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izquierda

¿Por qué aquellos amigos socialistas que se opusieron a la huelga general están equivocados?

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=51412

Digan lo que digan los medios, lo que ocurrió el 29 de septiembre mostró que la convocatoria de huelga general de los sindicatos mayoritarios del país, CCOO y UGT, fue exitosa en la mayoría de centros urbanos de España. El consumo de electricidad de las horas punta del día 29 descendió casi al nivel de un día de vacaciones, mostrando que la actividad laboral se había interrumpido significadamente en el periodo laboral. Este éxito debiera hacer reflexionar al gobierno socialista español y a sus defensores en los medios. No dudo de que la mayoría de dirigentes del gobierno socialista creen sinceramente que las medidas tomadas por el gobierno (que no pueden negar representan un recorte sustancial de los derechos de los trabajadores y una reducción de la ya escasa financiación del estado del bienestar) son necesarias para calmar a los mercados financieros (frase repetida mil veces) y, como decía Carlos Solchaga, el ex Ministro de Economía del gobierno Felipe González, “atraer así inversión extranjera que servirá para impulsar la obra pública y, por lo tanto, crear empleo” (El País. 29.09.10). Esta visión ha alcanzado una categoría de dogma, no sólo entre los dirigentes del gobierno (y medios de difusión afines a ellos), sino también entre la derecha española, tanto en su versión española (PP), como en la periférica catalana (CIU) y vasca (PNV). Se tiene que hacer una distinción, sin embargo, entre el dogma sostenido por las derechas y el sostenido por los defensores del gobierno socialista. Los primeros han asumido siempre que lo que beneficia al mundo empresarial y a la banca beneficia automáticamente al país, identificando los intereses de los primeros con los intereses de los segundos. Este supuesto se hace a pesar de la enorme evidencia de que ello no es así (la crisis actual la ha creado la banca con la complicidad del mundo empresarial). No obstante, repiten machaconamente aquel argumento promoviendo una versión de la realidad que favorece los intereses de clase que siempre han representado. La evidencia de ello es abrumadora. Una mayor consecuencia de las políticas que han llevado a cabo cuando han gobernado ha sido la polarización de las rentas en el país.

Pero gran parte de los dirigentes del gobierno socialista y sus defensores apoyan estas políticas porque creen sinceramente que no hay alternativas a las que el gobierno está haciendo. Pero en este dogma (término que utilizo sin deseo insultante, sino con el intento de remarcar que se basa más en fe que en evidencia) hay tesis y supuestos que son sujetos a la comprobación empírica. Es decir, que pueden ser falsificables por la evidencia existente. Como bien decía John K. Gallbright (uno de los economistas más agudos que haya existido en EEUU) la sabiduría convencional económica suele estar equivocada. Y la crisis actual así lo ha mostrado. Es irracional que se continúe dando tanto protagonismo a tal sabiduría convencional cuando su fracaso en interpretar la realidad económica ha sido tan acentuado.

Veamos los datos.

¿QUÉ EVIDENCIA EXISTE DE QUE LA AUSTERIDAD ES BUENA PARA LA RECUPERACIÓN ECONÓMICA?
Toda la evidencia científica que existe para sostener tal tesis ha sido resumida en el trabajo de los profesores de economía Alberto Alesina y Silvia Ardagna, de la Universidad de Harvard, titulado “Large Changes in Fiscal Policy: Taxes versus spending”. Tax Policy and the Economy 2009. En este artículo, los autores muestran que en gran número de países de la OCDE (el club de países más ricos del mundo) las reducciones de los déficits han ido seguidas de etapas de gran crecimiento económico. Concluyen con estos resultados que las políticas de consolidación fiscal incrementan la confianza de los inversores y de los consumidores, generándose así el estímulo económico que genera mayor crecimiento económico. De ahí el énfasis en reducir el déficit a base de reducir el gasto público.

Este trabajo, sin embargo, ha sido ampliamente cuestionado. Así, Arjun Jayadev, del Massachussets Institute of Technology (M.I.T.), y Mike Konczal, del Roosevelt Institute, han señalado en su artículo “The Boom, not the Slump: The right time for Austerity”, (Roosevelt Institute, 2010) que en todos los países que Alesina y Ardagna analizan, las inversiones y el incremento del consumo precedieron a la reducción del déficit y no al revés, tal como aquellos autores habían señalado. El crecimiento económico fue la causa principal de que se generara la confianza entre inversores y consumidores, lo cual es lógico, pues las empresas no invertirán para aumentar la producción a no ser que haya un aumento de la demanda de tales productos. Es más, era el crecimiento económico el responsable de la reducción del déficit del estado, no al revés. En realidad, Arjun y Konczal concluyen que no hay ni un país en recesión que haya salido de ella a base de políticas de austeridad de gasto público. Tal estudio viene a confirmar una larga lista de trabajos, citados por el profesor Robert Pollin, del Political Economy Research Institute de la Universidad de Massachussets (“Austerity is not a solution: Why the Déficit Hawks are wrong”. PERI, 2010) que concluyen que las medidas de austeridad son erróneas. En todos ellos, la condición sine qua non para la recuperación económica era la existencia de un estímulo económico tendente a incrementar el gasto público y la creación de empleo. En realidad, nada menos que el Banco de Inglaterra ha indicado que existe un gran escepticismo en el mundo de los negocios de que las economías se recuperen, expresando gran nerviosismo, consecuencia de que los gobiernos estén siguiendo políticas de austeridad de gasto público que dificultarán tal recuperación. En una encuesta realizada por el Banco de Inglaterra, entre los inversores y compradores de deuda, (citada en el Financial Times del 18/08/10) se concluía que “muchos inversores relacionan la pérdida de confianza en la recuperación económica a los recortes en gasto público, lo cual interpretan causa una disminución de la demanda en aquellos sectores especialmente afectados por tales recortes, así como por la disminución de empleo público que reduce el consumo de las familias”.

LA RECUPERACIÓN ALEMANA NO SE BASA EN POLÍTICAS DE AUSTERIDAD
La tesis de que las políticas de austeridad son necesarias para la recuperación económica se basa también en otro supuesto que se puede mostrar que es profundamente erróneo. Se asume que el estímulo de la economía española va a venir principalmente del exterior, a través del crecimiento de las exportaciones. De ahí que se considere que la bajada de los salarios y la reducción del gasto público aumentarán la competitividad de las empresas españolas, aumentando así las exportaciones y facilitando la salida de la crisis. En este argumento se toma la economía alemana como el punto de referencia, asumiendo erróneamente que la recuperación de aquella economía se debe al incremento de las exportaciones, olvidándose que la mayor causa de que aquella economía haya crecido ha sido, precisamente, un crecimiento muy notable de su gasto público y del gasto público de los países que le han comprado sus productos.

Veamos los datos. Y uno de los más importantes es que Alemania ha tenido uno de los mayores crecimientos del déficit público estatal entre los países de la Eurozona. En 2008, las cuentas del estado no mostraban un déficit, sino un superávit (0,2% del PIB). En 2010, se había convertido en un déficit de 5,4% del PIB. Ni Francia ni Italia vieron aumentado su déficit de una manera tan notable. Pero, tan importante como el incremento del déficit fue el origen de este déficit, que fue consecuencia del aumento muy notable del gasto público, principalmente en subsidios a las empresas para que retuvieran a sus trabajadores (en una medida que merecería se aplicara a España, pues explica, en parte, su relativamente bajo desempleo), así como a las industrias exportadoras. Estos subsidios, además de la devaluación del euro facilitaron las exportaciones, las cuales han sido el motor de la economía alemana.

El modelo alemán basado en las exportaciones se enraiza en unos salarios bajos en relación a la productividad laboral existente. En realidad, la demanda doméstica ha bajado un 1,4% en lo que va de año. Las exportaciones, sin embargo, han crecido un 18%, mucho más que las importaciones (que han subido sólo un 2%). El objetivo del establishment financiero alemán ha sido crear grandes plusvalías, con la consiguiente acumulación de divisas (euros), resultado de que las dos terceras partes de las exportaciones van a los países de la Eurozona. Esta concentración de euros la ha utilizado la banca alemana para prestar a los bancos (incluyendo a los españoles) y a los estados, de los PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España), comprando deuda pública. Pero al estallar la crisis (consecuencia de la contaminación de la banca alemana por parte de los productos tóxicos de la banca estadounidense), la banca alemana tuvo un pánico enorme de no recuperar el dinero prestado. De ahí la imposición de políticas de austeridad a los PIGS para que le pagasen las deudas. Por otra parte, en Alemania, el estímulo para el crecimiento de las exportaciones procedió del Este Asiático, de China y de EEUU (países que han tenido grandes estímulos económicos).

Pero, el mayor problema para Alemania es que el crecimiento económico no se está distribuyendo internamente aumentando el consumo doméstico para que éste contribuya a la recuperación económica. El éxito del modelo alemán se basa en un estancamiento de los salarios durante los últimos diez años. El crecimiento de la productividad durante este periodo no ha repercutido en una mejora de los salarios. Y ahí está el problema. El porcentaje de población empleada con salarios por debajo del salario medio ha aumentado enormemente. Es más, el relativamente bajo desempleo (7,6%) oculta el gran crecimiento de trabajos a tiempo parcial y precarios. En realidad, según las cifras de la Oficina de Estadística del gobierno federal alemán, el porcentaje de desempleados aumentaría a un 20% si se incorporaran como desempleadas aquellas personas que desearían trabajar pero que han abandonado la búsqueda de trabajo como consecuencia de no encontrarlo. En España, si tales personas se incluyeran en el cálculo del desempleo, este alcanzaría el 32% de la población activa. Estos datos comienzan a dar las pistas sobre que el mayor problema no es, como constantemente se indica, la globalización de los mercados (incluidos los financieros), sino las relaciones de poder en la relación capital-trabajo dentro de cada país. Ni que decir tiene que la globalización de los mercados, incluidos los financieros, juegan un papel muy importante en configurar el marco de este conflicto. Pero el conflicto es a nivel estatal, como mostraré cuando veamos el caso español. Pero antes quisiera responder con datos otro argumento. El que los estímulos del Presidente Obama en EEUU han fracasado.

¿POR QUÉ EL DÉFICIT DEL ESTADO ESPAÑOL ES TAN GRANDE Y EL CRECIMIENTO ECONÓMICO ES TAN LENTO?
El déficit del estado español es de los más elevados de la Unión Europea, mientras que el crecimiento económico es de los más lentos, hecho que, por cierto, caracteriza a los países referidos en la terminología anglosajona como los PIGS (Portugal, Grecia, Irlanda y España). ¿Por qué? Veamos qué tienen estos países en común. Todos ellos, resultado de haber estado gobernados por regimenes dictatoriales de ultraderecha (España y Portugal) y gobiernos autoritarios de derecha muy acentuada (Grecia e Irlanda), tienen estados muy débiles, con escasa capacidad recaudatoria y con muy limitada voluntad y habilidad redistributiva. Es cierto que durante la época democrática en todos estos países tal capacidad mejoró, sobre todo en periodos de gobiernos socialdemócratas. Pero el retraso era tal que todavía persisten aquellas características del estado treinta años después de democracia. España (junto con Grecia, Portugal e Irlanda) son los países con mayores desigualdades de renta en la UE-15.

Contribuyó a esta situación la manera como se hizo la integración de España y de los otros países PIG en el euro. La necesaria reducción del déficit del estado para alcanzar el criterio de Maastricht se alcanzó a base de reducir el gasto público (incluyendo el gasto público social) por habitante. Esta reducción tuvo lugar en términos absolutos, durante el periodo 1993-1995. Y más tarde, en la época PP (1996-2004) en términos relativos; es decir, el gasto público social en España creció mucho más lentamente que en el resto de la UE-15, ya que el gobierno PSOE primero y el gobierno PP después, consideraron como tema prioritario la disminución del déficit del estado, incluso a costa de aumentar el déficit social de España con el resto de la UE-15. Y lo mismo está ocurriendo ahora con el gobierno Zapatero.

Había otra alternativa para bajar el déficit, tanto entonces como ahora, que era subir los impuestos, corrigiendo el enorme déficit de ingresos al Estado español. Esto no se hizo entonces, y hasta hace poco no se ha hecho ahora. Antes al contrario. La sensibilidad Nueva Vía dentro del socialismo español (la versión española de la Tercera Vía) que lideró el candidato Zapatero en las primarias del PSOE en 2004, consideraba que bajar los impuestos era ser de izquierdas. Y los bajó, uno tras otro. Y ahí está la raíz del déficit actual. Incluso Angel Laborda, el Presidente de la Fundación de las Cajas de Ahorro, lo reconocía en un reciente artículo “El déficit público, un problema estructural” en El País (26.09.10). Laborda subrayaba que una de las mayores causas del crecimiento del déficit estructural ha sido la enorme bajada de impuestos. Y la otra razón (también reconocida por tal autor) de que el déficit haya subido tanto con la crisis (que contrasta con el hecho de que el descenso del PIB no ha sido tan acentuado como para crear tal déficit) se debe a la regresividad fiscal. Es decir, las cuentas del estado dependen excesivamente de las rentas del trabajo, y muy en especial de los salarios, y muy poco de las rentas del capital y de rentas no ligadas al salario. De ahí que cuando se destruye trabajo y empleo, el estado se resiente inmediatamente. Estas son las consecuencias de las políticas fiscales de la Nueva Vía (sostenidas también por los partidos conservadores y neoliberales de la oposición, CIU y PNV). Estas políticas no eran inevitables. Se podían haber hecho otras distintas, corrigiendo la escasa capacidad adquisitiva del estado y su progresividad. Pero se escogió no hacerlo. Subir impuestos y su progresividad fiscal fue considerado ser socialdemócrata tradicional, lo cual era la expresión amable de decir “anticuado”. Ser moderno era ser liberal (que quiere decir neoliberal). Es incluso sorprendente que en un momento como el actual, el gobierno se resista a tomar las medidas fiscales necesarias para corregir el déficit social a base de aumentar los ingresos al estado mediante reformas fiscales progresivas (ausentes en el Presupuesto del Estado aprobado hace unos días). Técnicos del Ministerio de Hacienda han calculado que podrían haberse obtenido fácil y rápidamente 38.000 millones de euros corrigiendo algunas de las inequidades más palpables en las políticas fiscales del Estado español.

Por otra parte, el problema del endeudamiento de las familias se debe, precisamente al crecimiento de las desigualdades y consiguiente empobrecimiento de la mayoría de la población trabajadora, hecho al cual contribuyeron las políticas fiscales regresivas. La disminución de las rentas del trabajo como porcentaje de la renta nacional ha sido la mayor causa del enorme endeudamiento, endeudamiento que ha sido rentable para la banca y para las cajas. Pero éstas a su vez necesitaron dinero que les prestaron las bancas alemanas, francesas y holandesas, que al colapsar su confianza (debido a estar intoxicadas por los productos contaminantes, importados de la banca estadounidense) crearon el enorme problema de falta de crédito. La presión para que el gobierno Zapatero lleve a cabo las políticas de austeridad que se exigen a los países PIGS es que la sociedad y el estado de España y de aquellos países paguen las deudas a aquellos bancos alemanes, franceses y holandeses. Por cierto, Irlanda, el país que ha seguido primero y a pies juntillas las recetas del FMI y de la UE está en una crisis enorme como resultado de tales recetas.

EL COLAPSO DE ESTAS POLÍTICAS PÚBLICAS Y SUS CONSECUENCIAS ELECTORALES
Es un error creer que Zapatero puede vencer las próximas elecciones con estas políticas. El fracaso de la Tercera Vía es un indicador de ello. Así, en Gran Bretaña, los gobiernos Blair y Brown, pertenecientes a la Tercera Vía (la máxima expresión del socioliberalismo), perdieron popularidad rápidamente. El triunfo de la Tercera Vía fue en 1997, cuando el Partido New Labour ganó las elecciones por primera vez. El Partido Laborista consiguió el 43% del voto popular (es decir, de la población que votó), que era el 33% del total del electorado (es decir, de la población que podía votar). Su victoria se debió (tal como documentaron las encuestas a pie de urna) al enorme rechazo hacia las políticas neoliberales del partido conservador, imbuido de thatcherismo. Pero a partir de aquel año, el descenso del partido Laborista (convertido en New Labour) fue espectacular. En el año 2001 ganó sólo el 25% del total del electorado, y en el año 2005 descendió todavía más, al 22%. Este gran descenso no se reflejó en un descenso notable de su presencia en el Parlamento debido al sesgo electoral británico a favor del sistema bipartidista. Así, en 1997, el Partido Laborista, con el 33% del total del electorado, consiguió nada menos que el 64% de todos los escaños en el Parlamento Británico. En el año 2001, el Partido Laborista perdió sólo 5 escaños (pasó de 418 a 413, pasando del 64% al 62% de todos los escaños) y ello a pesar del gran descalabro electoral (que pasó del 33% al 25% del total del electorado). Y en 2005, cuando el voto del total del electorado bajó incluso más, al 22%, perdió escaños pero en número mucho menor de lo que hubiera ocurrido en un sistema proporcional. En realidad, continuó manteniendo la mayoría de escaños (el 55%).

Cito estos datos porque cuestionan la visión generalizada e interesada de definir la Tercera Vía como exitosa por su permanencia en el poder. Constantemente se presenta a Blair y a su gobierno como el gobernante “progresista” que ha mantenido su mandato durante más tiempo como consecuencia de sus políticas centristas (en realidad, de centroderecha). Sus sucesivas victorias, sin embargo, no se debieron a su popularidad sino a un sistema electoral extremadamente sesgado, favorable al bipartidismo, y a la enorme crisis del Partido Conservador. Las políticas de la Tercera Vía fueron profundamente impopulares y muy en especial, entre sus bases electorales (las clases populares), como documento en mi artículo “El Fracaso del Nuevo Laborismo y del Socioliberalismo”, Sistema Digital (21.05.10), también expuesto en mi blog (www.vnavarro.org). En realidad, tales políticas crearon una enorme movilización y desmoralización entre los miembros del Partido Laborista, habiendo perdido casi la mitad de sus miembros durante su mandato. Una situación semejante ocurrió en Alemania, donde las políticas de Schroeder llevaron a un enorme descalabro del partido socialdemócrata.

Seguir estas políticas quiere decir el descalabro electoral del PSOE. Asumen, como también asumieron Blair, Brown y Schroeder antes que ellos, que la aplicación de tales políticas de claro corte neoliberal crearán buen empleo y aumentará la calidad de vida de las clases populares (que ellos llaman clase media), y que como consecuencia, recuperarán su confianza electoral. Recuperar, en el caso español, no es sólo crecer el PIB sino, mucho más importante, crear empleo y buen empleo. Y ahí es donde la evidencia existente, presentada en este artículo, cuestiona este supuesto. La abstención entre las bases electorales es la mayor consecuencia de estas políticas, y están llevando a un descalabro semejante en España. Las encuestas así lo muestran. La única solución es un cambio muy marcado de tales políticas. La Huelga General podría tener esta consecuencia, pues la pervivencia del partido socialista en el poder está claramente relacionada con el cambio de tales políticas. La alternativa, de no hacerse tales cambios, sería el debilitamiento, por un largo periodo, de la socialdemocracia en España y la victoria de las derechas por muchos años. Si así ocurre, y deseo naturalmente que no sea así, la culpa no la tendrán los sindicatos y su exitosa huelga general, sino la falta de respuesta del gobierno a esta protesta.

Este artículo es una versión reducida y modificada del artículo “Por qué las políticas del gobierno Zapatero deben cambiar”, publicado el 1 de octubre en la revista Sistema Digital.

Vicenç Navarro Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
(www.vnavarro.org)

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Pronunciar la verdad

Artículo de Beatríz Gimeno publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=47181

Vivimos en un mundo curioso en el que hemos perdido muchas cosas pero estamos a punto de perder también la capacidad para percibir y entender la realidad. No sé cómo ha ocurrido que poco a poco ha llegado un momento en que la verdad no puede pronunciarse. En cuanto alguien dice la verdad, la verdad pura y dura, ésta siempre suena exagerada, suena no real. Ahora, a decir la verdad le llaman “hacer demagogia” pervirtiendo demagógicamente (perdón por la broma) el concepto en cuestión. Lo que se ha construido es una realidad ficticia en la que la verdad parece imposible siquiera de pronunciar. Lo explica muy bien Susan George en su libro El Pensamiento Secuestrado, que estamos inmersos en una batalla que es también cultural y que, me temo, la izquierda también está perdiendo.

Comenzaron cambiando las palabras y ocultando las realidades. Ya no había ricos ni pobres ni, por supuesto, explotadores y explotados, como mucho había “desfavorecidos”; ya no había capitalismo, ya no hay clases. Lo malo es que la pobreza y la clase se siguen clavando en determinados cuerpos más que en otros. El capitalismo, la clase, la pobreza, siguen matando, hoy más que nunca. A veces, incluso a quienes conocemos la realidad, nos resulta sorprendente leer textos revolucionarios o siquiera izquierdistas del XIX o del XX. El lenguaje es chocante, ahí se dicen cosas que hoy no se podrían decir en público sin levantar sonrisas y, sin embargo, una acaba de leerlos y lo que predomina es la sensación de que tienen razón, que no son exagerados ni enloquecidos, que en esos textos se explica claramente lo que pasa; que, salvando las distancias y los años, esos textos aun pueden explicarnos al menos una parte muy importante de la verdad.

El otro día me llegó por Internet un video de un soldado norteamericano que había luchado en Irak. En el vídeo el soldado se limitaba a decir con palabras muy claras lo que él había aprendido en esa guerra, simplemente decía la verdad: que los norteamericanos estaban allí defendiendo los intereses comerciales, petroleros, empresariales… no de los Estados Unidos, sino de los ricos de Estados Unidos, pero que los que mueren cada día son los pobres de Estados Unidos y los pobres de Irak. Es decir, lo que ya nos dijeron los revolucionarios del XIX, que la guerra la hacen los ricos para defender sus intereses y que los que mueren son los pobres, de uno y otro bando, a los que no les va nada en ello. Las palabras del soldado resultaban al mismo tiempo anacrónicas, -parecían sacadas de una película del XIX-, y absolutamente verdaderas. Que palabras que no han perdido una buena parte de razón resulten imposibles de decir sólo demuestra que en esa guerra cultural hemos perdido mucho terreno. Nos han convencido de que ciertas verdades son antiguas, pasadas de moda, cuando lo cierto es que son perfectamente contemporáneas.

Ahora el presidente de Alemania ha tenido que dimitir por haber dicho ni más ni menos que la verdad: que Alemania y todos sus socios (España incluida) estamos en Afganistán para defender intereses económicos. Las guerras defienden los intereses económicos y si no hubiera bastantes guerras habría que inventarlas, y de hecho se inventan, porque en algún sitio hay que usar y desgastar las armas que unos países venden a otros sin que exista el más mínimo control ni preocupación por en qué manos acaban o a qué causa van a servir. ¿Recuerdan hace unos días las pruebas de cómo el muy democrático Israel vendía armas a la entonces racista Sudáfrica? Después pretenden que nos indignemos porque Irán tenga o deje de tener la misma bomba atómica que tienen muchos otros países y que venderán, bajo cuerda, eso sí, a cualquiera que pague lo bastante. España misma predica la Alianza de no sé qué civilizaciones con una mano y fabrica y vende armas con la mano que le queda libre.

¿Recuerdan también cuando se dijo -¡ah, qué tiempos aquellos- que se iba a Afganistán para liberar a las mujeres del burka? Eso fue un poco antes de que se demostrara que malamente se puede luchar contra el burka allí cuando ni siquiera se sabe qué hacer con el burka aquí. Vivimos en una sociedad en la que la que la verdad se ha vuelto tan impronunciable que un político tiene que dimitir porque, por error, se le ha escapado. Esto sí que es insoportable.

Beatriz Gimeno es escritora y ex presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB)

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Liberalismo frente Estado del Bienestar

Artículo publicado en elplural.com
enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=44518

No es la primera vez que dedico un artículo a defender la subida de impuestos. Creo que es necesario dar argumentos y explicar de manera sencilla este asunto si estamos dispuestos a mantener las cotas de Estado de Bienestar que hemos alcanzado, y que ante el acoso del neoliberalismo, empiezan a estar en peligro ya no sólo en España, sino en todo el continente europeo.

A pesar de que nuestro IVA sea de los más bajos de la Unión Europea, no me entusiasma la subida de este impuesto (porque repercute en todos por igual), y hubiera preferido una subida en los tramos altos del IRPF, (que con esa medida no seríamos ni más pobres ni más ricos), y estaríamos siendo solidarios con aquellas familias que en esta coyuntura no tienen trabajo, y que por tanto, no tendrían recursos para sobrevivir si no existiesen los actuales subsidios por desempleo aprobados por el Gobierno, y que son sin duda una decisión solidaria. Y para que existan estos subsidios, teniendo en cuenta el ritmo de endeudamiento que hemos alcanzado con la crisis, es imprescindible subir los impuestos. Y como es verdad que de alguna forma el IRPF este año ya es más alto porque no se devuelven los 400 euros, entiendo que desde la lógica del marketing político pueda ser el turno de otras tasas, como en este caso la del IVA. Y una vez que escampe, abordar sin reparo la reforma del sistema productivo.

La derecha se opone de manera muy sobreactuada y por sistema a cualquier tipo de subida impositiva (cuando en sus Ayuntamientos y Comunidades hacen lo que les da la real gana), argumentando que lo que se debe hacer es rebajar los impuestos para incitar la creación de empresas, y que estas empresas empleen a los parados. Eso suena muy bonito pero no lo es, y prueba de ello son las consecuencias de los gobiernos de Reagan y Thatcher en sus respectivos países durante los 80. Conociendo a algunos de los empresarios del tipo Díaz Ferrán, esto es lo que ocurriría en España si aplicásemos la propuesta de rebaja de impuestos de Rajoy: 1. estos empresarios serían más ricos porque pagarían menos impuestos, 2. no contratarían más porque no se generarían, por lo pronto, nuevos mercados, 3. esos parados, en consecuencia, seguirían parados y además sin subsidio y sin comer, 4. cerrarían todavía más empresas pequeñas porque se movería aún menos dinero, 5. Habría más parados si cabe, y 6. Enorme crecimiento de la desigualdad.

En realidad lo que ocurre es que el Gobierno de España no ha sabido explicar bien lo que está pasando. Resulta que detrás de esta disputa dialéctica entre el PP y el PSOE, encontramos grosso modo, la lucha de dos modelos distintos de sociedad: el modelo liberal por un lado, y el modelo de Estado del Bienestar por otro. El ring de esta contienda es Europa, y España tan sólo es una de sus esquinas.

Como muestra de ambos modelos enfrentados, podríamos poner los Estados Unidos y Suecia (salvando los vaivenes liberalismo-bienestar que también se dan, en cierto modo, en los ciclos políticos de ambos países). Sobre la mesa, y en teoría, el modelo liberal defiende impuestos muy bajos y una participación muy débil del Estado en la sociedad, y se quiere explicar que con ello, se generan muchas posibilidades de mercado que aportarían riquezas privadas y altas cotas de consumo. Eso es cierto, pero realmente lo que propicia este modelo son enormes fortunas al mismo tiempo que grandes miserias y desigualdad social. Por ejemplo, en un país de corte liberal, un trabajador pagaría menos impuestos, pero al mismo tiempo tendría que asumir muchísimos más costes directamente, y si por cosas del destino y del invierno se resfría, esta enfermedad común le podría costar directamente 250 dólares, por no hablar ya de un cáncer. Por eso en EE.UU. los hijos de muchos trabajadores no pueden ir a la Universidad, o no pueden permitirse el lujo de caer enfermos. Recuerdo a un estudiante norteamericano en mi etapa en la Pablo de Olavide, que con 38 de fiebre y mareado en clase, no iba al médico porque no tenía suficiente dinero esos días. Le dije que no tenía que desembolsar sus euros, y le acompañé al centro de salud. Quedo sorprendido de que un país que él consideraba mucho más pobre que el suyo, tuviese unos servicios médicos infinitamente mejores.

Por su parte, el Estado de Bienestar, aun asumiendo la libertad de mercado, reserva una parcela importante en la sociedad al Estado. Y gracias a la recaudación de impuestos, trata de equilibrar las oportunidades en la vida de los hijos de los trabajadores, respecto a los hijos de los poderosos. Por eso en Europa, y siguiendo el ejemplo anterior, los hijos de los trabajadores pueden ir a la Universidad (En España, y por poner datos concretos, la matrícula de la Universidad cuesta alrededor de 10000 euros al año, de los que los estudiantes pagan unos 1300, y si los impuestos estuviesen por los suelos, tendrían que pagar íntegramente esos 10000 ¿quién podría ir entonces a la Universidad? ¿Quién podría entonces recibir tratamiento contra el cáncer?). Es así de sencillo, un modelo está hecho a la medida de los ricos y sus capitales, y el otro modelo pretende corregir esta injusticia histórica de que no seamos iguales de nacimiento y ante la ley. Esto es así, lo pinten como lo pinten, ya sea de liberal conservador o de popular populista.

Pero esto al PP le da igual, porque en realidad debajo de su careta carnavalesca de “partido popular”, lo que encontramos es el brazo político de la patronal de Díaz Ferrán. Para el PP es muy fácil decir tonterías porque no gobierna (su amiga Merkel no ha podido siquiera empezar con su política anunciada de bajada de impuestos), y saben los de Rajoy que para llegar a La Moncloa no necesitan hacer bien las cosas, sino simplemente que a España le vaya mal. Es por eso que están instalados en la más zoqueta e insultante de las demagogias.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación Política y Publicidad en la Universidad de Málaga

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Buenismo decimonónico y fascismo del siglo XXI

Artículo publicado en elplural.com
enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=44263

Federico Trillo, que en mi opinión es uno de los políticos más abominables de la España contemporánea por su gestión del accidente del Yak-42, ha acusado a la izquierda de “buenismo decimonónico”. Hay quien lo ha considerado un insulto, cuando en realidad debe ser tomado como lo que es: un halago y un reconocimiento histórico sin precedentes a sus adversarios políticos. Esta vez Trillo ha sido todo un caballero.

Es una cortesía de gran magnitud que alguien del PP evidencie públicamente que la izquierda es una ideología “buenista”, cuando tradicionalmente la derecha ha pintado a los progresistas con cuernos y rabo, y les ha acusado, sin fundamento, de la más extrema de las maldades. Resulta que al final el tiempo nos da la razón, y hasta la derecha más retrógrada, representada por este señor, reconoce la vocación de bondad de la izquierda.

Mientras la izquierda amplía (o lo pretende) los derechos de las personas, los “malistas” de la derecha buscan recortarlos (ya sean laborales, o de orientación sexual y reproductiva). Frente a la libertad de expresión, que siempre ha sido seña de identidad del progresismo, la derecha vuelve a censurar y retira de una exposición en un museo las fotografías del caso Gürtel. Frente a la búsqueda de la justicia por parte de la izquierda, la derecha persigue a un juez por hacer bien su trabajo al destapar casos de corrupción, y por tratar de esclarecer crímenes contra la humanidad.

Bien es verdad que la izquierda actual no es la del XIX, por mucho que lo diga Trillo, pero debemos ser conscientes de que las ideas de libertad y emancipación de esa izquierda decimonónica, tienen gran responsabilidad en que hoy día sostengamos esos ideales de justicia y de dignidad en nuestras cabezas. ¿Qué nos ha aportado el fascismo del siglo XX? Pues sangre, miseria, indignidad, represión y sufrimiento.

Paradójica y paralelamente al clásico buenismo de la izquierda, observamos como la derecha española sí que se parece cada día más al fascismo del siglo pasado. Ya han empezado de nuevo a censurar, además de llevar años oponiéndose a la subvención del cine y de la cultura (desgraciadamente en este mundo capitalista, si no subvencionamos la cultura, ésta desaparecería devorada por la cultura eminentemente comercial y temporal, y siglos de civilización se tirarían por el sumidero de la ignorancia y la avaricia humana).

El siguiente nivel, en esta escalada intransigente y antidemocrática de nuestra derecha del PP, sería que volviesen a quemar libros y a perseguir a científicos e intelectuales. Miedo les ha dado siempre a estos señores (los que en boca de Millán Astray gritaban “¡muera la inteligencia!”) el conocimiento, la razón, la justicia y la igualdad de oportunidades de los seres humanos.

Ante los nuevos modelos de sociedad, podemos estar seguros de que el (llamado por Trillo) buenismo decimonónico de la izquierda, adaptado a las necesidades del siglo XXI, nos traerá mejores consecuencias que el fascismo de toda la vida que están empezando a poner de manifiesto algunos temibles sectores del PP. Y esto es así por una evidente cuestión de justicia y de sensibilidad humana avalada por el conocimiento de la historia de verdad, y no por ésa que se quieren inventar los Pios Moas que buitrean en los balcones traseros de Génova 13. Sobre ello podríamos discutir en futuras ediciones.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación Política y publicidad en la Universidad de Málaga

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