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sociedad

el poder invisible

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=57199

Al igual que una serie de cambios sociales, políticos y económicos desembocaron en el colapso y caída del Antiguo Régimen en 1789, actualmente estamos en el comienzo de un orden distinto, en el que principios políticos fundamentales como el de soberanía popular o el de competencias del Estado-nación, empiezan a ser inservibles en el mundo actual. Esto, en mi opinión, es el comienzo de una nueva era.

Tradicionalmente el poder (en todas su manifestaciones) ha tenido la necesidad de hacerse ver, de hacer ostentación de su posición de fuerza. En este sentido, vemos como los estados han hecho (y hacen) alarde de su potencia militar (en desfiles y otros actos) y de su omnipresencia a través de monedas, sellos y comunicación institucional. Las empresas han hecho lo propio construyendo rascacielos o saturando la televisión con sus mensajes publicitarios. Sin embargo, el gran poder actual, ese que pone de rodillas a los estados y a las personas, se nos torna difuso y se invisiviliza para poder ejercer su dominio. Esto marca un hito en la historia de la civilización, con visos de que se nos avecina una nueva forma de sociedad.

Para argumentar esta postura, pongamos el caso de Portugal (por reciente, pero es extrapolable a todos los países desarrollados). El poder invisible (a través de sus colaboradores más o menos evidentes) sugiere a nuestro vecino del oeste que lleve a cabo una serie de reformas económicas y sociales, ante lo cual, su primer ministro accede a materializar. Las reglas del juego actuales “obligan” a tramitar estas decisiones a través del parlamento del Estado-nación, para que en representación de la soberanía popular, acepte o no la propuesta. En estas reglas que se han quedado antiguas, las decisiones del parlamento de tal estado, deben ser respetadas (con sus aciertos y errores) por el resto de poderes, sean públicos, privados, nacionales o internaciones. Y esto es, la soberanía nacional.

A pesar de que el parlamento portugués ha desaprobado el paquete de medidas de José Sócrates (que se ha visto obligado a dimitir), el poder invisible sabe que al final Portugal deberá hacer lo que se le pide, sea por las buenas o por las malas. Se convocarán elecciones y habrá una nueva presidencia, que si no hace “lo que debe”, el país será intervenido.

¿Entonces para qué sirven los estados y el poder político como representantes de la soberanía popular en este escenario? Pues para poner cara (y llevarse las tortas) a las decisiones e intereses del poder real, y no para salvar la cara de los ciudadanos. Puede que muchos políticos no se sientan cómodos con esta situación, pero en este nuevo tablero de juego (delimitado básicamente por el desdibujamiento de las fronteras, la globalización de los intereses financieros y la complejidad social) les es imposible, atendiendo a las actuales estructuras, servir de contrapeso a estos nuevos poderes especulativos. Servir de contrapeso es una de las funciones para lo que en principio y en teoría (muy grosso modo) estaba diseñado el poder político desde la Revolución Francesa.

Con esta reflexión no quiero mostrar un pesimismo derrotista, sino todo lo contrario. Considero que se han abierto nuevas oportunidades, precisamente por ser un mundo en ebullición y cambio, para buscar nuevas formas de representar y defender los intereses de la sociedad civil.

Para ello, nos toca ahora a la ciudadanía (y por supuesto también necesitamos enormemente a los Políticos con mayúsculas) el implicarnos y fomentar la creación de los nuevos poderes cívicos del siglo XXI, porque las actuales estructuras parecen estar agotadas y no servir para lo que se crearon. Por su parte, el poder especulador ha completado, más o menos, su revolución de cara a los nuevos tiempos.

En consecuencia, creo que no son asumibles las posturas de muchos políticos (incluidas las declaraciones de Rajoy de esta semana) que defienden que hay que hacer esto que pide el poder especulativo, porque es mejor que lo hagan ellos mismos a que lo hagan los otros. ¿Por qué es mejor que las reformas las hagan Reino Unido, España o Portugal, aparentemente de motu propio cuando lo que queremos la gente es que no se hagan? Que lo expliquen.

Parece ser que este tipo de políticos no se dan cuenta de que lo que necesitamos como sociedad madura, es que se respeten nuestras decisiones (y que nuestros representantes las defiendan) y no que nos carguen con responsabilidades que no nos corresponden. ¿O es que quizás este tipo de políticos no nos consideran realmente ciudadanos mayores de edad?

Por tanto, está claro que necesitamos cambiar, pero hay que cambiar las estructuras y las formas de representación, así como reactivar (fundamentalmente) nuestro propio compromiso con nuestra propia realidad. ¿Acaso el cambio que necesita España es que gobierne Rajoy para profundizar en las exigencias de estos poderes invisibles? No nos engañemos, eso sería no sólo peor de lo mismo, sino hacerle el juego a esos poderes que no se ven a la luz del día.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga

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La talla del PP y la negación del diálogo

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=55400

Esta semana ha sido puesto en evidencia que el PP no da la talla. Tras el acuerdo alcanzado por el Gobierno, patronal y sindicatos, se ha constatado que los de Rajoy no son, ni de lejos, una alternativa factible de gobierno en estas circunstancias. No hay nada peor para un sistema democrático que un partido con opciones reales de ganar las elecciones, que desprecia (y renuncia a) la herramienta fundamental de la democracia: el diálogo.

Antes incluso de que se institucionalizasen las democracias occidentales, las tertulias minoritarias “de salón” (en los sistemas de alternancia de partidos en el XIX) sirvieron de impulso para la democracia incipiente, ya que con tales tertulias, se quería profundizar en la idea de que los problemas (sean políticos o de la índole que sea) podían resolverse si se discutían y si se llegaba a acuerdos derivados de la negociación. Se planteaba este diálogo político y social como una forma más inteligente de solventar las diferencias, que el tradicional uso de la fuerza bruta.

Por eso es realmente grave que el PP no quiera siquiera sentarse a hablar (de nada), vaya a ser que se alcance un pacto medianamente útil, y aleje a los de Rajoy de La Moncloa. Y bien es verdad que esta actitud del principal partido de la oposición no parece abiertamente violenta, pero sí violenta al sistema mismo. En este sentido, el PP está usando su fuerza bruta de partido mayoritario para asfixiar los principios básicos de nuestro marco político. Este tipo de estrategias obstruccionistas del diálogo son características de partidos totalitarios que, en su día, fueron los que propiciaron las brutales dictaduras europeas del siglo XX.

Para que la concordia democrática funcione y no volvamos a dirimir nuestras diferencias a palos, es necesario la participación de las fuerzas políticas y sociales en todos los foros que atañen a los intereses ciudadanos, y sobre todo que tengan buena disposición para alcanzar pactos y acuerdos con vocación de superar las dificultades. Por ello, si una de las dos fuerzas mayoritarias se niega a participar, y a propiciar acuerdos sociales, está atacando la médula, la esencia misma del sistema y del espíritu democrático.

No sé si el pacto alcanzado por el Gobierno, sindicatos y empresarios es el más conveniente o no (tengo mis reservas y dudas), pero lo que sí creo es que para superar más cómodamente los problemas, es necesario que el partido que aglutina al menos el 30% de los votos en nuestro país, se moje y participe. Si al PP no le parece bien el acuerdo, que se sume al diálogo y presente sus propuestas y alternativas. Seguro que se discuten.

Si el PP no hace esto, está claramente boicoteando a su propio país. Inclusive la CEOE (antes dirigida por el nefasto Díaz Ferrán) se ha dado cuenta que hay que arrimar el hombro. Lo que pasa es que el PP ni siquiera tiene ideas que poner sobre la mesa, simplemente espera a que la Presidencia del Gobierno les caiga encima por la gracia de la crisis.

Para muestra evidente de lo que digo, la siguiente: este martes en la tele de Pedro J, el líder de la oposición (un tal Mariano Rajoy), no era capaz de explicarnos sus propuestas políticas y económicas (y balbuceaba como un niño), alegando que no entendía bien su propia letra. La frase “qué triste” se queda demasiado corta para comentar esta actuación estelar del barbudo opositor. Por ello, para que no se me acuse de bravucón, no diré nada más al respecto.

Volviendo a la idea principal de este artículo, la de trabajar con el diálogo para construir sociedad, quiero destacar, en contrapartida a la postura del PP, la talla moral de los sindicatos, que como CC.OO., a pesar de tener recurrido el decreto que recorta el salario de los trabajadores públicos unilateralmente, no se cierran al diálogo, y ponen sobre la mesa sus intereses y su fuerza social al servicio del país. Y lo hacen aunque sea lo difícil y lo que no les pide el cuerpo. Lo fácil es lo que hace el PP; pero como en muchas circunstancias en esta vida, lo más fácil es lo menos aconsejable. ¿Cuándo no nos queden espacios reales en los que dialogar y pactar nuestros modelos de sociedad, volveremos a las trincheras?

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga

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Poder político, económico y comunicativo en la sociedad neoliberal

Artículo publicado en Revista Latina de Comunicación Social.
Autora: Laura Bergés
Enlace: http://www.revistalatinacs.org/10/art2/897_UAB/19_Laura.html

Resumen: El artículo analiza las relaciones entre poder económico, político y comunicativo en el modelo socioeconómico del capitalismo neoliberal. Se presentan primero las transformaciones en el poder económico para analizar después los distintos mecanismos que vinculan un poder económico en transformación con los medios de comunicación. Entre estos mecanismos se analizan el control de la propiedad y de otras fuentes de financiación externa, la procedencia de los ingresos comerciales y las técnicas de gestión empresarial, indagando en las relaciones que se detectan entre estas variables y los acontecimientos en la esfera económica. En la tradición de la economía política de la comunicación, se analizan las implicaciones que la concentración de poder económico, político y comunicativo tienen sobre la democracia y la libertad teniendo en cuenta la evolución del sistema socioeconómico y político en los últimos tiempos.

Palabras clave: poder y medios de comunicación; economía política; globalización; concentración; mercantilización; gestión de medios.

Texto completo: http://www.revistalatinacs.org/10/art2/897_UAB/19_Laura.html

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