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trabajadores

Los trabajadores crean empleo

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/2012/06/08/los-trabajadores-crean-empleo/

Es cierto que para crear empleo debe existir una empresa en la que trabajar (también puede ser una cooperativa, aunque lo dejo aquí por no ser este el objeto de la discusión). Por otra parte, para que el sistema funcione, la figura más importante en este juego, más si cabe que los propios empresarios, son los clientes. Los clientes son los que dan sentido a los negocios y son quienes depositan su dinero y su confianza en las empresas. Sin ellos, no hay nada que se pueda hacer.

Pues bien, la genial idea de este Gobierno, que cada día se nos muestra más incapaz para solucionar los problemas de España, es precisamente disminuir el número de clientes en nuestro país. Con sus políticas de recortes (que van desde la médula del Estado Social, que son la Sanidad y la Educación, hasta la minería, pasando por el recorte en salarios públicos) se consigue eliminar miles de clientes del sistema.

Un minero trabajando, no sólo es mano de obra, sino que cuando sale del trajo le gusta ir con sus hijos a comer a un bar o comprarse ropa nueva. Es decir, parte del dinero que ingresa por trabajar en la mina, lo vuelve a poner en circulación gastándolo en otras empresas, y es lo que hace que el sistema funcione.

Si dejamos a miles de mineros, de médicos, de maestros, y de otros empleados públicos en el paro, ya no podrán gastarse los euros que se gastaban en el bar, en la tienda de ropa o en la de muebles. Así, el dueño del bar o de la tienda, como ha perdido clientes (médicos, mineros o profesores que ahora están en paro) antes de cerrar, despide a gran parte de sus camareros y dependientes, que irán derechitos a las filas del INEM junto a los ciudadanos mencionados anteriormente. De este modo multiplicamos las deudas de nuestro país y disminuimos de manera brutal los ingresos en el sistema (tanto empresas como Administraciones).

Por tanto, lo que un Gobierno medianamente inteligente debería hacer, es no permitir bajo ningún concepto aumentar las filas del paro, porque eso nos deriva a una espiral de más desempleo y miseria. Un Gobierno honesto en una crisis como esta, está obligado moralmente a poner dificultades a que se despidan trabajadores (en lugar de esta criminal reforma laboral que facilita el despido), y mantener y aumentar el poder adquisitivo de trabajadores públicos, que en momentos de inestabilidad son los que podrían seguir manteniendo cotas estables de consumo, en lugar de recortarles el sueldo y mandar a miles de interinos a la calle, lo que nos cuesta más dinero aún, puesto que tienen derecho a prestaciones por desempleo.

Señor Rajoy, quienes realmente dan trabajo, son los propios trabajadores, sean funcionarios, mineros o dentistas. En lugar de poner el dinero en Bankia (para que se lo queden unos pocos) ponga esos euros en los bolsillos de los currantes, ya verá usted como los ciudadanos, simplemente gastando nuestro dinero, lo estarán distribuyendo en el sistema muchísimo mejor (y de manera más justa) que su amigo Rato o Goirigolzarri.

Discúlpenme los lectores por este texto tan elemental, pero a ver si con suerte lo lee el presidente Rajoy y se da cuenta de su garrafal error de base. Eso en el mejor de los casos de que el señor Mariano sea sólo un zoquete bienintencionado. También cabría la posibilidad de que en lugar de ser un pobre hombre encumbrado que no sabe como servir a los ciudadanos que le han votado, fuera un fiel sirviente de los intereses de la minúscula alta burguesía financiera. En este caso, no cabría otra solución que tumbar este Gobierno.

Alfonso Cortés González es vicedecano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Málaga y profesor de Comunicación de las Instituciones Públicas
http://www.alfonsocortes.es/

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El sueño de Rosell

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/tribuna-libre/el-sueno-de-rosell/

Probablemente Juan Rosell, presidente de la CEOE, al evocar aquella frase manida de que cualquier tiempo pasado fue mejor, se retrotraiga con egoísta ineptitud al siglo XIX, donde los trabajadores no tenían prácticamente ningún tipo de derecho. Y es ignorante su codicia porque a menor calidad de vida de los trabajadores, menor facturación global de las empresas (de la economía real), que fundamentalmente viven del consumo de los asalariados.

Es enero de 1855, una gélida madrugada. La verdad que no sé si es sábado, o lunes o jueves. Al fin y al cabo todos los días son exactamente iguales. Despierto a mi hijo de 11 años que está acurrucado bajo una vieja manta fría y roída. No hay tiempo que perder, a las 6 de la mañana ya tenemos que estar los dos trabajando en la fábrica, y don Francisco se enfadará mucho si no estamos al menos cinco minutos antes.

Ahora las cosas se han puesto más difíciles, porque mi hijo mayor, que tiene 14 años, está enfermo con tuberculosis y no puede trabajar. Sin su sueldo apenas tenemos para comer bien todos los días y mucho menos tenemos capacidad para comprar los medicamentos que él y su madre necesitan.

Me duele el pecho, y espero que sólo sea un resfriado y no la maldita tuberculosis, ya que día que no se trabaja, día que no se cobra, y ya mi familia tiene bastantes penurias como para que su padre se quede sin trabajo. Ya no tendríamos ni para la sopa de pan duro y ajo que comemos cada cena afortunadamente.

A las 9 de la noche, si nos dejan, saldremos de trabajar. Menos mal que mañana domingo es el único día que descansamos, y así puedo aprovechar para ir a la asamblea del sindicato que clandestinamente hemos montado los obreros, para contribuir en la planificación de nuestro programa de reivindicaciones. Demandamos una jornada laboral de máximo 12 horas diarias (ahora estamos trabajando entre 16 y 18), y estamos recaudando algo de dinero entre todos para crear un fondo solidario para cubrir las bajas laborales en caso de enfermedad.

No sé si he sido un inconsciente trayendo hijos al mundo para que se pudran en la miseria y sólo sirvan como mano de obra barata para patrones sin humanidad. Espero que con la lucha que estamos llevando a cabo miles de trabajadores en todo el mundo, quizás algún día, mis nietos puedan vivir con dignidad.

Esta es, por muy dura que pueda parecernos hoy día, una reconstrucción verídica de un día normal de cualquier trabajador de aquellos años. ¿Es este el sueño de cada siesta del señor Juan Rosell? ¿Creen los empresarios representados por este señor que la salida a la crisis de productividad pasa por volver a un sistema de trabajadores desamparados?

Parece que sí a tenor de las propuestas con que cada día se despacha la CEOE en estos últimos tiempos. No sé si el señor Rosell será ruin o simplemente un iletrado con más poder e influencia social de que la que se merece. Ante estos ataques y propuestas de la patronal contra los trabajadores se me ocurre responder son serenidad y sentido común.

Señor Rosell:
1. despedir más barato aún (ya mismo al que despidan va a tener que apoquinar por irse a su casa, si es que tiene la suerte de haberla pagado) sólo sirve para despedir con mayor facilidad y no para crear empleo. Ya tenemos suficientes parados en España. ¿Para qué quiere despedir tan fácil si lo que hay que hacer es contratar?
2. Cuantos más parados tengamos, más bajará el nivel de vida global de nuestro país y de este modo sería complicado mantener servicios públicos como educación, sanidad y pensiones de manera universal. ¿O usted cree que no es un derecho de todos el poder estudiar y tener salud?
3. Esto además se agravaría con la (también demandada por usted) bajada de impuestos a sus empresas, ya que habría que unir a la mayor necesidad de gasto social (más parados) un recorte en los ingresos del Estado que es quien gestiona y proporciona estos derechos sociales. ¿O es que ustedes no quieren colaborar en este momento difícil de nuestro país con una pequeña parte de sus enormes ganancias?

Señor Rosell, le recomiendo que estudie algo y lea sobre economía de verdad, y si ya lo hace hágalo mejor. Explique a la sociedad española si ha errado en sus precipitadas e indoctas propuestas o asuma honestamente que su proyecto y deseo es claramente volver al siglo XIX o sentirse como un magnate chino en la soleada España.

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No debemos renunciar a los sindicatos

Este título de “no debemos renunciar a los sindicatos” (al que habría que añadir: “sino que debemos mejorarlos”) viene a colación de una decisión del Gobierno balear que consiste en eliminar de un plumazo a todos los liberados institucionales de la Comunidad Autónoma. Hay quien, siendo trabajador, aplaude ignorantemente esta decisión que sin duda desequilibra los juegos de poder entre mano de obra y capital, y desposee a los trabajadores de un instrumento reconocido en la Constitución vigente.

El problema reside en que quien siendo un currante y apoya esta perversión de los conservadores, se queda sólo en la superficialidad del problema, ya que está atendiendo únicamente a su quizás mala experiencia personal con el sindicato o con el liberado sindical de turno. Sin embargo la cuestión es más compleja, porque si se suprimen los liberados sindicales, se están arrebatando a la clase trabajadora unos derechos fundamentales (como son asociarse y defender juntos sus intereses de grupo), que costaron sangre, esfuerzo y demasiado tiempo conseguir.

A pesar de todos los errores de los sindicatos, y de aquellos que se aprovechan del sindicato para su propio beneficio, este es el instrumento más útil que conocemos hasta el momento para equilibrar la fuerza de los trabajadores frente a los intereses particulares de la empresa. Esto es irrefutable. Por tanto, no nos dejemos embaucar por cantos de sirenas y gaviotas travestidas, y caigamos en la cuenta de que en realidad, los sindicatos no sólo son necesarios, sino que son un reflejo de la propia clase trabajadora.

Es duro decir esto, no lo niego, pero es que los sindicatos (tanto para bien como para mal) son lo que son fruto de las distintas actitudes que las personas podemos mostrar. Es decir y resumiendo: si un sindicato negocia bien un convenio es porque detrás hay trabajadores comprometidos no sólo con sus intereses particulares sino con los derechos generales de su colectivo. Si un liberado sindical vive del cuento es porque sus compañeros lo permitimos y no tenemos las agallas suficientes para botarle del puesto, y mucho menos tenemos la integridad moral (de la que tanto posiblemente alardeamos) de dar un paso adelante y de defender nosotros mismos los intereses de nuestro colectivo.

Por ello y concluyendo, creo que tenemos los sindicatos que nos merecemos. Pero ojo, opinar de este modo no significa estar en contra los sindicatos, sino que significa estar a favor, ya que la mejor atención que se le puede hacer a cualquier institución social es la crítica y autocrítica para mejorarla y para adaptarla a las necesidades de cada tiempo.

La cuestión, por tanto, no consiste en eliminar a liberados o renunciar a los sindicatos, sino en tomar conciencia y ser, nosotros los trabajadores, los primeros que les tiremos de las orejas a aquellos liberados ineficientes y sustituirlos por otros comprometidos. Otra cosa puede ser que ni los propios trabajadores estemos comprometidos con nosotros mismos…

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad y de Comunicación de las Administraciones Públicas en la Universidad de Málaga
www.alfonsocortes.com

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Insultante hipocresía y egoísmo de los empresarios

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=46820

El jueves a última hora se comunicó que el Gobierno aprobará un impuesto especial a las rentas más altas, que son aquellas que superan el millón de euros. También se está barajando la posibilidad de aumentar los impuestos a las grandes empresas. Ambas posibilidades me parecen muy oportunas y más justas que las decisiones tomadas por sorpresa la semana pasada, aunque la ministra Salgado debería aclarar si se va a actuar sobre la renta o sobre el patrimonio de estas fortunas (y de qué forma), ya que se está hablando de ambas cosas al mismo tiempo y son conceptos muy distintos. Hubiese tenido más lógica que las medidas contra el déficit hubiesen empezado por aquí, por el control del fraude fiscal y por la vuelta del impuesto al patrimonio, y no al contrario como se ha hecho, lo que evidencia una gestión gubernamental de la estrategia político-comunicativa torpe y pésima, por el daño causado a las vinculaciones emocionales con el electorado progresista, que es a quién se debe Zapatero en primer lugar, por ser sus votantes quienes le han aupado a la presidencia, y no los empresarios de la CEOE. Pero el caso es que en estas circunstancias lo que resulta escandalosamente ofensivo es la postura hipócrita, egoísta y antipatriota de la comparsa de Díaz Ferrán. ¿Qué podíamos esperar de estos vampiros con corbata?

Hace unos días en este mismo periódico, Gustavo Vidal publicaba un interesante artículo en el que comparaba a los nazis con los tiburones financieros, por el insaciable afán de poder de ambos. Igual que Hitler no se conformó con que las democracias occidentales cediesen ante su pretensión sobre los Sudetes, y prosiguió con su anhelo expansionista, los grandes capitales no se van a conformar sólo con estos grandes recortes sobre trabajadores y pensionistas, sino que querrán ir a por más sangre.

En este sentido, vimos como Díaz Ferrán alababa a Zapatero relamiéndose de gusto tras el anuncio de congelación de pensiones y de recorte de sueldo de los trabajadores del sector público. El nefasto presidente de la CEOE y sus secuaces ya se estaban frotando las manos y brindando en sus yates por los derroteros que podrían tomar las negociaciones de la reforma laboral en el sector privado, tras el ejemplo y precedente sentado en el sector público (tradicionalmente a la vanguardia en cuanto a derechos de los trabajadores).

En medio de este corto idilio entre la patronal y el Gobierno, Zapatero anuncia que ahora le toca aportar su grano de arena a los ricos, y ante esto los de Díaz Ferrán rugen y manifiestan que de ninguna manera, que ellos no quieren pagar nada, y que si se les toca sus maletines rebosantes de euros, vendría el decrecimiento. Eso es falso, ya que el crecimiento empresarial depende de la abundancia en los bolsillos de los trabajadores (que son los consumidores), y no de unos puntos arriba o abajo en impuestos. Lo que pasa que su codicia, egoísmo e hipocresía les ciega y no son capaces de ver la realidad racional y honestamente.

Son tan insaciables (al igual que los nazis, como apuntó Vidal) que no entienden que el esfuerzo debe ser acorde a las posibilidades (y por supuesto a las responsabilidades) de cada uno, y que hasta la fecha, ellos no han sufrido nada de nada esta crisis que ellos mismos han causado con su egoísmo y abusos. Los primeros que deben pagar el pato son precisamente ellos, los especuladores, la banca y todos estos empresarios que se han llevado estos años plusvalías calentitas (y no los currantes que mientras las empresas crecían un 25%, ellos cobraban la misma miseria).

Posteriormente, si con esas medidas dirigidas a los responsables de la crisis y a los más poderosos no se cubren estos gastos, ya se podría pedir el favor y el esfuerzo a otros segmentos sociales, los cuales conviene recordar, no tienen ninguna responsabilidad en esta crisis, como por ejemplo los trabajadores (sean públicos o privados). Eso sería lo justo, lo que pasa es que estos Díazferranes no saben siquiera lo que significan los términos de justicia, equidad y responsabilidad.

Pero eso tendría solución, y como sabemos que estos señores no van a volver a la escuela (si es que han asistido con vocación alguna vez), el Gobierno debería aplicar con ellos la misma disciplina que ha aplicado con los trabajadores, porque si no, el futuro que nos espera si ganan los de Rajoy las próximas elecciones es todavía peor, ya que el PP es un partido lleno de nostálgicos del franquismo, de corruptos y caraduras, y en su propia esencia es el brazo político de Díaz Ferrán. Hasta hace tan sólo una semana, Rajoy pedía medidas de recorte del gasto como las que ha adoptado el Gobierno, y una vez tomadas, se opone a ellas.

Si realmente han cambiado las tornas y ahora el PP, como ha afirmado cínicamente Cospedal, es el partido progresista y de los trabajadores, que se comprometan públicamente y copien su programa electoral al PSOE y a IU, y demuestren en sus Gobiernos Autonómicos como se las gastan contra el capital y los poderosos, y que Camps comience regalando sus trajes a medida a las familias del Cabanyal. Reflexionemos como ciudadanos activos sobre nuestros propios intereses, porque hay mucho en juego y ellos van a por todas. Parafraseando un anuncio de hace años de Caja Madrid: Ellos son más fuertes, pero nosotros somos más. No lo olvidemos.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación Política en la Universidad de Málaga

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