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febrero, 2011:

golpes a la Democracia

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=56109

Aunque pueda parecerlo por el título de este artículo, en realidad no tengo ninguna intención de hablar del 23-F ni de establecer ningún tipo de paralelismo de la efeméride golpista con la actualidad. Lo que quiero inspirar es que la Democracia es algo que hay que cuidar y fomentar día a día, y qué más allá de propiciarle estos cuidados, lo que estamos haciendo con Ella (sin darnos cuenta, quizás) es golpearla desde distintos frentes. Estos frentes son, resumiendo, los siguientes:

El frente del individualismo, derivado de que no somos capaces de reconocer nuestros intereses de grupo (tiene mucho que ver el consumismo y sus resortes comunicativos), repercute en que cada vez más gente identifica como propios los intereses ajenos (por ejemplo, un profesor que confunde sus intereses con los de una petrolera). Fruto de esta distorsión, hemos perdido la conciencia de que realmente el desarrollo de la humanidad, se ha basado siempre en la cooperación y en el intercambio de conocimientos y experiencias entre las personas, y no en el sálvese quien pueda (o cada cual a lo suyo). Todo lo bueno que hemos construido los seres humanos (lo que realmente nos llena y nos llega adentro), ha necesitado y necesita (continuamente) el modesto granito de compromiso particular de cada uno de nosotros.

El frente del mercado, derivado del error de nuestros sistemas político-económicos de haber desarrollado en exceso el Mercado como centro y lógica de todo. Si la humanidad siempre hubiese tenido como referente la lógica especulativa actual, no se hubiese pisado la luna, no se hubiesen desarrollado las artes, y quizás ni siquiera existiría la civilización. El mercado es útil (no se puede negar), así como lo es por ejemplo el hígado para el cuerpo; pero un mercado hipertrofiado es igual de peligroso para el cuerpo social, que un hígado afectado por hepatitis para el cuerpo biológico, porque invade espacios de otros órganos vitales.

El frente de los partidos, es muy complejo, y va desde el atrincheramiento en las posturas políticas, hasta la benevolencia con la corrupción propia. Es evidente que donde existe una asociación de personas, existe el corrupto, pero es necesario que los partidos, como organizaciones que son, cierren el paso a los piratas, y sean capaces de dialogar y construir sociedad cooperativamente (dando ejemplo).

Por último, el frente de la inacción y desafección ciudadana (es el más importante porque es el resultado final de los anteriores, y cierra el círculo) hace que la gente no se implique políticamente, lo que en realidad tiene repercusiones políticas muy profundas, aunque suene contradictorio. Esto se traduce en que los espacios que dejamos las personas en el ámbito público, inevitablemente los ocupan otros actores (e intereses particulares), ya que el sistema social es incompatible con los vacíos.

Quienes se apropian de estos espacios sueltos que vamos desocupando, velarán y lucharán (lógica e incluso a veces legítimamente) por sus intereses y no por los nuestros. No se trata de ocupar la calle banalmente (como sugería el demagogo de González Pons) para pedir un sistema parlamentario que ya tenemos, sino de ocupar concienzudamente los espacios y responsabilidades que tenemos reconocidos por ley.

Lo más grave de todo es que de este modo y sin darnos cuenta, somos cómplices necesarios de esta realidad que permitimos y abominamos al mismo tiempo.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga

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Publicidad Institucional en España. Una década en perspectiva.

 Publicado en Razón y Palabra.
Enlace: http://www.razonypalabra.org.mx/N/N75/varia_75/varia2parte/17_Cortes_V75.pdf 

En este artículo se hace un recorrido sobre los últimos diez años (2000-2009) de la publicidad institucional (concretamente de la Administración General del Estado,
analizando este fenómeno detenidamente, para poder plantear un debate muy pertinente sobre la propia esencia y naturaleza de la publicidad de las Administraciones Públicas,en estos tiempos de cambios auspiciados por tres factores: 1. crisis económica global(obliga rediseño de los presupuestos), 2. Nuevas formas comunicativas (web 2.0 y comunicación bidireccional) y 3. Nueva ley de publicidad institucional (y las limitaciones que aplica a la publicidad del Gobierno). Por tanto, tras el estudio de la publicidad discutiremos y plantearemos si es pertinente la inversión, si debemos obviar su función educativo-social, y si este tipo de comunicación publicitaria contribuye o no a la construcción de la democracia.

Publicado en Razón y Palabra.
Enlace: http://www.razonypalabra.org.mx/N/N75/varia_75/varia2parte/17_Cortes_V75.pdf

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la trampa de los salarios

artículo publicado en elplural.com
enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=55859

Los efectos de la crisis no dejan de cebarse, precisamente, con los colectivos sociales que no tienen ninguna responsabilidad en este desbarajuste económico y financiero en el que nos encontramos. Hemos pasado ya por una congelación de pensiones, por una bajada del salario de trabajadores públicos (incluidos trabajadores eventuales y becarios), y por una reforma laboral (y de las pensiones), entre otras cosas. Y ahora, los poderes económicos, con Merkel en el papel de arcángel-mensajero Gabriel, le quieren meter mano, en este afán insaciable de desposeer de todo bien terrenal a los asalariados, a los ya modestos y apretados sueldos de las personas honradas.

Piden y recomiendan que liguemos las revisiones salariales a la productividad de las empresas, mientras que los sindicatos defienden que tales revisiones se deben quedar como están: vinculadas exclusivamente a la inflación. Al final, tras la negociación entre sindicatos y patronal, y como una demostración de que ambas partes ceden, puede que se opte por un modelo mixto (quizás como el que tenemos los profesores universitarios a quienes los quinquenios y sexenios se nos conceden por productividad) que servirá, a fin de cuentas, para pagar siempre lo menos posible, e incluso bajar los sueldos a los trabajadores. Y ahí puede que se encuentre la trampa.

Y sospecho que puede ser éste un enredo porque, por ejemplo, la productividad en nuestro país ha subido en el último trimestre, mientras que los salarios han bajado un 1,4% (también es verdad que esa bajada se debe al recorte en los trabajadores públicos), y presumiblemente la productividad va a seguir incrementándose en los próximos años. Secundar esta fórmula de ligar sueldo a rendimiento podría ser, por qué no, beneficioso para el trabajador en muchos casos (si las empresas hacen bien sus encomiendas). Esto lo saben los empresarios, ya que fomentan y persiguen como patronos (obvia y legítimamente) esta productividad, y observan por ellos mismos, que se van cumpliendo los objetivos productivos marcados.

Por ello, los sindicatos se oponen frontal y radicalmente a esta propuesta, porque saben que cada cual defiende sus intereses particulares de grupo, y que no va a salir de la patronal una propuesta de mejora de las condiciones de vida de los trabajadores, así tan alegremente. Y es aquí donde puede estar el cepo del que hablaba antes, ya que las reglas del juego en nuestras sociedades, normalmente se definen y se acatan mediante una negociación.

Y en esta negociación, en la que una parte pide vincular salarios exclusivamente a la productividad y la otra defiende mantener la revisión únicamente a la inflación, es donde la patronal se haya podido adelantar estratégicamente (vislumbrando este movimiento y escenario), y tenga la intención de arrancar de los representantes de los trabajadores un acuerdo en que tengamos en cuenta tanto la inflación como la productividad. De este modo si sube demasiado la inflación, ligaríamos los sueldos a la productividad, y si fuésemos muy productivos, pues lo haríamos a la inflación (resumiendo burdamente).

Soy consciente que de alguna forma este planteamiento puede resultar pueril, ya que se supone que en la negociación, los sindicatos llevarán expertos (además de calculadoras) y que no firmarán frívolamente un acuerdo que perjudique a sus representados. Pero claro, como en la historia de las relaciones laborales casi siempre pierden los mismos, (sobre todo de un tiempo a esta parte), es por lo que pongo en énfasis en que la trampa pueda estar precisa y paradójicamente en el término medio.

En consecuencia, creo que se deberían dejar muy claras las formas de revisión salarial, y que los sindicatos deben defender un modelo concreto y sin medias tintas en este asunto, para que no se revisen los salarios a partir de ahora a conveniencia exclusiva del empleador. Esto, iría degradando el poder adquisitivo de la clase trabajadora (la inmensa mayoría, aunque le llamemos desde hace unas décadas clase media), y por consiguiente la dignidad en las condiciones de trabajo que tanto esfuerzo, sudor y sangre le ha costado conseguir al movimiento obrero.

Porque en realidad, dejémonos de moralinas, en la sociedad actual (de capitalismo especulativo) la dignidad de un trabajo se mide exclusivamente por el dinero con el que se remunera. Sino pregúntenles a quienes se prostituyen, y entenderán la diferencia entre el “todo por 15 pavos en el coche” y el “7000 euros más dietas de manutención”, siendo la misma tarea.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga

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Los cojones del cretino

articulo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=55626

Esta semana es noticia que un tipo de mi pueblo, propietario de un asador (al que no recomiendo ir por los malos humos que se respiran en el local), hace ostentación de pasarse la Ley Antitabaco por el forro. La actitud de este señor no es comprensible, y en mi opinión sólo caben dos explicaciones: o este señor está loco, o está apoyándole un grupo (político o económico) potente, que utiliza su caso como estrategia de presión política. ¿Se le ocurren otras explicaciones, teniendo en cuenta que la broma ya le puede costar 145.000 euros de multa y el cierre temporal de su negocio? A mí no.

Sin embargo, hay que mirar este asunto por encima de lo anecdótico y localista. En mi opinión, esta noticia representa una actitud política antidemocrática (porque fomenta la insumisión ante las leyes legítimas aprobadas en parlamentos), que desgraciadamente se está extendiendo en parte de la sociedad española, fomentada por ciertos políticos de la derecha.

Parece que hay que recordar a la gente que, en la vida en sociedad, o bien acatamos (aunque no nos gusten) las leyes que se aprueban legítimamente, y revertirlas (si no nos parecen adecuadas) por procedimientos democráticos e institucionales, u optamos por un sistema legislador de fuerza bruta, en el que los grupos sociales y políticos se enfrentan violentamente (y con sangre) para ver quién la tiene más grande y legislar a gusto. Eso sí, con la mitad del país oprimido. Y estas son las alternativas, sinceramente.

Donde realmente quiero llegar, es que me parecen muy graves muchas de las declaraciones y actitudes políticas del PP. No tengo pruebas, ni digo que el PP esté detrás del señor del asador, que quede claro, sino que nos topamos con demasiadas actuaciones y declaraciones (propias de la ultraderecha) del principal partido de la oposición, que pueden servir de ejemplo a extremistas o lunáticos imprudentes, como el caso del ya famoso hostelero marbellí, que pueden pensar «si esto que hago yo es lo que hace Aznar o Aguirre frente a las medidas sociatas, será que ese es el camino…»

Y a los datos me remito: Aznar en un acto público declara que la prohibición de conducir borracho es una tontería, y que nadie le tiene que decir a él cuántas copas de vino tiene que beber. Esperanza Aguirre en numerosas ocasiones ha dejado entrever que la ley la aplicará su comunidad como le venga a ella en gana, y en Valencia, los populares montaron un espectáculo anglosajón con la Educación para la Ciudadanía. Casos como estos sirven de ejemplo, no sólo a esta argumentación, sino también al comportamiento político de muchas personas que se sienten identificadas con las siglas de la gaviota.

Como vemos, estos líderes del PP hicieron en su día (y hacen) lo mismo que el propietario del asador ha hecho ahora: de su capa un sayo. Para velar por el cumplimiento de la ley está la Justicia, pero ¿Cómo hacemos los demócratas de siempre para que estas personas (demócratas conversos) entiendan el significado y funcionamiento de la democracia y la convivencia? Y digo esto porque está claro que si no queremos mandar el país a la mierda, la pedagogía política la tendrán (y tendremos) que hacer otros que no sean Aznar, Aguirre o el del asador.

Desgraciadamente vemos que hay cosas que persisten, y que seguimos teniendo en España una corriente de pensamiento político cretino, con muchos cojones y poca cabeza. Espero que ninguna persona de estas vuelva a hospedarse en La Moncloa. En nuestro voto está.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga

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Why the revolution will not be tweeted

Texto publicado en octubre de 2010 por Malcolm Gladwell en The New Yorker, rescatado ahora a propósito de los acontecimientos en Túnez y Egipto.
Enlace: http://www.newyorker.com/reporting/2010/10/04/101004fa_fact_gladwell

At four-thirty in the afternoon on Monday, February 1, 1960, four college students sat down at the lunch counter at the Woolworth’s in downtown Greensboro, North Carolina. They were freshmen at North Carolina A. & T., a black college a mile or so away.

“I’d like a cup of coffee, please,” one of the four, Ezell Blair, said to the waitress.

“We don’t serve Negroes here,” she replied.

The Woolworth’s lunch counter was a long L-shaped bar that could seat sixty-six people, with a standup snack bar at one end. The seats were for whites. The snack bar was for blacks. Another employee, a black woman who worked at the steam table, approached the students and tried to warn them away. “You’re acting stupid, ignorant!” she said. They didn’t move. Around five-thirty, the front doors to the store were locked. The four still didn’t move. Finally, they left by a side door. Outside, a small crowd had gathered, including a photographer from the Greensboro Record. “I’ll be back tomorrow with A. & T. College,” one of the students said.

By next morning, the protest had grown to twenty-seven men and four women, most from the same dormitory as the original four. The men were dressed in suits and ties. The students had brought their schoolwork, and studied as they sat at the counter. On Wednesday, students from Greensboro’s “Negro” secondary school, Dudley High, joined in, and the number of protesters swelled to eighty. By Thursday, the protesters numbered three hundred, including three white women, from the Greensboro campus of the University of North Carolina. By Saturday, the sit-in had reached six hundred. People spilled out onto the street. White teen-agers waved Confederate flags. Someone threw a firecracker. At noon, the A. & T. football team arrived. “Here comes the wrecking crew,” one of the white students shouted.

By the following Monday, sit-ins had spread to Winston-Salem, twenty-five miles away, and Durham, fifty miles away. The day after that, students at Fayetteville State Teachers College and at Johnson C. Smith College, in Charlotte, joined in, followed on Wednesday by students at St. Augustine’s College and Shaw University, in Raleigh. On Thursday and Friday, the protest crossed state lines, surfacing in Hampton and Portsmouth, Virginia, in Rock Hill, South Carolina, and in Chattanooga, Tennessee. By the end of the month, there were sit-ins throughout the South, as far west as Texas. “I asked every student I met what the first day of the sitdowns had been like on his campus,” the political theorist Michael Walzer wrote in Dissent. “The answer was always the same: ‘It was like a fever. Everyone wanted to go.’ ” Some seventy thousand students eventually took part. Thousands were arrested and untold thousands more radicalized. These events in the early sixties became a civil-rights war that engulfed the South for the rest of the decade—and it happened without e-mail, texting, Facebook, or Twitter.

The world, we are told, is in the midst of a revolution. The new tools of social media have reinvented social activism. With Facebook and Twitter and the like, the traditional relationship between political authority and popular will has been upended, making it easier for the powerless to collaborate, coördinate, and give voice to their concerns. When ten thousand protesters took to the streets in Moldova in the spring of 2009 to protest against their country’s Communist government, the action was dubbed the Twitter Revolution, because of the means by which the demonstrators had been brought together. A few months after that, when student protests rocked Tehran, the State Department took the unusual step of asking Twitter to suspend scheduled maintenance of its Web site, because the Administration didn’t want such a critical organizing tool out of service at the height of the demonstrations. “Without Twitter the people of Iran would not have felt empowered and confident to stand up for freedom and democracy,” Mark Pfeifle, a former national-security adviser, later wrote, calling for Twitter to be nominated for the Nobel Peace Prize. Where activists were once defined by their causes, they are now defined by their tools. Facebook warriors go online to push for change. “You are the best hope for us all,” James K. Glassman, a former senior State Department official, told a crowd of cyber activists at a recent conference sponsored by Facebook, A. T. & T., Howcast, MTV, and Google. Sites like Facebook, Glassman said, “give the U.S. a significant competitive advantage over terrorists. Some time ago, I said that Al Qaeda was ‘eating our lunch on the Internet.’ That is no longer the case. Al Qaeda is stuck in Web 1.0. The Internet is now about interactivity and conversation.”

These are strong, and puzzling, claims. Why does it matter who is eating whose lunch on the Internet? Are people who log on to their Facebook page really the best hope for us all? As for Moldova’s so-called Twitter Revolution, Evgeny Morozov, a scholar at Stanford who has been the most persistent of digital evangelism’s critics, points out that Twitter had scant internal significance in Moldova, a country where very few Twitter accounts exist. Nor does it seem to have been a revolution, not least because the protests—as Anne Applebaum suggested in the Washington Post—may well have been a bit of stagecraft cooked up by the government. (In a country paranoid about Romanian revanchism, the protesters flew a Romanian flag over the Parliament building.) In the Iranian case, meanwhile, the people tweeting about the demonstrations were almost all in the West. “It is time to get Twitter’s role in the events in Iran right,” Golnaz Esfandiari wrote, this past summer, in Foreign Policy. “Simply put: There was no Twitter Revolution inside Iran.” The cadre of prominent bloggers, like Andrew Sullivan, who championed the role of social media in Iran, Esfandiari continued, misunderstood the situation. “Western journalists who couldn’t reach—or didn’t bother reaching?—people on the ground in Iran simply scrolled through the English-language tweets post with tag #iranelection,” she wrote. “Through it all, no one seemed to wonder why people trying to coordinate protests in Iran would be writing in any language other than Farsi.”

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La talla del PP y la negación del diálogo

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=55400

Esta semana ha sido puesto en evidencia que el PP no da la talla. Tras el acuerdo alcanzado por el Gobierno, patronal y sindicatos, se ha constatado que los de Rajoy no son, ni de lejos, una alternativa factible de gobierno en estas circunstancias. No hay nada peor para un sistema democrático que un partido con opciones reales de ganar las elecciones, que desprecia (y renuncia a) la herramienta fundamental de la democracia: el diálogo.

Antes incluso de que se institucionalizasen las democracias occidentales, las tertulias minoritarias “de salón” (en los sistemas de alternancia de partidos en el XIX) sirvieron de impulso para la democracia incipiente, ya que con tales tertulias, se quería profundizar en la idea de que los problemas (sean políticos o de la índole que sea) podían resolverse si se discutían y si se llegaba a acuerdos derivados de la negociación. Se planteaba este diálogo político y social como una forma más inteligente de solventar las diferencias, que el tradicional uso de la fuerza bruta.

Por eso es realmente grave que el PP no quiera siquiera sentarse a hablar (de nada), vaya a ser que se alcance un pacto medianamente útil, y aleje a los de Rajoy de La Moncloa. Y bien es verdad que esta actitud del principal partido de la oposición no parece abiertamente violenta, pero sí violenta al sistema mismo. En este sentido, el PP está usando su fuerza bruta de partido mayoritario para asfixiar los principios básicos de nuestro marco político. Este tipo de estrategias obstruccionistas del diálogo son características de partidos totalitarios que, en su día, fueron los que propiciaron las brutales dictaduras europeas del siglo XX.

Para que la concordia democrática funcione y no volvamos a dirimir nuestras diferencias a palos, es necesario la participación de las fuerzas políticas y sociales en todos los foros que atañen a los intereses ciudadanos, y sobre todo que tengan buena disposición para alcanzar pactos y acuerdos con vocación de superar las dificultades. Por ello, si una de las dos fuerzas mayoritarias se niega a participar, y a propiciar acuerdos sociales, está atacando la médula, la esencia misma del sistema y del espíritu democrático.

No sé si el pacto alcanzado por el Gobierno, sindicatos y empresarios es el más conveniente o no (tengo mis reservas y dudas), pero lo que sí creo es que para superar más cómodamente los problemas, es necesario que el partido que aglutina al menos el 30% de los votos en nuestro país, se moje y participe. Si al PP no le parece bien el acuerdo, que se sume al diálogo y presente sus propuestas y alternativas. Seguro que se discuten.

Si el PP no hace esto, está claramente boicoteando a su propio país. Inclusive la CEOE (antes dirigida por el nefasto Díaz Ferrán) se ha dado cuenta que hay que arrimar el hombro. Lo que pasa es que el PP ni siquiera tiene ideas que poner sobre la mesa, simplemente espera a que la Presidencia del Gobierno les caiga encima por la gracia de la crisis.

Para muestra evidente de lo que digo, la siguiente: este martes en la tele de Pedro J, el líder de la oposición (un tal Mariano Rajoy), no era capaz de explicarnos sus propuestas políticas y económicas (y balbuceaba como un niño), alegando que no entendía bien su propia letra. La frase “qué triste” se queda demasiado corta para comentar esta actuación estelar del barbudo opositor. Por ello, para que no se me acuse de bravucón, no diré nada más al respecto.

Volviendo a la idea principal de este artículo, la de trabajar con el diálogo para construir sociedad, quiero destacar, en contrapartida a la postura del PP, la talla moral de los sindicatos, que como CC.OO., a pesar de tener recurrido el decreto que recorta el salario de los trabajadores públicos unilateralmente, no se cierran al diálogo, y ponen sobre la mesa sus intereses y su fuerza social al servicio del país. Y lo hacen aunque sea lo difícil y lo que no les pide el cuerpo. Lo fácil es lo que hace el PP; pero como en muchas circunstancias en esta vida, lo más fácil es lo menos aconsejable. ¿Cuándo no nos queden espacios reales en los que dialogar y pactar nuestros modelos de sociedad, volveremos a las trincheras?

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga

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