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esperanza aguirre

Los del PP reconocen que dicen barbaridades

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=47301

Estamos acostumbrados, desafortunadamente, a diarias salidas de tono e incongruencias y maldades por parte de los dirigentes del Partido Popular. Con frecuencia me quedaba la duda de contrastar si esas barbaridades eran fruto de la ignorancia o de la maldad, y si ellos eran conscientes del daño de sus declaraciones. Esta semana hemos confirmado, por boca de Esperancita Aguirre, que son realmente ruines y conscientes de sus acciones.

Ayer o anteayer, Rajoy propuso reducir el gasto electoral a la mínima expresión, y esta declaración ha pasado de puntillas por toda la prensa española, siendo en realidad de gran enjundia y profundidad. Y es tan central este asunto porque está estrechamente vinculado con la igualdad de oportunidades, y por tanto esta propuesta contribuye al debilitamiento de la propia democracia.

Aunque la igualdad no exista, ni se quiera conseguir una igualdad en términos de homogenización al estilo un mundo feliz, es fundamental en las democracias el sagrado principio de la igualdad de oportunidades. No todas las personas, por ejemplo, tienen el mismo talento y capacidad para desarrollar una determinada profesión, sin embargo, el Estado ha de garantizar y trabajar para que todos los niños tengan acceso al sistema educativo y puedan llegar hasta donde sus posibilidades le permitan, sin influir en ello el poder adquisitivo de sus padres. Esto es irrefutable desde la perspectiva democrática y casi todos estamos de acuerdo.

En esta misma línea, y volviendo al hilo central del artículo, tiene sentido que en una democracia y en tiempos electorales, el Estado apoye económicamente a los partidos políticos que quieren concurrir a las elecciones, para que compitan en igualdad de condiciones a pesar de sus distintas cuentas corrientes. En este momento convulso, Rajoy lanza la propuesta populista de reducir al mínimo los gastos electorales. No concretó de qué forma, pero en cualquier caso esta reducción ahondaría más aún las diferencias (más que evidentes e injustas) entre los partidos “ricos” y que se pueden pagar una gran campaña electoral y publicitaria, y los partidos “pobres” que no tienen ni para pipas, ni para un triste cartel.

Esto lo dice el PP porque sabe que aunque no recibiese ni un solo euro del estado, tendría la campaña electoral más vistosa de todos los partidos, ya que al PP le sobra el dinero y está apoyado por grandes empresas y por numerosos medios de comunicación. Para que una democracia funcione bien, todas las propuestas políticas deberían presentarse a los ciudadanos en igualdad de oportunidades, cosa que no hay que ser muy lúcidos para comprobar que no ha existido siquiera en estos 30 años de democracia. Imaginemos si encima se recortan estos gastos: el PP perpetuado en el poder, a modo dictatorial, con la apariencia vil de parlamentarismo, y controlando la mayor parte de los contenidos audiovisuales.

Esto es una auténtica barbaridad, y ellos lo saben, y parece que entre Rajoy y Aguirre compiten para ver quién de los dos dice la barbaridad más gorda. La propia Esperanza Aguirre, el pasado 1 de junio, se jactaba ante Rajoy (en el Congreso de la empresa Familiar, y gracias a un travieso micrófono abierto) de la siguiente forma: “hoy he dicho barbaridades” en alusión a sus críticas a Zapatero. Más grave aún que estas palabras bárbaras, es que los muy puñeteros saben lo que hacen, y ha quedado manifiesto.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación Política en la Universidad de Málaga

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No somos tontos, Esperanza

Artículo publicado en elplural.com. Para leerlo pinche en el siguiente enlace:
http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=42259

No es la primera vez que se lanzan mensajes a la ciudadanía de lo mal que funcionan los servicios públicos, por el hecho de ser públicos, y que si estuviesen en manos privadas funcionarían mejor. Estos discursos falsos suelen venir acompañados de una gestión política que trata de desprestigiar y perjudicar los propios servicios que gestiona. Es un truco muy viejo, que en esta ocasión nos viene de nuevo de la mano de Esperanza Aguirre. La intención es clara: privatizar la gestión de la Ley de Dependencia.

Como informó ayer este diario, la Comunidad de Madrid está a la cola en la aplicación de la Ley de Dependencia. Su presidenta, achaca esta deficiencia a la falta de funcionarios, y al mismo tiempo tiene la desfachatez de afirmar que si se privatiza la gestión del servicio, se solventarían los retrasos. Habría que apuntarle al oído que en Andalucía o en el País Vasco, la Ley se está aplicando satisfactoriamente y no está privatizada. ¿Tiene también Esperanza Aguirre algún familiar o amigo interesado en gestionar estos asuntos? No es una pregunta baladí, teniendo en cuenta sus amistades  gürtelianas  y  tamallazas.

Es oportuno, en este sentido, poner las cosas claras y que la ciudadanía elija, sin contaminación de intereses, qué modelos de gestión le convence más. Cuando un servicio público lo gestiona el Estado (en cualquiera de sus formas, nacional, autonómica o local) no pretende ganar dinero, simplemente prestar el servicio originado de un derecho reconocido y legislado. Sin embargo, cuando este servicio, derivado, no nos olvidemos, de un derecho reconocido oficialmente, lo gestiona una empresa privada, además de prestarlo, quiere necesariamente obtener beneficios por ello. Y todo el mundo lo comprende.

Por tanto, es obvio que si el ejercicio de un derecho (a fin de cuentas recibir el apoyo de la Ley de Dependencia es un derecho) pasa por manos privadas, nos costará más caro que si lo gestiona directamente el Estado, ya que a los gastos fijos habrá que sumarle los beneficios. Otra cosa distinta es que se necesiten diez personas en una administración concreta para hacer el trabajo de cuatro, pero si este fuese el caso de los funcionarios madrileños, eso es responsabilidad directa de Aguirre, que lo que debería hacer es propiciar la productividad y buen funcionamiento del sector público. A no ser que no le interese a la lideresa las condiciones de vida de los madrileños.

Insisto en que desde las Instituciones Públicas no se debe (vemos que poder si se puede) bajo ningún concepto debilitar o perjudicar lo público. Por ello, tenemos que exigir, a todos nuestros representantes políticos, que mejoren las condiciones y prestaciones sociales, que para eso les hemos votado (a no ser que seamos millonarios insensibles que votamos a mala leche), en lugar de aplaudir como ignorantes cuando quieren repartirse el pastel del presupuesto público entre sus amigotes. Esta estrategia, empleada hasta la saciedad por el PP, se confecciona continuamente bajo la excusa de una mejora privatizadora. Si tenemos esto claro, seguro que nos irá mucho mejor.

Alfonso Cortés González, profesor de Comunicación Política y Publicidad en la Universidad de Málaga.

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¿Qué más puede hacer el PP para llegar a La Moncloa?

Artículo publicado en elplural.com. Para Leerlo pinche aquí.

Es doloroso e inadmisible la agresión física contra el sr. Tertsch, como lo sería contra cualquier otra persona y por cualquier motivo. La violencia no tiene pretextos, no debería ser empleada contra nadie bajo ningún concepto, y menos aún sin juicio justo. Pero claro, el uso de la violencia nunca responde a satisfacer a la Justicia, sino a la venganza.

A todas las personas que negamos la violencia (quedan excluidas las que comulgan con la pena de muerte, por ejemplo) nos conmueve y denunciamos siempre este tipo de sucesos. Ahora bien, es improcedente que se quiera aprovechar la paliza que le han dado al propio Tertsch (y lamento que se esté metiendo el nombre de este señor, ahora víctima, en la agenda) para tratar de sacarle los colores al Gobierno. Eso, en el plano de los símbolos sociales, es una paliza a la inteligencia y a la propia democracia, ya que atenta contra dos pilares fundamentales del engranaje democrático (en la configuración de las opiniones públicas), como son la verdad y la honestidad.

Digo esto porque en Telemadrid se ha responsabilizado a Wyoming por la agresión contra Tertsch. Eso no sólo es grave e imprudente, sino que es mentira. Además puede contribuir a incendiar los ánimos, y atenta directa e injustificadamente contra el honor y la imagen de una persona, en este caso el presentador de El Intermedio. Más grave aún, aunque disfrazadas de Caperucita, son las palabras de Esperancita Aguirre, quien ha afirmado que “la actitud crítica de Tertsch contra el Gobierno no justifica una agresión”.

Estas palabras de la lideresa sí que son realmente peligrosas, comparadas con las sandeces de confesionario de Curry Valenzuela, porque dicen lo que parece que dicen, pero sin decirlo. De este modo la señora Aguirre está haciendo una trampa dialéctica, ya usada reiteradamente por la propaganda nazi y fascista que tantos réditos dio a Hitler y Mussolini, que consiste en unir un acontecimiento real con una suposición ficticia para debilitar al adversario. Vayamos por partes: Tertsch ha difundido opiniones críticas hacia el Gobierno (como las he vertido yo mismo en ocasiones), es cierto, pero no tienen porque ser el motivo por el que haya recibido esa paliza, y ni mucho menos Zapatero ha sido el que está detrás del siniestro asunto. Siguiendo esta presuposición, si a un periodista progresista le ocurre mañana algo parecido, deberíamos culpar al PP. Esto sería el comienzo de una espiral de violencia, y no es justo ni lícito que ningún político dentro de un sistema parlamentario pretenda encender esa mecha.

Es obvio el aprovechamiento político por parte del PP y su caverna de la agresión contra un compañero de filas para arremeter contra el Gobierno elegido por los españoles. La señora Aguirre podrá decir que nunca ha culpado al gobierno, y técnicamente es cierto, pero ella sabe que dejando caer que criticar al Gobierno no justifica una paliza, está poniendo sobre la mesa que se pueden recibir palos por criticar al Gobierno. José Bono, Presidente del Congreso, sí que encajó algunos golpes por ser del PSOE, y sí que estaba claro que eran simpatizantes del PP sus agresores, y sin embargo no se aprovechó esa situación, por responsabilidad política, para no incitar más violencia o sentimientos de rabia y odio entre la población. El PP está jugando con fuego, pero no ya con un mecherito, sino que parece que está trayendo la leña al fogón.

El partido de Rajoy está haciendo todo lo posible por arrebatar el poder al PSOE, incluso haciendo uso de la calumnia, la mentira y la intoxicación informativa. Calumniar, mentir e intoxicar son delitos tipificados en nuestra legislación. En esta tropa de conservadores hay personajes capaces de formular hipótesis sobre la vinculación de ZP en el 11-M o en la agresión contra Tertsch, e incluso no se sonrojan cuando se oponen al Paquete Telecom, cuando todos los diputados del PP lo han aprobado en el Parlamento Europeo. Sí aún así no son capaces de ganar las próximas elecciones, el único límite que les queda por traspasar para llegar a La Moncloa es el uso de las armas y la violencia. No sé si será capaz la justicia o la historia de hacerlo, pero este PP deberá algún día rendir cuentas por su actitud y pedir disculpas. Ojalá se pueda quedar sólo en eso antes de que sea demasiado tarde.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación Política y Publicidad en la Universidad de Málaga

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