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articulos de opinion

El obispo munilla miente. Trapicheo de la Iglesia Católica en la UMA

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/tribuna-libre/el-obispo-munilla-miente/

El señor Munilla, obispo católico de San Sebastián, engaña de la manera más vil y torticera cuando dice que la asignatura de religión está acosada. Parece mentira que uno de los mandamientos de su religión sea el de “no mentirás” porque, como dice la copla, miente más que parpadea. ¿Por qué este señor pone de víctima a la Iglesia Católica, cuando es precisamente está confesión religiosa la gran privilegiada del sistema educativo español?

Todo el mundo sabe que a los profesores de religión los nombran los obispos a dedo y que los pagamos todos, que la mayor parte de los colegios privados son católicos, y que todavía muchos crucifijos cuelgan de las paredes de numerosas aulas del país. Sin embargo, no voy a hablar de esto, sino que voy a sacar a la luz un desagradable episodio desconocido por la opinión pública, ocurrido en la Universidad de Málaga. Si Munilla quiere hablar de acoso, pues hablemos.

Las universidades en todo el continente estamos construyendo el Espacio Europeo de Educación Superior (el EEES). En este proceso de integración, ha habido que confeccionar nuevos planes de estudio de cada una de nuestras carreras, que antes de ser ofrecidos a la sociedad deben contar con el visto bueno de la ANECA, de acuerdo con los pactos firmados en Europa.

Europa recomienda que la Universidad pública no debe incorporar ‘didáctica de la religión católica’ en sus planes de estudio de Ciencias de la Educación. Por tanto, los nuevos planes de las carreras de educación de la Universidad de Málaga (UMA) prescindían de tales asignaturas (tal como recomiendan los acuerdos europeos sobre la materia), que impartían sacerdotes de la provincia (sin haber hecho las pertinentes oposiciones a profesor de universidad).

Hace unas semanas, con el nuevo plan de estudios de Ciencias de la Educación ya en marcha, se presentaron en la facultad de la UMA una delegación de sacerdotes, enviados por el obispo de Málaga, para presionar al decano para que incorporase de nuevo la enseñanza católica en las titulaciones. Aunque la propia facultad previamente acordó suprimir la religión de los planes de estudio, se convocó una Junta de Centro (órgano democrático de gobierno de las facultades, en el que están representados profesores, personal de administración y servicios y estudiantes) para tratar la petición de los curas.

El decanato de dicha facultad recibió una comunicación de la Rectora solicitando que se hiciesen los cambios oportunos para dar de nuevo cabida, contra la recomendación del EEES, a la religión. La Junta de Centro, rechazó por una holgada mayoría esa propuesta. A los pocos días, el decanato vuelve a recibir otra comunicación del rectorado en el que ya no se le pide, sino que se le obliga (apelando al dichoso Concordato) a restaurar la educación católica en la Universidad. Y así se ha hecho: La religión ha vuelto a la UMA de la forma más antidemocrática y autoritaria posible. Cuando no se tiene la razón no queda más remedio que recurrir a la fuerza, y poco debe tener de bueno una confesión religiosa que usa el Concordato y los cojones para conseguir sus objetivos particulares.

Señor Munilla y señores obispos: ¿Quién acosa a quién? Qué poder no tendrán ustedes, que son capaces de saltarse los procedimientos administrativos en un país democrático, que son capaces de echar a temblar a toda una rectora y son capaces de poner de rodillas a toda una comunidad educativa por imperativo legal.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga
www.alfonsocortes.com

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¿es justo acabar así con Bin Laden?

Artículo publicado en elplural.com
Enlace a texto completo: http://www.elplural.com/tribuna-libre/%c2%bfes-justo-acabar-asi-con-bin-laden/

No sé si se será justo o no (en términos emocionales) el asesinato de Bin Laden, pero el caso es que la justicia no ha intervenido, lo que evidentemente no lo hace justo desde el punto de vista jurídico y legal.

Mucha gente defiende que acabar con Bin Laden del modo que se ha hecho es mejor porque en todo caso, cualquier tribunal, lo hubiese condenado a muerte. Y total, si lo que importa es el fin, qué más dan las formas, qué más da asesinato que ajusticiamiento (recomiendo leer la definición de asesinar y de ajusticiar en el DRAE).

Este planteamiento, digamos que pueril,  no es aceptable porque no sirve para aplicar su lógica a casi ninguna de las disputas humanas: ¿que me han robado el coche? Como no es justo que me quede sin vehículo, pues robo otro. ¿Que el dueño de ese coche me pilla? Pues me revienta la cabeza y santas pascuas (ya le pillaré yo en otro momento y le meteré un tiro) ¿para qué meter a la puñetera justicia en nuestras vidas? Este argumento que no lleva más allá del desmembramiento social y del sin sentido, sólo puede ser defendido por tres tipos de personas: los iletrados, los niños, o los ideólogos de una nueva corriente ácrata que busca la desocialización del ser humano.

A pesar de que estoy escribiendo estas líneas, este asesinato no me coge por sorpresa. Todos los años les hablo a mis estudiantes de que existen las cloacas de los estados (que valoran lo viable independientemente de su legalidad), y que no es nuevo que las democracias no siempre usen el juego limpio. La diferencia, en este sentido, con otros regímenes políticos, es que las dictaduras, por ejemplo, nunca juegan limpio, y las democracias muchas veces sí.

Por ello, entendemos que la Democracia no es algo que se tenga, sino que es un ideal a perseguir, y que hacer democracia consiste en exigir y reivindicar los derechos y la justicia a diario, sin excepciones. Las excepciones son evidentemente soplos de totalitarismo, que hacen sentirse mejor a ese pequeño o gran dictador que casi todo el mundo tiene ancestralmente escondido.

¿Qué ha llevado a comportarse así a una de las primeras democracias del planeta? Mucha gente cree que a los EE.UU. le ha movido su sed de venganza y que han ejecutado a Bin Laden en caliente. Nada más lejos de la realidad. Los estados casi nunca actúan en caliente, y menos a los diez años de un acontecimiento. Lo que ha hecho EE.UU. es observar la partida y usar la tarjeta de hechos consumados en su turno.

Se podría haber apresado al líder de Al-Qaeda, eso es evidente, pero ¿qué se hace con él mientras se celebra el juicio? ¿Dónde se le juzga, en La Haya o en Washington? ¿qué hacer con todas las posibles manifestaciones en África y Asia pidiendo la liberación del saudí? (hay que apuntar que a EE.UU. ya no le interesa Europa sino Asia). Esta política de hechos consumados limita además las posibles maniobras de los demás actores políticos en el terreno de juego y proporciona a los EE.UU. una imagen de potencia indiscutible bajo el mensaje de “quien me toca, con la ley o sin ella, es hombre muerto”. En este sentido, desde el punto de vista estratégico, este asesinato puede ser muy conveniente, sin embargo, ética y jurídicamente no es nada recomendable.

Tampoco es aconsejable desde la pedagogía social de los actos políticos, ya que este suceso es un claro ejemplo a los ciudadanos de que saltarse la legalidad y los derechos funciona, que da popularidad al político y que mucha gente aplaude. No quiero decir que esto lleve al fascismo, pero sí que el germen de todo régimen totalitario ha sido la aspiración de acabar por la fuerza con algo que mucha gente consideraba un problema con el beneplácito de entusiasmados palmeros.

Por otro lado, la necesaria (estratégicamente hablando) publicidad que se ha hecho de este acontecimiento por parte de la administración estadounidense, tiene el efecto colateral de inocular la creciente sospecha de que los estados no son realmente escrupulosos en el respeto de los derechos de las personas, y que si es necesario van a emplear los atajos y triquiñuelas que necesiten para lograr sus objetivos (aunque sean justos).

En conclusión, no considero nada pertinente preguntarnos sobre si el mundo es más o menos seguro después de la eliminación de Bin Laden, puesto que la respuesta es evidente: el mundo sigue igual. Sin embargo, creo que es muy necesario que todos reflexionemos sobre la clásica relación entre lo justo y lo legal (ya que no siempre lo legal es justo, ni todo lo justo es legal), y que nos preguntemos si esta manera de acabar con Bin Laden fortalece o debilita nuestra confianza en la Democracia y en la posibilidad real de aspirar a un mundo diferente y mejor. Para mí, ese es el quid de la cuestión.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación Política y Sociedad en la Universidad de Málaga.
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Cuando faltan ideas…

artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/tribuna-libre/cuando-faltan-ideas%e2%80%a6/

El sistema democrático funciona cuando los distintos partidos políticos ponen sobre la mesa sus ideas, y tras el debate público, la ciudadanía elige qué propuestas deben ser desarrolladas. Cuando un partido político con claras opciones de gobernar, ante la falta de ideas y propuestas, recurre simplemente a la confrontación por la confrontación, está contribuyendo perversamente al descrédito e inoperancia del sistema democrático.

Esta parece ser la herramienta más útil del PP para ganar unas elecciones. Ya tuvieron que recurrir a una orquestación mediática contra Felipe González para poder ganar las elecciones de 1996, aunque sólo fuese por un puñado de votos. Es posible que González tuviese motivos para perder, pero eso no implica que el otro candidato mereciera ganar, y mucho menos, con juego sucio.

Esta cuestión de debilitar y quebrantar las reglas del juego, lejos de ser una anécdota en nuestra historia, es el único recurso, a la vista de cómo se están desarrollando los acontecimientos, que tiene el PP de cara a este período electoral. Siempre que a la derecha española le faltan ideas y le sobra ambición de gobernar, salen a la luz sus peores artes goebbelianas. Los tres ingredientes principales de estas artes son: la deslealtad en asuntos de Estado, la manipulación y la censura.

Son desleales con el país, porque es evidente que prefieren que nos vayan mal las cosas (poniendo palos en las ruedas de la lucha antiterrorista y de la recuperación económica de España) antes de que estos logros como país se desarrollen bajo mandato socialista.

Manipulan a la AVT para que convoque una manifestación contra el Gobierno legítimo y democrático del país, en lugar de contra la violencia etarra. Quieren hacer creer a sus bases que Zapatero es un aliado de ETA cuando en realidad ha demostrado ser uno de sus peores enemigos. Esto es de lo más inmoral que se puede hacer desde la política, y si las urnas no les ponen en su sitio (debido a esta coyuntura de crisis económica transfronteriza), indudablemente lo hará la historia.

Intentan recurrir a la censura amenazando a los periodistas que investigan la trama Gürtel con denunciarles. Ante tal genialidad del PP valenciano, a calle Génova 13 no le queda otra que desautorizar esta estrategia, no porque defiendan la verdad (todos los días se cagan en ella), sino porque saben que hoy día amedrantar a los periodistas se les vuelve en su contra (como ya experimentaron con la gestión informativa del Prestige o del 11-M).

Deslealtad, manipulación y censura, son por tanto las estrategias que el PP despliega en la arena política cuando no tienen ideas ni proyectos ilusionantes para ganar unas elecciones. Este modo de proceder es propio de los autoritarismos más rancios. ¿Significará por tanto un triunfo del mismo frente a la Democracia si ganan las elecciones? Lo que está claro es que ganar unas elecciones así, no es una fiesta para la Democracia.

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el poder invisible

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=57199

Al igual que una serie de cambios sociales, políticos y económicos desembocaron en el colapso y caída del Antiguo Régimen en 1789, actualmente estamos en el comienzo de un orden distinto, en el que principios políticos fundamentales como el de soberanía popular o el de competencias del Estado-nación, empiezan a ser inservibles en el mundo actual. Esto, en mi opinión, es el comienzo de una nueva era.

Tradicionalmente el poder (en todas su manifestaciones) ha tenido la necesidad de hacerse ver, de hacer ostentación de su posición de fuerza. En este sentido, vemos como los estados han hecho (y hacen) alarde de su potencia militar (en desfiles y otros actos) y de su omnipresencia a través de monedas, sellos y comunicación institucional. Las empresas han hecho lo propio construyendo rascacielos o saturando la televisión con sus mensajes publicitarios. Sin embargo, el gran poder actual, ese que pone de rodillas a los estados y a las personas, se nos torna difuso y se invisiviliza para poder ejercer su dominio. Esto marca un hito en la historia de la civilización, con visos de que se nos avecina una nueva forma de sociedad.

Para argumentar esta postura, pongamos el caso de Portugal (por reciente, pero es extrapolable a todos los países desarrollados). El poder invisible (a través de sus colaboradores más o menos evidentes) sugiere a nuestro vecino del oeste que lleve a cabo una serie de reformas económicas y sociales, ante lo cual, su primer ministro accede a materializar. Las reglas del juego actuales “obligan” a tramitar estas decisiones a través del parlamento del Estado-nación, para que en representación de la soberanía popular, acepte o no la propuesta. En estas reglas que se han quedado antiguas, las decisiones del parlamento de tal estado, deben ser respetadas (con sus aciertos y errores) por el resto de poderes, sean públicos, privados, nacionales o internaciones. Y esto es, la soberanía nacional.

A pesar de que el parlamento portugués ha desaprobado el paquete de medidas de José Sócrates (que se ha visto obligado a dimitir), el poder invisible sabe que al final Portugal deberá hacer lo que se le pide, sea por las buenas o por las malas. Se convocarán elecciones y habrá una nueva presidencia, que si no hace “lo que debe”, el país será intervenido.

¿Entonces para qué sirven los estados y el poder político como representantes de la soberanía popular en este escenario? Pues para poner cara (y llevarse las tortas) a las decisiones e intereses del poder real, y no para salvar la cara de los ciudadanos. Puede que muchos políticos no se sientan cómodos con esta situación, pero en este nuevo tablero de juego (delimitado básicamente por el desdibujamiento de las fronteras, la globalización de los intereses financieros y la complejidad social) les es imposible, atendiendo a las actuales estructuras, servir de contrapeso a estos nuevos poderes especulativos. Servir de contrapeso es una de las funciones para lo que en principio y en teoría (muy grosso modo) estaba diseñado el poder político desde la Revolución Francesa.

Con esta reflexión no quiero mostrar un pesimismo derrotista, sino todo lo contrario. Considero que se han abierto nuevas oportunidades, precisamente por ser un mundo en ebullición y cambio, para buscar nuevas formas de representar y defender los intereses de la sociedad civil.

Para ello, nos toca ahora a la ciudadanía (y por supuesto también necesitamos enormemente a los Políticos con mayúsculas) el implicarnos y fomentar la creación de los nuevos poderes cívicos del siglo XXI, porque las actuales estructuras parecen estar agotadas y no servir para lo que se crearon. Por su parte, el poder especulador ha completado, más o menos, su revolución de cara a los nuevos tiempos.

En consecuencia, creo que no son asumibles las posturas de muchos políticos (incluidas las declaraciones de Rajoy de esta semana) que defienden que hay que hacer esto que pide el poder especulativo, porque es mejor que lo hagan ellos mismos a que lo hagan los otros. ¿Por qué es mejor que las reformas las hagan Reino Unido, España o Portugal, aparentemente de motu propio cuando lo que queremos la gente es que no se hagan? Que lo expliquen.

Parece ser que este tipo de políticos no se dan cuenta de que lo que necesitamos como sociedad madura, es que se respeten nuestras decisiones (y que nuestros representantes las defiendan) y no que nos carguen con responsabilidades que no nos corresponden. ¿O es que quizás este tipo de políticos no nos consideran realmente ciudadanos mayores de edad?

Por tanto, está claro que necesitamos cambiar, pero hay que cambiar las estructuras y las formas de representación, así como reactivar (fundamentalmente) nuestro propio compromiso con nuestra propia realidad. ¿Acaso el cambio que necesita España es que gobierne Rajoy para profundizar en las exigencias de estos poderes invisibles? No nos engañemos, eso sería no sólo peor de lo mismo, sino hacerle el juego a esos poderes que no se ven a la luz del día.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga

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piso por deuda

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=56994

Esta semana vuelve a ponerse sobre la mesa la propuesta de reformar la Ley Hipotecaria española, para que en caso de que una persona no pueda pagar la hipoteca, la entrega de su vivienda al banco salde su deuda (incluso en muchas ocasiones la deuda es mucho menor que el valor del inmueble, para ponerle más bemoles). Y esto de piso por deuda, no sólo es justo y de lógica, sino que además goza de la aprobación mayoritaria de la opinión pública.

El poder político en tanto es la representación institucional de la ciudadanía, de la sociedad en su conjunto, debe atender a los intereses y necesidades de la mayor parte de la población, y no sólo (o sobre todo) de los intereses de los grupos de poder (que también son legítimos, pero no los únicos). Esto de mirar demasiado hacia los poderes fácticos, lo suelen hacer los gobiernos consolidados en el poder con el temor de no perder el equilibrio complejo que significa gobernar un país con la multiplicidad de intereses sociales que pueden ser superpuestos, convergentes o divergentes.

En muchas ocasiones los gobiernos pierden este equilibrio y caen al vacío debido a su cautela frente a los poderes fácticos, lo que provoca un distanciamiento con los ciudadanos que dejan de apoyar tal acción gobierno. Si un gobierno quiere mantener su equilibrio no debe dejar de atender al sentir mayoritario.

La política cuando es política de verdad consiste en la transformación de la sociedad, en cambiar sus leyes para tratar de hacerlas mejores, más justas y que reduzcan el sufrimiento que produce la violencia cultural y estructural (la pobreza, la marginación, el machismo son ejemplos de violencia cultural y estructural).

Soy consciente de que no es fácil, y que la dación (saldar la deuda con el banco entregando la vivienda hipotecada) probablemente cambiaría parte de las reglas del juego (quizás las hipotecas serían más caras y más difíciles de conseguir) desfavoreciendo la compra de viviendas, y favoreciendo un nuevo modelo basado en el alquiler.

Obvio es que cambiar las cosas no es tarea fácil. Pero que algo no sea fácil no es excusa válida para ningún gobierno, sea del color político que sea, y menos si es de izquierdas. Los asuntos políticos nunca son sencillos de solventar, pero es obligación de la política hacer posible lo que es justo aunque sea muy complicado desarrollarlo. Si desde la política no se toman estas iniciativas, la política y la gestión empresarial pasas a ser simplemente dos caras de la misma moneda.

Al igual que se tuvo la valentía y el coraje político de retirar tropas de Irak, con lo complicado que fue y la cantidad de frentes que se tuvieron que tapar, se podría y se debería indagar en la reforma de la ley hipotecaria. Ingredientes básicos para hacerlo son dos: voluntad política y sensibilidad social.

En mi opinión, este es una de los pocos cartuchos que le quedan al Gobierno para recuperar el pulso político.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga

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carta abierta a los obispos

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=56779

Estimados obispos:

En primer lugar, quiero advertir de que os voy a tutear (aunque no sea la costumbre y pueda parecer raro en una epístola de este tipo) porque vosotros habéis tenido la osadía previa de hablarme de tú sobre mis asuntos privados en el último video de la Conferencia Episcopal. Por tanto, os ruego que no os lo toméis a mal.

Es normal que la Iglesia Católica se posicione contra la eutanasia (defiendo y respeto vuestra libertad a expresaros sobre cualquier tema), pero lo que no es normal es que me queráis imponer, como si de una ley civil se tratase, vuestros puntos de vista sobre la moral humana. En mi opinión, el celibato (por poner un ejemplo) no es moralmente aceptable, y por consiguiente no lo practico. Pero como entiendo que es una decisión personal, no hago proselitismo para que vuestro clero se entregue a los placeres de la carne (muchos ya lo hacen sin que nadie les invite a ello). Sin embargo, vosotros siempre andáis empeñados en imponer vuestros preceptos morales al resto de la sociedad.

En vuestra última campaña, nos explicáis que no debemos apoyar la eutanasia porque nuestra vida no nos pertenece a nosotros, sino que es un préstamo de Dios, y que la enfermedad (y el sufrimiento) nos hace más humanos. Me parece estupendo que penséis eso, y que si os parece que el sufrimiento es virtud humana, sufrid vosotros todo lo que queráis hasta llegar al éxtasis del masoquismo, pero dejadme en paz, y no os metáis en mi vida. Aunque tengamos (por lo visto) confianza, vuestros asuntos morales y vuestra vida privada no me interesan en absoluto. ¿Por qué os fascina la mía?

El hecho de que se legalice la eutanasia no significa, señores obispos, que a todo enfermo se le induzca la muerte, sino que consiste en dar la posibilidad a las personas terminales a morir dignamente, si así lo desean. Como nadie me ha pedido el consentimiento para venir a este mundo, yo no tengo ninguna obligación a pedir permiso para abandonarlo si mis condiciones de vida son lamentables y sin viso de mejora. ¿Quiénes sois los obispos para decirme, en caso terminal y sin esperanzas, que aguante inútilmente en este mundo? Pues, con todo el respeto, vuestra institución no es absolutamente nadie para meterse en eso, porque es sencillamente mi decisión personal.

Señores obispos, me permito unas últimas discrepancias con vuestro discurso:

1. Lo que nos hace más humanos no es el sufrimiento, sino la alegría y el amor; estoy harto de vuestras doctrinas masoquistas. Permitidme que eduque a mis hijos en la alegría y en el placer de vivir y no en el dolor y el sufrimiento vital que predicáis.

2. En cuanto a la propiedad de mi vida os aclaro que es mía y, si acaso y por extensión, de quienes me quieren bien. De nadie más. Quizás las vuestras sean de Dios, pero os aseguro que la mía no.

Y 3. España no es un país de vuestra propiedad (bastante tenéis con El Vaticano), sino que es un espacio en el que tenemos que convivir todos. Dejad de fisgonear en lo que hago y pienso, cuando mis actos ni os perjudican ni os molestan. Compadezco enormemente a vuestros vecinos de planta.

Monseñores, os deseo un feliz día y aprovecho para enviaros un cordial saludo.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga

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hipocresía divina, divina hipocresía

artículo publicado en el plural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=56549

No corren buenos tiempos para la imagen de los políticos, y hay que reconocer que de este asunto los propios políticos tienen casi toda la responsabilidad. Pero estos señores del PP parecen estar agraciados con un don divino que les permite ser los más impostores del mundo, y al mismo tiempo recibir grandes recompensas por su divina hipocresía. Y apelo a la Hipocresía Divina por la evidente y constante relación entre los representantes de los conservadores españoles en Las Cortes y los representantes de Dios en La Tierra.

Es Hipocresía Divina que la Iglesia tenga su principal tentáculo y sucursal política en el PP, mientras manifiesta que Ella no se mete en política; y es divina hipocresía que el PP se quiera hacer pasar por laico cuando los ultracatólicos de Hazte Oír se jactan de hacerle el programa al partido de Rajoy.

Es Hipocresía Divina cuando la Iglesia condena la homosexualidad, mientras sus filas están llenas de homosexuales; y es divina hipocresía que el PP, después de todo el por saco que ha dado contra el matrimonio homosexual, llevando la cuestión incluso a los tribunales, hagan entrever que ellos mantendrán esta ley. El mismo Javier Gómez (líder gay del Partido Popular) dice que España está preparada para tener un presidente gay.

Es Hipocresía Divina que los obispos apelen a la moral revelada en los libros sagrados, mientras se pasan las enseñanzas cristianas por el forro todos los días; y es divina hipocresía que el PP denuncie los libros de Educación para la Ciudadanía tildándolos de partidistas (cuando en absoluto lo son), mientras subvenciona en Valencia (con dinero público) un libro que insulta y calumnia a los socialistas y a la izquierda.

Y simplificando, es una gran Hipocresía Divina dar la comunión a quienes tienen la divina hipocresía de llamarse cristianos y desearle el mal a Rubalcaba (como Curry Valenzuela), a quienes creen que la otra mejilla nunca es la suya propia, a quienes desean el infierno terrenal a los inmigrantes, y en conclusión, a quienes mienten más que parpadean.

Menos mal que no todo está perdido. Muestra de esto es que hay monjas proletarizadas (y con votos de pobreza como las hermanas cistercienses de Zaragoza) que no dejarán de rezar para salvar las almas de estos hijosdedios, al mismo tiempo que amasan un botín que oscila, según palabras del abogado de las sores, entre los 450 mil y el 1,5 millón de euros. Para que luego las malas lenguas digan que el reino de Dios no está en este mundo.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga

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golpes a la Democracia

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=56109

Aunque pueda parecerlo por el título de este artículo, en realidad no tengo ninguna intención de hablar del 23-F ni de establecer ningún tipo de paralelismo de la efeméride golpista con la actualidad. Lo que quiero inspirar es que la Democracia es algo que hay que cuidar y fomentar día a día, y qué más allá de propiciarle estos cuidados, lo que estamos haciendo con Ella (sin darnos cuenta, quizás) es golpearla desde distintos frentes. Estos frentes son, resumiendo, los siguientes:

El frente del individualismo, derivado de que no somos capaces de reconocer nuestros intereses de grupo (tiene mucho que ver el consumismo y sus resortes comunicativos), repercute en que cada vez más gente identifica como propios los intereses ajenos (por ejemplo, un profesor que confunde sus intereses con los de una petrolera). Fruto de esta distorsión, hemos perdido la conciencia de que realmente el desarrollo de la humanidad, se ha basado siempre en la cooperación y en el intercambio de conocimientos y experiencias entre las personas, y no en el sálvese quien pueda (o cada cual a lo suyo). Todo lo bueno que hemos construido los seres humanos (lo que realmente nos llena y nos llega adentro), ha necesitado y necesita (continuamente) el modesto granito de compromiso particular de cada uno de nosotros.

El frente del mercado, derivado del error de nuestros sistemas político-económicos de haber desarrollado en exceso el Mercado como centro y lógica de todo. Si la humanidad siempre hubiese tenido como referente la lógica especulativa actual, no se hubiese pisado la luna, no se hubiesen desarrollado las artes, y quizás ni siquiera existiría la civilización. El mercado es útil (no se puede negar), así como lo es por ejemplo el hígado para el cuerpo; pero un mercado hipertrofiado es igual de peligroso para el cuerpo social, que un hígado afectado por hepatitis para el cuerpo biológico, porque invade espacios de otros órganos vitales.

El frente de los partidos, es muy complejo, y va desde el atrincheramiento en las posturas políticas, hasta la benevolencia con la corrupción propia. Es evidente que donde existe una asociación de personas, existe el corrupto, pero es necesario que los partidos, como organizaciones que son, cierren el paso a los piratas, y sean capaces de dialogar y construir sociedad cooperativamente (dando ejemplo).

Por último, el frente de la inacción y desafección ciudadana (es el más importante porque es el resultado final de los anteriores, y cierra el círculo) hace que la gente no se implique políticamente, lo que en realidad tiene repercusiones políticas muy profundas, aunque suene contradictorio. Esto se traduce en que los espacios que dejamos las personas en el ámbito público, inevitablemente los ocupan otros actores (e intereses particulares), ya que el sistema social es incompatible con los vacíos.

Quienes se apropian de estos espacios sueltos que vamos desocupando, velarán y lucharán (lógica e incluso a veces legítimamente) por sus intereses y no por los nuestros. No se trata de ocupar la calle banalmente (como sugería el demagogo de González Pons) para pedir un sistema parlamentario que ya tenemos, sino de ocupar concienzudamente los espacios y responsabilidades que tenemos reconocidos por ley.

Lo más grave de todo es que de este modo y sin darnos cuenta, somos cómplices necesarios de esta realidad que permitimos y abominamos al mismo tiempo.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga

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la trampa de los salarios

artículo publicado en elplural.com
enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=55859

Los efectos de la crisis no dejan de cebarse, precisamente, con los colectivos sociales que no tienen ninguna responsabilidad en este desbarajuste económico y financiero en el que nos encontramos. Hemos pasado ya por una congelación de pensiones, por una bajada del salario de trabajadores públicos (incluidos trabajadores eventuales y becarios), y por una reforma laboral (y de las pensiones), entre otras cosas. Y ahora, los poderes económicos, con Merkel en el papel de arcángel-mensajero Gabriel, le quieren meter mano, en este afán insaciable de desposeer de todo bien terrenal a los asalariados, a los ya modestos y apretados sueldos de las personas honradas.

Piden y recomiendan que liguemos las revisiones salariales a la productividad de las empresas, mientras que los sindicatos defienden que tales revisiones se deben quedar como están: vinculadas exclusivamente a la inflación. Al final, tras la negociación entre sindicatos y patronal, y como una demostración de que ambas partes ceden, puede que se opte por un modelo mixto (quizás como el que tenemos los profesores universitarios a quienes los quinquenios y sexenios se nos conceden por productividad) que servirá, a fin de cuentas, para pagar siempre lo menos posible, e incluso bajar los sueldos a los trabajadores. Y ahí puede que se encuentre la trampa.

Y sospecho que puede ser éste un enredo porque, por ejemplo, la productividad en nuestro país ha subido en el último trimestre, mientras que los salarios han bajado un 1,4% (también es verdad que esa bajada se debe al recorte en los trabajadores públicos), y presumiblemente la productividad va a seguir incrementándose en los próximos años. Secundar esta fórmula de ligar sueldo a rendimiento podría ser, por qué no, beneficioso para el trabajador en muchos casos (si las empresas hacen bien sus encomiendas). Esto lo saben los empresarios, ya que fomentan y persiguen como patronos (obvia y legítimamente) esta productividad, y observan por ellos mismos, que se van cumpliendo los objetivos productivos marcados.

Por ello, los sindicatos se oponen frontal y radicalmente a esta propuesta, porque saben que cada cual defiende sus intereses particulares de grupo, y que no va a salir de la patronal una propuesta de mejora de las condiciones de vida de los trabajadores, así tan alegremente. Y es aquí donde puede estar el cepo del que hablaba antes, ya que las reglas del juego en nuestras sociedades, normalmente se definen y se acatan mediante una negociación.

Y en esta negociación, en la que una parte pide vincular salarios exclusivamente a la productividad y la otra defiende mantener la revisión únicamente a la inflación, es donde la patronal se haya podido adelantar estratégicamente (vislumbrando este movimiento y escenario), y tenga la intención de arrancar de los representantes de los trabajadores un acuerdo en que tengamos en cuenta tanto la inflación como la productividad. De este modo si sube demasiado la inflación, ligaríamos los sueldos a la productividad, y si fuésemos muy productivos, pues lo haríamos a la inflación (resumiendo burdamente).

Soy consciente que de alguna forma este planteamiento puede resultar pueril, ya que se supone que en la negociación, los sindicatos llevarán expertos (además de calculadoras) y que no firmarán frívolamente un acuerdo que perjudique a sus representados. Pero claro, como en la historia de las relaciones laborales casi siempre pierden los mismos, (sobre todo de un tiempo a esta parte), es por lo que pongo en énfasis en que la trampa pueda estar precisa y paradójicamente en el término medio.

En consecuencia, creo que se deberían dejar muy claras las formas de revisión salarial, y que los sindicatos deben defender un modelo concreto y sin medias tintas en este asunto, para que no se revisen los salarios a partir de ahora a conveniencia exclusiva del empleador. Esto, iría degradando el poder adquisitivo de la clase trabajadora (la inmensa mayoría, aunque le llamemos desde hace unas décadas clase media), y por consiguiente la dignidad en las condiciones de trabajo que tanto esfuerzo, sudor y sangre le ha costado conseguir al movimiento obrero.

Porque en realidad, dejémonos de moralinas, en la sociedad actual (de capitalismo especulativo) la dignidad de un trabajo se mide exclusivamente por el dinero con el que se remunera. Sino pregúntenles a quienes se prostituyen, y entenderán la diferencia entre el “todo por 15 pavos en el coche” y el “7000 euros más dietas de manutención”, siendo la misma tarea.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga

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Los cojones del cretino

articulo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=55626

Esta semana es noticia que un tipo de mi pueblo, propietario de un asador (al que no recomiendo ir por los malos humos que se respiran en el local), hace ostentación de pasarse la Ley Antitabaco por el forro. La actitud de este señor no es comprensible, y en mi opinión sólo caben dos explicaciones: o este señor está loco, o está apoyándole un grupo (político o económico) potente, que utiliza su caso como estrategia de presión política. ¿Se le ocurren otras explicaciones, teniendo en cuenta que la broma ya le puede costar 145.000 euros de multa y el cierre temporal de su negocio? A mí no.

Sin embargo, hay que mirar este asunto por encima de lo anecdótico y localista. En mi opinión, esta noticia representa una actitud política antidemocrática (porque fomenta la insumisión ante las leyes legítimas aprobadas en parlamentos), que desgraciadamente se está extendiendo en parte de la sociedad española, fomentada por ciertos políticos de la derecha.

Parece que hay que recordar a la gente que, en la vida en sociedad, o bien acatamos (aunque no nos gusten) las leyes que se aprueban legítimamente, y revertirlas (si no nos parecen adecuadas) por procedimientos democráticos e institucionales, u optamos por un sistema legislador de fuerza bruta, en el que los grupos sociales y políticos se enfrentan violentamente (y con sangre) para ver quién la tiene más grande y legislar a gusto. Eso sí, con la mitad del país oprimido. Y estas son las alternativas, sinceramente.

Donde realmente quiero llegar, es que me parecen muy graves muchas de las declaraciones y actitudes políticas del PP. No tengo pruebas, ni digo que el PP esté detrás del señor del asador, que quede claro, sino que nos topamos con demasiadas actuaciones y declaraciones (propias de la ultraderecha) del principal partido de la oposición, que pueden servir de ejemplo a extremistas o lunáticos imprudentes, como el caso del ya famoso hostelero marbellí, que pueden pensar «si esto que hago yo es lo que hace Aznar o Aguirre frente a las medidas sociatas, será que ese es el camino…»

Y a los datos me remito: Aznar en un acto público declara que la prohibición de conducir borracho es una tontería, y que nadie le tiene que decir a él cuántas copas de vino tiene que beber. Esperanza Aguirre en numerosas ocasiones ha dejado entrever que la ley la aplicará su comunidad como le venga a ella en gana, y en Valencia, los populares montaron un espectáculo anglosajón con la Educación para la Ciudadanía. Casos como estos sirven de ejemplo, no sólo a esta argumentación, sino también al comportamiento político de muchas personas que se sienten identificadas con las siglas de la gaviota.

Como vemos, estos líderes del PP hicieron en su día (y hacen) lo mismo que el propietario del asador ha hecho ahora: de su capa un sayo. Para velar por el cumplimiento de la ley está la Justicia, pero ¿Cómo hacemos los demócratas de siempre para que estas personas (demócratas conversos) entiendan el significado y funcionamiento de la democracia y la convivencia? Y digo esto porque está claro que si no queremos mandar el país a la mierda, la pedagogía política la tendrán (y tendremos) que hacer otros que no sean Aznar, Aguirre o el del asador.

Desgraciadamente vemos que hay cosas que persisten, y que seguimos teniendo en España una corriente de pensamiento político cretino, con muchos cojones y poca cabeza. Espero que ninguna persona de estas vuelva a hospedarse en La Moncloa. En nuestro voto está.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga

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