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pacto

la trampa de los salarios

artículo publicado en elplural.com
enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=55859

Los efectos de la crisis no dejan de cebarse, precisamente, con los colectivos sociales que no tienen ninguna responsabilidad en este desbarajuste económico y financiero en el que nos encontramos. Hemos pasado ya por una congelación de pensiones, por una bajada del salario de trabajadores públicos (incluidos trabajadores eventuales y becarios), y por una reforma laboral (y de las pensiones), entre otras cosas. Y ahora, los poderes económicos, con Merkel en el papel de arcángel-mensajero Gabriel, le quieren meter mano, en este afán insaciable de desposeer de todo bien terrenal a los asalariados, a los ya modestos y apretados sueldos de las personas honradas.

Piden y recomiendan que liguemos las revisiones salariales a la productividad de las empresas, mientras que los sindicatos defienden que tales revisiones se deben quedar como están: vinculadas exclusivamente a la inflación. Al final, tras la negociación entre sindicatos y patronal, y como una demostración de que ambas partes ceden, puede que se opte por un modelo mixto (quizás como el que tenemos los profesores universitarios a quienes los quinquenios y sexenios se nos conceden por productividad) que servirá, a fin de cuentas, para pagar siempre lo menos posible, e incluso bajar los sueldos a los trabajadores. Y ahí puede que se encuentre la trampa.

Y sospecho que puede ser éste un enredo porque, por ejemplo, la productividad en nuestro país ha subido en el último trimestre, mientras que los salarios han bajado un 1,4% (también es verdad que esa bajada se debe al recorte en los trabajadores públicos), y presumiblemente la productividad va a seguir incrementándose en los próximos años. Secundar esta fórmula de ligar sueldo a rendimiento podría ser, por qué no, beneficioso para el trabajador en muchos casos (si las empresas hacen bien sus encomiendas). Esto lo saben los empresarios, ya que fomentan y persiguen como patronos (obvia y legítimamente) esta productividad, y observan por ellos mismos, que se van cumpliendo los objetivos productivos marcados.

Por ello, los sindicatos se oponen frontal y radicalmente a esta propuesta, porque saben que cada cual defiende sus intereses particulares de grupo, y que no va a salir de la patronal una propuesta de mejora de las condiciones de vida de los trabajadores, así tan alegremente. Y es aquí donde puede estar el cepo del que hablaba antes, ya que las reglas del juego en nuestras sociedades, normalmente se definen y se acatan mediante una negociación.

Y en esta negociación, en la que una parte pide vincular salarios exclusivamente a la productividad y la otra defiende mantener la revisión únicamente a la inflación, es donde la patronal se haya podido adelantar estratégicamente (vislumbrando este movimiento y escenario), y tenga la intención de arrancar de los representantes de los trabajadores un acuerdo en que tengamos en cuenta tanto la inflación como la productividad. De este modo si sube demasiado la inflación, ligaríamos los sueldos a la productividad, y si fuésemos muy productivos, pues lo haríamos a la inflación (resumiendo burdamente).

Soy consciente que de alguna forma este planteamiento puede resultar pueril, ya que se supone que en la negociación, los sindicatos llevarán expertos (además de calculadoras) y que no firmarán frívolamente un acuerdo que perjudique a sus representados. Pero claro, como en la historia de las relaciones laborales casi siempre pierden los mismos, (sobre todo de un tiempo a esta parte), es por lo que pongo en énfasis en que la trampa pueda estar precisa y paradójicamente en el término medio.

En consecuencia, creo que se deberían dejar muy claras las formas de revisión salarial, y que los sindicatos deben defender un modelo concreto y sin medias tintas en este asunto, para que no se revisen los salarios a partir de ahora a conveniencia exclusiva del empleador. Esto, iría degradando el poder adquisitivo de la clase trabajadora (la inmensa mayoría, aunque le llamemos desde hace unas décadas clase media), y por consiguiente la dignidad en las condiciones de trabajo que tanto esfuerzo, sudor y sangre le ha costado conseguir al movimiento obrero.

Porque en realidad, dejémonos de moralinas, en la sociedad actual (de capitalismo especulativo) la dignidad de un trabajo se mide exclusivamente por el dinero con el que se remunera. Sino pregúntenles a quienes se prostituyen, y entenderán la diferencia entre el “todo por 15 pavos en el coche” y el “7000 euros más dietas de manutención”, siendo la misma tarea.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga

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La talla del PP y la negación del diálogo

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=55400

Esta semana ha sido puesto en evidencia que el PP no da la talla. Tras el acuerdo alcanzado por el Gobierno, patronal y sindicatos, se ha constatado que los de Rajoy no son, ni de lejos, una alternativa factible de gobierno en estas circunstancias. No hay nada peor para un sistema democrático que un partido con opciones reales de ganar las elecciones, que desprecia (y renuncia a) la herramienta fundamental de la democracia: el diálogo.

Antes incluso de que se institucionalizasen las democracias occidentales, las tertulias minoritarias “de salón” (en los sistemas de alternancia de partidos en el XIX) sirvieron de impulso para la democracia incipiente, ya que con tales tertulias, se quería profundizar en la idea de que los problemas (sean políticos o de la índole que sea) podían resolverse si se discutían y si se llegaba a acuerdos derivados de la negociación. Se planteaba este diálogo político y social como una forma más inteligente de solventar las diferencias, que el tradicional uso de la fuerza bruta.

Por eso es realmente grave que el PP no quiera siquiera sentarse a hablar (de nada), vaya a ser que se alcance un pacto medianamente útil, y aleje a los de Rajoy de La Moncloa. Y bien es verdad que esta actitud del principal partido de la oposición no parece abiertamente violenta, pero sí violenta al sistema mismo. En este sentido, el PP está usando su fuerza bruta de partido mayoritario para asfixiar los principios básicos de nuestro marco político. Este tipo de estrategias obstruccionistas del diálogo son características de partidos totalitarios que, en su día, fueron los que propiciaron las brutales dictaduras europeas del siglo XX.

Para que la concordia democrática funcione y no volvamos a dirimir nuestras diferencias a palos, es necesario la participación de las fuerzas políticas y sociales en todos los foros que atañen a los intereses ciudadanos, y sobre todo que tengan buena disposición para alcanzar pactos y acuerdos con vocación de superar las dificultades. Por ello, si una de las dos fuerzas mayoritarias se niega a participar, y a propiciar acuerdos sociales, está atacando la médula, la esencia misma del sistema y del espíritu democrático.

No sé si el pacto alcanzado por el Gobierno, sindicatos y empresarios es el más conveniente o no (tengo mis reservas y dudas), pero lo que sí creo es que para superar más cómodamente los problemas, es necesario que el partido que aglutina al menos el 30% de los votos en nuestro país, se moje y participe. Si al PP no le parece bien el acuerdo, que se sume al diálogo y presente sus propuestas y alternativas. Seguro que se discuten.

Si el PP no hace esto, está claramente boicoteando a su propio país. Inclusive la CEOE (antes dirigida por el nefasto Díaz Ferrán) se ha dado cuenta que hay que arrimar el hombro. Lo que pasa es que el PP ni siquiera tiene ideas que poner sobre la mesa, simplemente espera a que la Presidencia del Gobierno les caiga encima por la gracia de la crisis.

Para muestra evidente de lo que digo, la siguiente: este martes en la tele de Pedro J, el líder de la oposición (un tal Mariano Rajoy), no era capaz de explicarnos sus propuestas políticas y económicas (y balbuceaba como un niño), alegando que no entendía bien su propia letra. La frase “qué triste” se queda demasiado corta para comentar esta actuación estelar del barbudo opositor. Por ello, para que no se me acuse de bravucón, no diré nada más al respecto.

Volviendo a la idea principal de este artículo, la de trabajar con el diálogo para construir sociedad, quiero destacar, en contrapartida a la postura del PP, la talla moral de los sindicatos, que como CC.OO., a pesar de tener recurrido el decreto que recorta el salario de los trabajadores públicos unilateralmente, no se cierran al diálogo, y ponen sobre la mesa sus intereses y su fuerza social al servicio del país. Y lo hacen aunque sea lo difícil y lo que no les pide el cuerpo. Lo fácil es lo que hace el PP; pero como en muchas circunstancias en esta vida, lo más fácil es lo menos aconsejable. ¿Cuándo no nos queden espacios reales en los que dialogar y pactar nuestros modelos de sociedad, volveremos a las trincheras?

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga

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