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julio, 2010:

La cuestión de los toros

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=49153

La votación de esta semana en el Parlament de Cataluña, ilegalizando la tortura festiva contra los toros, es ya un hito histórico. Y lo es precisamente por ser esta fiesta un símbolo del país, con larga tradición y apoyada por algunos sectores de la sociedad (para nada mayoritarios). Ahora bien, reducir la identidad nacional española a las corridas de toros, como pretende el PP, es no sólo miope sino injusto con nuestra imagen de país en el mundo. En realidad, la imagen proyectada al exterior de los topicazos españoles nos ha perjudicado ya que siempre han solido redundar en que somos poco trabajadores, que estamos todos los días de siesta y viendo los toros, y esto merma la confianza de “lo español” fuera de nuestras fronteras a la hora de cerrar acuerdos.

Evocar a lo tradicional de la tauromaquia lo considero un argumento fácil e insostenible al mismo tiempo. Si repasamos la historia de la civilización, las tradiciones siempre han estado muy vinculadas a la violencia, y por eso de alguna forma, muchas veces no nos percatamos de esa violencia cultural en nuestros ritos (y no sólo en los taurinos), que legitimamos bajo el manto protector de la fiesta y la tradición.

Sin embargo, una muestra de desarrollo, de progreso histórico y de evolución civilizadora es ir superando y aboliendo esa violencia cultural y tradicional. Por tanto, desde el punto de vista humanista, es muy coherente y razonable eliminar la violencia de los símbolos sociales, de la alegría y de la fiesta colectiva.

En la Roma imperial era tradición y fiesta echar a pelear hasta la muerte a gladiadores entre sí o frente a fieras como leones. Eso en la Italia actual ya no es legal, y sin embargo, el gladiador sigue siendo un símbolo (romántico y comercial) de la península itálica, y esos episodios siguen estando muy vivos en nuestra retina gracias al cine y la literatura, sin necesidad de empujar a nadie a su muerte sangrienta por diversión.

La guillotina, por su parte, es también un símbolo de la Revolución Francesa, y a pesar de que el espíritu de dicha revolución es símbolo nacional en Francia (en sus monedas y timbre sigue apareciendo el lema “Liberté, Égalité, Fraternité”) no hace falta pasar a nadie por la guillotina para reivindicar lo francés. Eso ya lo tienen superado. Aquí creo que tarde o temprano pasará lo mismo: superaremos los toros sin complejos provincianos.

Y una vez que demos ese paso, en esa España en la que no se torturan toros por diversión y espectáculo, el toro bravo (al igual que la guillotina) seguiría siendo un símbolo nacional, por decirlo de algún modo, histórico y comercial, pero eso sí, sin daño con alevosía contra un animal.

Por estos motivos, creo que esta decisión del Parlamento de Cataluña es muy valiente y oportuna y puede servir de ejemplo a otras comunidades. En mi opinión, esto sería un paso civilizado y muestra de desarrollo de nuestra historia como país. Ahora bien, podríamos discutir también sobre una tercera vía: No prohibir las corridas como tales, pero si prohibir el daño contra el animal y su muerte como espectáculo. Creo que es un tema interesante para reflexionar este mes de agosto. Que pasen un mes estupendo, y hasta septiembre.

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Comprender España

Publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=48694

En realidad, este título le viene grande al artículo (podría titularse Díez no comprende España), ya que bajo el mismo, se podría escribir un ensayo en lugar de este modesto texto. Sin embargo, creo que es oportuno apuntar algunas ideas al respecto, en respuesta a la postura patriotera que Rosa Díez, diputada de UPyD, ha defendido en el Debate sobre el Estado de la Nación. Lo que ha unido, territorialmente hablando, estas semanas el mundial, lo desatan y echan por la borda personajes políticos de esta altura.

En primer lugar, habría que recordarle a la señora Díez que el Estatuto de Cataluña fue aprobado por una amplia mayoría en el Congreso de los Diputados y en el Parlament (lo que en democracia le otorga toda la legitimidad necesaria) y que además fue sometido a referéndum lo que le da ración doble de este ingrediente vital en política. En este sentido, y apoyándonos en el concepto clásico de Legitimidad en las Ciencias Políticas, se puede incluso afirmar (políticamente, no judicialmente) que este Estatuto, con estas credenciales democráticas, es muchísimo más legítimo, de cara a la ciudadanía, que cualquier fallo judicial venga de quien venga. No se me malinterprete: un Tribunal en democracia es plenamente legítimo y constitucional, pero quiero decir que lo que la gente vota directamente, y votan nuestros representantes tiene ese plus de legitimidad.

En segundo lugar, habría que enseñarle algo de Historia de España a la mencionada diputada por Madrid, para que no diga vaciedades en la Tribuna. En los libros de texto de los colegios e institutos se les enseñaba a los niños (no sé si lo seguirán haciendo, pero me temo que sí y dependerá de la Comunidad) que España nace como nación con los Reyes Católicos, como si en el siglo XV existiese siquiera el concepto contemporáneo de Estado-Nación (concepto surgido en el romanticismo, por cierto). Está claro que en todos los países se tunea la historia para hacer creer a los ciudadanos que tenemos una conexión mística, genética y visionaria con un pasado glorioso. El nuestro obviamente no es una excepción, pero al ser España un país de países, enseñar mal la historia de España a los Españoles traerá (viene trayendo ya desde el siglo XVIII con el primer Borbón y su visión centralista del Estado) consecuencias negativas, que más que fortalecernos y cohesionarnos como país, favorece precisamente el distanciamiento sentimental entre los territorios de la península.

Fijar el inicio de España en la unión matrimonial de Isabel I (de castilla) y Fernando II (de Aragón) es sencillamente una falacia. Durante todo el Reinado de estos católicos reyes (maticemos que el título de Católica Majestad se lo concede el Papa a Fernando) los distintos reinos peninsulares mantuvieron sus instituciones propias, sus propias leyes, y sus propias monedas, símbolos inequívocos del Estado-nación. Esto se mantuvo así durante toda la dinastía de los Austrias, dinastía que además de la península Ibérica controlaba también Milán, Flandes y Borgoña (entre muchísimos más territorios). Tenemos un ejemplo hoy día: aunque Canadá o Australia compartan rey o reina con Inglaterra, no se puede decir que sean el mismo país, sino que son países soberanos e independientes: eso ocurría de algún modo (y salvando las enormes distancias que no caben explicar en profundidad) en la España medieval y moderna.

Por otra parte, el terreno accidentado de la península que no facilita el moverse fácilmente de Andalucía a Navarra (salvo con importantes y modernas infraestructuras y medios de transporte) durante siglos favoreció diferencias subculturales en territorios próximos, y así por ejemplo en Euskadi encontramos distintos dialectos del euskera. Con esto que expongo no quiero negar la existencia de España, que es evidente, sino matizar qué significa España.

Nuestro país es muy rico culturalmente y tiene buenas posibilidades de futuro si hacemos bien las cosas, pero atendiendo a estas cuestiones lo que queda claro es que España no es una, sino muchas. Y esta es una de las grandezas de nuestro país y en sus diferencias está su ventaja competitiva. Por tanto, vamos a aprovechar nuestro equipaje común en la construcción del Estado-Nación, pero sin maniatar los sentimientos de ningún territorio.

Desafortunadamente para el parlamentarismo de España, la señora Rosa Díez tomó ayer en el debate el papel que le corresponde a la ultraderecha (como hace otras veces Rajoy), apoyándose tan sólo en el superficial y ridículo discurso patriótico, dejando de lado todas las cuestiones de gran calado y que realmente nos interesan. Oscar Wilde decía que “el patriotismo es la virtud de los depravados” y Shopenhauer que “todo imbécil execrable, que no tiene en el mundo nada de que pueda enorgullecerse, se refugia en este último recurso, de vanagloriarse de la nación a la que pertenece por casualidad”.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación Política en la Universidad de Málaga

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Rajoy fomenta la corrupción

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=48457

No se puede decir que Rajoy sea un corrupto porque no ha sido condenado por ello, y ni siquiera ha sido imputado como lo han sido centenares de sus amiguitos de partido. Y tampoco es esa mi intención. Lo que sí que se puede afirmar con rotundidad es que la actitud de Rajoy favorece y protege la corrupción y el comportamiento detestable de los corruptos de su partido, que ven como su líder se pone del lado oscuro, en lugar de estar del lado de la ley.

Un líder de verdad, un aspirante serio a la presidencia del país debe dar ejemplo y ejercer su autoridad para que se cumpla la ley y para que la ética esté por encima de los intereses bastardos y podridos de ciertos delincuentes con corbata metidos en política, aunque jueguen en su propio equipo. Si Rajoy favorece este laissez-faire estando en la oposición, imaginemos si alguna vez llegase a La Moncloa: el desparrame y la berlusconización de España sería irreversible. Ya sabemos, lección que nos ha dado el estudio de la historia de la política, es que los líderes incapaces fortalecen su posición permitiendo que sus subordinados y colaboradores roben a manos llenas.

Ha quedado de manifiesto que Rajoy es incapaz de ejercer el liderazgo en su propia casa, por tanto, invito a los militantes del PP a que empiecen a buscarse otro presidente, ya que con este señor con barba tienen muy crudo ganar las elecciones, y si las ganase, lo tendríamos muy crudo todos los españoles.

Y como ven, señores, no hace falta hablar ni de Ripoll, ni de Camps, ni de Martín Serón porque la corrupción se ha convertido desgraciadamente en el padrenuestro de cada día del Partido Popular, y por tanto, es inmoral y sangrante el argumento pepero de que existe una conspiración contra ellos. Lo ilegal no es que la policía detenga a políticos corruptos, señor Rajoy, lo ilegal es lo que hacen sus compañeros de partido.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación Política en la Universidad de Málaga

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