización” cultural gracias al desarrollo de los medios de comunicación de masas y las industrias culturales. Ejemplo de esto es el desarrollo del pop-rock, como música popular planetaria, y la expansión del inglés como lengua vehicular en todas las latitudes, tratando de crear, de algún modo, cosmovisiones compartidas y nexos de unión entre las personas, independientemente del país en el que vivan.

En los últimos tiempos, a raíz de que ciertos países han comenzado a emerger y aprovechando la crisis financiera, las nuevas formas de control de unos países frente a otros, se orientan no tanto en la hegemonía militar y en la asimilación cultural, como en dominar a otros países teniendo el control de su economía, y es por esto por ejemplo, que China compra deuda de los países desarrollados. Este tipo de poder es muchísimo más económico que invadir militarmente, e incluso más barato que mantener una industria cultural potente. Y es en esta tercera etapa en la que nos encontramos actualmente.

En este contexto geopolítico y económico, cierta parte de España sigue anclada en ese nacionalismo del siglo XIX, que se excita y se enaltece al grito de “Gibraltar Español” o de “Cataluña es España” (por poner dos ejemplos), como si lo que fuera realmente importante es la soberanía marchita sobre un territorio (aunque no digo que ya no sea significativo), en lugar de la gestión de la deuda, de los recursos energéticos y de la integración cultural de los territorios. Ya puestos, estos señores, que agreden a quienes no piensan como ellos (como ayer en Madrid amargando la Diada), podrían reivindicar también la soberanía sobre el Rosellón o sobre Portugal para ser más patrióticos todavía.

Los británicos aprendieron (con todos los matices que conocemos) esta lección hace siglos, llamando oficialmente a su propio imperio el Imperio Unido o a su estado Reino Unido, nombre oficial en el que no se simboliza supremacía aparente de los distintos países que forman el reino.

Y es aquí donde quiero llegar: el nacionalismo rancio español daña los propios intereses de España como país porque no sabe integrar. Si Cataluña se independiza, dirán “nos han quitado Cataluña” sin darse cuenta de que es precisamente su forma de entender España, lo que hace que muchos españoles nos sintamos fuera de su arquetipo de país. Y nuestro país, nos guste o no (y todos tenemos que respetarnos), es un país plurinacional.

Es evidente, y parafraseando a la inversa el memorable lema franquista, que en una España que sólo aspira a ser una, empequeñecida y sometedora, no cabemos todos.

Alfonso Cortés González es vicedecano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Málaga y Profesor de Comunicación de las Instituciones Públicas.
en twitter es: @yosoycortes
www.alfonsocortes.com

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El nombre de las cosas

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=52682

Tomando las ideas de Lakoff (especialista en lingüística cognitiva), hay un aspecto fundamental en la estrategia del discurso político y periodístico que la izquierda y el progresismo tienen descuidado, y que la derecha, gracias al aporte ingente que la rancia tradición les aporta, maneja perfectamente. Hablo de los marcos conceptuales, de la capacidad de ponerle nombre a las cosas para que sus posturas sean más fácilmente defendibles.

He visto oportuno apuntar hoy estas reflexiones gracias a una anécdota con mi artículo de la semana pasada. En tal texto se decía que Rajoy se mojaba en lo que haría con el matrimonio homosexual, cuando originalmente yo quería decir matrimonio civil, pero que se cambió, supongo, para ser más claro ante los lectores.

Esto me hizo pensar: ¿por qué sustituimos matrimonio civil por homosexual cuando todos, independientemente de la sexualidad, religión o etnia, somos iguales ante la
Ley? Pues, porque los medios y líderes de opinión conservadores (asistidos como introduje por el peso de la tradición) han conseguido poner tal definición sobre la mesa, marcando así por tanto las reglas del juego dialéctico, y utilizarlas en su ventaja.

Por ello, creo que es conveniente llamar a las cosas por su nombre y romper esa trinchera emocional y lingüística en la que se fortifican los conservadores. De este modo, al matrimonio homosexual hay que llamarlo matrimonio civil, sin más floripondios, ya que la ley no reconoce más que un tipo de matrimonio.

Desde que se aprobó la última norma, todas las uniones matrimoniales son matrimonio (a secas), entonces ¿por qué ponerle la etiqueta de homosexual? ¿si se casan
personas que trabajan en Correos lo llamamos matrimonio postal? Como observamos, llamar matrimonio homosexual cuando dos personas del mismo sexo se casan, en lugar de matrimonio civil (hay sólo dos tipo: civil o religioso), marca ya una diferencia entre distintos tipos de matrimonio (cuando se ha conseguido superar tal discriminación diferenciadora con esta Ley), siendo esto inconstitucional ya que nadie puede ser discriminado por su condición sexual, religiosa o política. Esto hace que la Ley no penetre del todo en la cultura social, porque la definición de matrimonio homosexual frente a matrimonio civil goza de aceptación en la propia cultura social. La mejor manera de crear cultura es poniéndole nombre a las cosas, y estar de acuerdo en tales definiciones.

Siguiendo este ejercicio de llamar a las cosas coherentemente, encontramos un montón de imprecisiones conceptuales que pueblan los medios de comunicación (sean progresistas o conservadores) y, por tanto, la cultura popular. Por ejemplo, llamamos grupos provida a los colectivos antiabortistas, como si el resto de las personas fuéramos pro muerte (fijémonos qué grupos de personas son las que defienden la pena de muerte, y vemos lo paradójico del asunto).

Para referirnos a la Libertad Religiosa, están imponiendo la etiqueta de laicismo agresivo e incluso anticlericalismo, e incluso, se atreven (desde tribunas conservadoras) a torpedear las iniciativas que buscan ampliar derechos o proporcionar bienestar bajo el argumento y el reproche de “con la de cosas más importantes que hay que hacer, os dedicáis a los derechos de gays o al medioambiente”. Pues bien, si pensáramos todos así, nunca avanzaríamos porque nunca sería el momento apropiado, ya que la agenda política tiene la complejidad de que a lo programado, se le añaden miles de asuntos sobrevenidos. No obstante, siguiendo las enseñanzas de estos señores conservadores, y ante su indignación porque Zapatero no fue a la misa que ofició Joseph Ratzinger, podríamos responderles: “señores, hay cosas mucho más importantes y urgentes para un presidente que reunirse con un Papa”.

En conclusión, que ellos utilicen sus marcos conceptuales es lógico. Pero si nosotros también lo hacemos, estamos jugando con sus reglas y perdiendo puntos. Estemos atentos, por ende, y hagamos un favor civilizador hablando con propiedad y construyendo cultura con nuestro propio lenguaje. Si por el peso de la tradición hubiese sido, la tierra seguiría siendo plana, quemaríamos brujas en hogueras y sufriríamos el derecho de pernada. Seamos conscientes de ello.

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Poder político, económico y comunicativo en la sociedad neoliberal

Artículo publicado en Revista Latina de Comunicación Social.
Autora: Laura Bergés
Enlace: http://www.revistalatinacs.org/10/art2/897_UAB/19_Laura.html

Resumen: El artículo analiza las relaciones entre poder económico, político y comunicativo en el modelo socioeconómico del capitalismo neoliberal. Se presentan primero las transformaciones en el poder económico para analizar después los distintos mecanismos que vinculan un poder económico en transformación con los medios de comunicación. Entre estos mecanismos se analizan el control de la propiedad y de otras fuentes de financiación externa, la procedencia de los ingresos comerciales y las técnicas de gestión empresarial, indagando en las relaciones que se detectan entre estas variables y los acontecimientos en la esfera económica. En la tradición de la economía política de la comunicación, se analizan las implicaciones que la concentración de poder económico, político y comunicativo tienen sobre la democracia y la libertad teniendo en cuenta la evolución del sistema socioeconómico y político en los últimos tiempos.

Palabras clave: poder y medios de comunicación; economía política; globalización; concentración; mercantilización; gestión de medios.

Texto completo: http://www.revistalatinacs.org/10/art2/897_UAB/19_Laura.html

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