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diciembre, 2009:

Díaz Ferrán, la deslegitimación de la CEOE y el ridículo del PP

Artículo publicado en elplural.com. Para leerlo pinche aquí.

Este semana nos hemos enterado por los medios de comunicación de que Air Comet, empresa de la que es propietario Gerardo Díaz Ferrán, presidente de la CEOE, ha echado el cierre. Esta situación va a mandar a la cola del paro a más de 600 trabajadores y trabajadoras, que llevaban incluso hasta 6 meses sin cobrar. Parece ser que el señor Díaz Ferrán y su socio Gonzalo Pascual, acumulan una deuda de unos 100 millones de euros. Esta carta de presentación es la que sorprendentemente sigue detentando la patronal al insistir en que el presidente de Air Comet es su mejor representante.

El pasado martes, el diario económico Cinco Días tituló la noticia como «ni héroe en su empresa, ni villano en la CEOE» en clara alusión a Díaz Ferrán. Este titular me ha arrancado una prudente y amarga sonrisa, porque este señor sí que es un villano en su empresa, por mandar a cientos de familias al abismo, y un héroe en la CEOE, ya que es un acto heroico seguir siendo su presidente después de todo lo que lleva recorrido hasta el momento este empresario.

Es notoria y pública la admiración que siente el, todavía, presidente de la CEOE por líderes políticos como Esperanza Aguirre, a la que calificó como cojonuda, cuando esta proponía una serie de recetas contra la crisis, que eran y son las mismas que las que propone la patronal. Por ello, el PP ha pasado a convertirse en el brazo político de la CEOE, lo que quedaba puesto de manifiesto recientemente, cuando en una entrevista concedida a El País, el 1 de noviembre, Díaz Ferrán alardeó de que «el PP ha asumido nuestras recetas».

Debe ser vergonzoso para un partido político, asumir las recetas económicas de quién arruina hasta sus propias empresas. Aunque no sabemos si ciertos dirigentes (y lideresas) del PP tienen a estas alturas sentido del ridículo. En este capítulo de esta historia creo que es necesario recordar las propuestas contra la crisis que han puesto sobre la mesa la alianza PP-CEOE, para detectar que realmente todas se orientan al beneficio de la gran empresa (representada por la CEOE), y en detrimento del trabajador y de la calidad de vida de una sociedad.

Reclaman, en primer lugar, el abaratamiento de los costes laborales, para ahorrarse pagar parte de la Seguridad Social que les corresponde, y poder despedir más barato (le hubiese venido muy bien a Díaz Ferrán en estos días). Quieren una reducción significativa de los impuestos, para así ganar ellos más dinero aún, y debilitar las clases media y trabajadora, ya que son los impuestos los que distribuyen las rentas y por tanto los que amortiguan las desigualdades sociales. También aspiran a debilitar a los sindicatos, en sus palabras, flexibilizar las relaciones laborales, para que las relaciones entre trabajador y empresa se hagan al margen de la negociación colectiva, y claro ¿qué fuerza puede tener un trabajador frente a una gran empresa si no es uniéndose a otros trabajadores? Y además, y por si fuera poco, reclaman mayor facilidad para la movilidad de los capitales, para así llevar su dinero a paraísos fiscales e invertirlo en países con mano de obra muy barata. Eso sí, para que la movilidad internacional de capitales sea beneficiosa para ellos, las fronteras para las personas deben hacerse cada vez más infranqueables.

En conclusión, la CEOE, mientras Díaz Ferrán esté al frente, está deslegitimada para dar recetas de ningún tipo ante la crisis, y al mismo tiempo, el PP sigue haciendo el mayor de los ridículos en el entorno político europeo haciendo de palmero de este señor.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación Política en la Universidad de Málaga

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Ecologismo, Igualdad y Responsabilidad Civil: una visión de la publicidad social televisiva

 Artículo publicado en Icono14. Para leerlo pinche aquí.

Resumen

La publicidad social y el marketing de causas están de moda. En el presente artículo, a partir del análisis de una serie de campañas catalogadas como sociales, se propone un debate conceptual vital, y se argumenta, creemos que fundamentadamente, que este tipo concreto de publicidad que se estudia, debe entenderse y plantearse de manera distinta, para no confundir publicidad con argumento social con la comunicación para el cambio social.

Abstract

Social Advertising and Commitment Marketing are in fashion. This paper is made from the analysis of a group of campaigns labelled as Socials, it is proposed a vital conceptual debate, and so we argue that this kind of advertising we study, must be understood in a different way, in order to not confuse the advertising that uses social argument from other types of communication for the Social Change.

Artículo publicado en Icono14. Para leerlo pinche aquí.
Autores: Alfonso Cortés González y Patricio Pérez Rufí.

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¿Qué más puede hacer el PP para llegar a La Moncloa?

Artículo publicado en elplural.com. Para Leerlo pinche aquí.

Es doloroso e inadmisible la agresión física contra el sr. Tertsch, como lo sería contra cualquier otra persona y por cualquier motivo. La violencia no tiene pretextos, no debería ser empleada contra nadie bajo ningún concepto, y menos aún sin juicio justo. Pero claro, el uso de la violencia nunca responde a satisfacer a la Justicia, sino a la venganza.

A todas las personas que negamos la violencia (quedan excluidas las que comulgan con la pena de muerte, por ejemplo) nos conmueve y denunciamos siempre este tipo de sucesos. Ahora bien, es improcedente que se quiera aprovechar la paliza que le han dado al propio Tertsch (y lamento que se esté metiendo el nombre de este señor, ahora víctima, en la agenda) para tratar de sacarle los colores al Gobierno. Eso, en el plano de los símbolos sociales, es una paliza a la inteligencia y a la propia democracia, ya que atenta contra dos pilares fundamentales del engranaje democrático (en la configuración de las opiniones públicas), como son la verdad y la honestidad.

Digo esto porque en Telemadrid se ha responsabilizado a Wyoming por la agresión contra Tertsch. Eso no sólo es grave e imprudente, sino que es mentira. Además puede contribuir a incendiar los ánimos, y atenta directa e injustificadamente contra el honor y la imagen de una persona, en este caso el presentador de El Intermedio. Más grave aún, aunque disfrazadas de Caperucita, son las palabras de Esperancita Aguirre, quien ha afirmado que “la actitud crítica de Tertsch contra el Gobierno no justifica una agresión”.

Estas palabras de la lideresa sí que son realmente peligrosas, comparadas con las sandeces de confesionario de Curry Valenzuela, porque dicen lo que parece que dicen, pero sin decirlo. De este modo la señora Aguirre está haciendo una trampa dialéctica, ya usada reiteradamente por la propaganda nazi y fascista que tantos réditos dio a Hitler y Mussolini, que consiste en unir un acontecimiento real con una suposición ficticia para debilitar al adversario. Vayamos por partes: Tertsch ha difundido opiniones críticas hacia el Gobierno (como las he vertido yo mismo en ocasiones), es cierto, pero no tienen porque ser el motivo por el que haya recibido esa paliza, y ni mucho menos Zapatero ha sido el que está detrás del siniestro asunto. Siguiendo esta presuposición, si a un periodista progresista le ocurre mañana algo parecido, deberíamos culpar al PP. Esto sería el comienzo de una espiral de violencia, y no es justo ni lícito que ningún político dentro de un sistema parlamentario pretenda encender esa mecha.

Es obvio el aprovechamiento político por parte del PP y su caverna de la agresión contra un compañero de filas para arremeter contra el Gobierno elegido por los españoles. La señora Aguirre podrá decir que nunca ha culpado al gobierno, y técnicamente es cierto, pero ella sabe que dejando caer que criticar al Gobierno no justifica una paliza, está poniendo sobre la mesa que se pueden recibir palos por criticar al Gobierno. José Bono, Presidente del Congreso, sí que encajó algunos golpes por ser del PSOE, y sí que estaba claro que eran simpatizantes del PP sus agresores, y sin embargo no se aprovechó esa situación, por responsabilidad política, para no incitar más violencia o sentimientos de rabia y odio entre la población. El PP está jugando con fuego, pero no ya con un mecherito, sino que parece que está trayendo la leña al fogón.

El partido de Rajoy está haciendo todo lo posible por arrebatar el poder al PSOE, incluso haciendo uso de la calumnia, la mentira y la intoxicación informativa. Calumniar, mentir e intoxicar son delitos tipificados en nuestra legislación. En esta tropa de conservadores hay personajes capaces de formular hipótesis sobre la vinculación de ZP en el 11-M o en la agresión contra Tertsch, e incluso no se sonrojan cuando se oponen al Paquete Telecom, cuando todos los diputados del PP lo han aprobado en el Parlamento Europeo. Sí aún así no son capaces de ganar las próximas elecciones, el único límite que les queda por traspasar para llegar a La Moncloa es el uso de las armas y la violencia. No sé si será capaz la justicia o la historia de hacerlo, pero este PP deberá algún día rendir cuentas por su actitud y pedir disculpas. Ojalá se pueda quedar sólo en eso antes de que sea demasiado tarde.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación Política y Publicidad en la Universidad de Málaga

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La invisibilidad de la izquierda

Artículo de Beatriz Gimeno, publicado en elplural.com. Para leerlo pinche aquí.

Decía Jaques Delors en una entrevista publicada el domingo que la izquierda ya no es ni siquiera dueña de su propio vocabulario. En un artículo publicado en este mismo medio Vicenç Navarro hablaba también de cómo los medios de comunicación permiten sin problemas la expresión de argumentos claramente de derechas o muy de derechas, mientras que no dan entrada a argumentos claramente de izquierdas, sino únicamente a aquellos más «moderados» o de centro.De manera que sí, que a las personas de izquierdas nos van robando el vocabulario y la posibilidad de expresar ideas claramente de izquierdas, y la población en general termina por creer que existe la derecha, incluso la extrema derecha, -que no se cortan un pelo-, y que por el otro lado, está el centro. La idea que se extiende es que que mantener posiciones de netamente izquierdistas es algo extremo, raro, marginal…ya que dichas ideas ni aparecen con nitidez en los medios, ni las expresan los políticos (desde luego no los que gobiernan, nunca) Se va educando en la sensación de que ser de izquierdas es algo vergonzoso o clandestino, algo propio quizá de jóvenes alocados, pero no de personas maduras y normales.

La consigna es la siguiente: uno puede ser claramente de derechas y estar a favor de los crucifijos, en contra del aborto, del matrimonio gay, en contra de lo público o en contra de una política impositiva progresiva y no pasa nada; una postura semejante puede ser perfectamente defendida en público. Pero si uno/a es de izquierdas y está por quitar los crucifijos del espacio público, a favor del aborto como derecho (derecho, Señor Bono, derecho), a favor de que los impuestos cobren más a los ricos, mucho más, a favor de lo público frente a lo privado… parece que no puede decirlo con claridad si quiere tener acceso a los medios.

He aquí un ejemplo que me hizo pensar mucho. Cuando hace un par de semanas se celebraron elecciones en Uruguay y estas fueron ganadas ampliamente por el exguerrillero Jose Mugica, en el telediario de las nueve de la noche, en Televisión Española, el locutor dio paso a la enviada en Montevideo con la siguiente afirmación (literal): «Existe el temor que de que Jose Mugica sea más de izquierdas que su antecesor ¿no?» a lo que la enviada respondió: «Existía ese temor, pero no parece fundado ya que Mugica ha moderado su lenguaje en esta segunda vuelta». Yo, que lo estaba escuchando tuve que preguntarme: ¿quien teme que Mugica sea de izquierdas? No serán los electores, que le han votado masivamente aun cuando, efectivamente, parece más de izquierdas que su antecesor. ¿No será entonces que los electores son mayoritariamente de izquierdas y es justamente eso lo que quieren de su gobierno? Finalmente por mucho que los medios o los comentaristas en general no quieran entenderlo, no quieran asumirlo, puede que lo que ocurre sea algo tan simple como que los votantes, a veces, quieren que gobierne la izquierda, una izquierda que parezca de izquierdas, en su lenguaje y en sus actuaciones: en Uruguay, en Bolivia o en Venezuela. Y que el problema es cuando la izquierda parece que desaparece y sus votantes quedan huérfanos, como en Italia.

Aquí, sin ir más lejos, pasa lo mismo. Votamos al PSOE para que gobernara la izquierda. Cuando el PSOE llevó adelante cambios sociales importantes y de izquierdas, ganó las siguientes elecciones. En la segunda legislatura, en cambio, echaron el freno, llegó la moderación, el miedo, el «no vaya a parecer que somos muy de izquierdas». Así que reforma fiscal más o menos de derechas, el aborto ya no es un derecho de las mujeres (la palabra «derecho» desaparece de cualquier argumentación), quitar los crucifijos de los espacios públicos ya no está en la agenda, y apatía o directamente temor en la defensa de lo público, que no asume nadie frente a las privatizaciones de la derecha. ¿A quién teme asustar Zapatero? ¿Por qué dan por hecho que no somos mayoría los votantes que le pedimos que sea y que parezca de izquierdas? Los votantes de izquierdas le llevamos a la Moncloa, pero una vez allí parece que se trata de no asustar a la derecha. Lo cierto es que el PSOE hace tiempo que empezó a perder las elecciones y que las perderá posiblemente. Las comenzó a perder el mismo día en que tuvo miedo de asustar a la derecha e incluso a la extrema derecha en lo que hace a sus relaciones con la iglesia. Pero los que le votamos en su día y los que ahora estamos asustados somos las personas de izquierdas que, a pesar de la invisibilidad a la que se nos somete, existimos.
Beatriz Gimeno es escritora y ex presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales

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La actitud miserable del PP con Cataluña

Artículo publicado en elplural.com · Para leerlo pinche aquí.

Reconozco que el título de este artículo puede pecar de amarillismo. Sin embargo, si atendemos al comportamiento real del partido de Rajoy, puede que incluso se quede corto, porque en política se pueden entender muchas estrategias, pero lo que nunca se debe aceptar es perder la coherencia con un proyecto propio, o no tener más proyecto que la destrucción del adversario. 

Es incoherente, cuando no mezquino, recurrir ante el Tribunal Constitucional el Estatut de Catalunya, mientras se acepta y se ha defendido el andaluz, por ejemplo, que contiene muchos artículos semejantes política y jurídicamente al catalán. Además, por un lado Cospedal presiona para una sentencia rápida, mientras por otro, impide la renovación de magistrados que están desde hace demasiado tiempo desempeñando su puesto en funciones. Por ello se apela a la “miserabilidad” del PP en el título.

Este Partido Popular nos tiene muy habituados ya a estas contradicciones, a estos digo blanco en Madrid, negro en Sevilla y azul en Barcelona. Sin embargo, esta postura ante el Estatut no responde sólo a la naturaleza trilera de este partido conservador (por decir algo) y polimórfico, sino a una acusada catalanofobia, de la mayor parte del PP, de raíces hundidas en el rancio nacionalismo español cuyo error histórico fundamental es afirmar España sobre la negación de las distintas identidades y culturas peninsulares.

Desde una postura aséptica institucional, no es conveniente a estas alturas presionar al Constitucional o intentar atajos jurídicos para sacar adelante este estatuto de autonomía, y me refiero a que no creo que sea del todo decoroso que se trate de influir a los magistrados en su decisión desde los distintos partidos políticos.

No obstante y a pesar de ello, sería conveniente explicarle al PP que en caso de que el Estatut sea considerado no-constitucional, habría que reformar la Constitución para que pueda serlo. Esto es porque realmente los estados-nación no son realidades estáticas ni estancadas en estructuras tradicionales (aunque basen en ello gran parte de su justificación histórica), sino que todos los estados, para su propia supervivencia en el tiempo, deben evolucionar y transformarse junto a la sociedad y sus demandas. Cuando un Estado no evoluciona, es el primer síntoma de su declive. Por tanto, si el Estatut no cupiese en la Constitución, habría que hacer esta más grande.

Alfonso Cortés González, profesor de Comunicación Política y Publicidad en la Universidad de Málaga

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