alfonsocortes.es Rotating Header Image

garzon

Las malas artes del PP en nuestra monarquía bananera

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/2012/02/09/las-malas-artes-del-pp-en-nuestra-monarquia-bananera/

¿No se han fijado ustedes que hasta que el Gobierno actual del PP no publica en el BOE sus decisiones no sabemos nada del contenido de ellas? Eso significa que concienzuda y estratégicamente están obstruyendo la información pública sobre los asuntos que nos incumben a todos. Esto supone una grave merma en las reglas del juego democrático.

Si repasamos brevemente la acción de gobierno del gabinete de Rajoy hasta el momento, nos damos cuenta de que no hacen otra cosa que utilizar el poder que les ha sido otorgado democráticamente para pasarse la esencia de la Democracia por el sobaco.

Ser demócrata y creer en la democracia no significa sólo acceder al poder por medio de los votos, sino que hay que construir democracia día a día, explicando a los ciudadanos y medios de comunicación (a través de los cuales la ciudadanía accede mayoritariamente a la información política), cuáles son sus intenciones y planes de gobierno. Y esto está pensado así para que antes de que se publique oficialmente una ley o decreto en el BOE, la gente, los colectivos, las empresas y hasta mi vecino, el indolente del octavo, puedan tener la posibilidad de participar en la construcción de país, o por lo menos a opinar, y saber qué está pasando. Es decir, la democracia se hace día a día, no sólo con unas urnas de cristal cada cuatro años.

Sin embargo, lo que hace el PP es todo lo contrario. Por ejemplo, con el inquietante asunto de la Reforma Laboral salen todos los días en comparecencia pública, pero no dicen absolutamente nada, sólo hacen propaganda barata del tipo “vamos a hacer una reforma eficacísima contra todos los males”. Pero, ¿en qué consiste? Y ante tal pregunta ellos hacen mutis por el foro. Se retiran a sus aposentos y los vulgares mortales nos enteraremos de sus intenciones cuando  ya tengan el rango de ley. Una salvajada y un atropello a la ética política.

Esta manera de gobernar, no sólo quiebra las reglas del juego democrático en el cual las personas deben tener información de lo que ocurre, sino que es también una estrategia maquiavélica para desactivar a la necesaria oposición en un sistema parlamentario. Si los partidos de la oposición no tienen ningún tipo de información de lo que el Gobierno quiere hacer, no pueden discutir nada, no le pueden atacar o discrepar y por tanto ni siquiera pueden hacer sugerencias o plantear alternativas. Así, sólo nos queda comernos con patatas las decisiones, que muchas de ellas serán equivocadas por esta misma actitud soberbia y totalitaria, que a este santo gobierno le salga de las narices aplicar.

Y esto no sólo lo han hecho con la reforma laboral, sino con todo; absolutamente con todas las decisiones de gobierno desde que ganaron las elecciones: han suprimido las ayudas a las energía renovables por sus santos genitales; han cambiado los temarios de las oposiciones docentes y han fastidiado a miles de personas, por sus castos genitales; han cambiado el canon digital por dinero directo a la SGAE por sus inmaculados genitales;  y también, y por si fuera poco, han derribado la asignatura de educación para la ciudadanía por sus píos genitales.

En conclusión, creo que se puede afirmar, sin faltar un ápice a la verdad, que este Gobierno está haciendo mucho daño a la democracia. Los idiotas pensarán que lo único importante ahora es la economía, y que nos dejemos de democracias y demás leches, pero ¿qué será de la economía de cada uno de nosotros si los principios que rigen el país y el mundo no son democráticos?

Por si fuera poco, precisamente hoy se han cargado al juez Garzón. Es otro día triste, en el que este país se parece cada vez más a una monarquía bananera. Un reino de novela decimonónica donde hasta el yerno del rey se atreve a meter la mano en la cartera del plebeyo, al mismo tiempo que el juez que se ha atrevido a investigar a fondo la corrupción y el genocidio de Estado es condenado.

Mientras tanto, el  Gobierno de la nación gobierna tranquilamente con mano de hierro y palabra escondida. Bendito país el nuestro.

Alfonso Cortés González es vicedecano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Málaga y profesor de Comunicación de las Instituciones Públicas
www.alfonsocortes.com

Social Share Counters

La transición inmodélica y el caso Garzón

artículo de Vincenç Navarro publicado elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=45003

Cuando volví del exilio me sorprendió encontrar el mensaje tan generalizado (promovido por los establishments políticos y mediáticos del país) de que la transición de la dictadura a la democracia en España había sido modélica. Tal transición –se decía y continúa diciéndose- nos permitió pasar, sin mayores convulsiones, de una dictadura a una democracia homologable a cualquier otra democracia europea. Es más, algunos protagonistas de aquel proceso hablaron incluso de ruptura con aquel sistema dictatorial anterior, ruptura liderada por el Monarca que, aún habiendo sido nombrado por el Dictador, condujo el proceso hacia una monarquía constitucional, equiparable a otrs monarquías europeas.

Esta lectura idealizada de la transición continúa a pesar de que la evidencia que muestra que tal transición no fue modélica es extensa, clara y robusta. No sé si hubiera sido posible otro tipo de transición. Sobre ello no quiero pronunciarme, pero lo que sí está claro es que de modélica tuvo poco. Se hizo bajo el enorme dominio de las fuerzas conservadoras que había apoyado aquella dictadura y controlaban el aparato del Estado, desde la Monarquía al Ejército, pasando por la Judicatura. Ni que decir tiene, que las izquierdas, y muy en particular las movilizaciones populares (sobre todo de la clase trabajadora de las distintas naciones y pueblos de España) fueron determinantes en abrir aquel proceso iniciado por la Monarquía (cuyas propuestas iniciales de cambio eran claramente no democráticas). Franco murió en la cama, pero el régimen que lideró murió en la calle. Pero la abertura, que introdujo la democracia, se hizo en términos muy favorables a las fuerzas conservadoras que continuaron controlando el aparato del Estado.

Uno de los indicadores del dominio conservador en las culturas políticas y mediáticas del país, es que a aquel régimen dictatorial se le define erróneamente como franquista, indicando con ello que era un régimen caudillista, autoritario (aunque no totalitario), liderado por un General, y por unas élites supeditadas al Caudillo. Pero, aquel régimen fue mucho más que caudillista. Lo que se ignora o se oculta es que fue un régimen fascista, tal como he detallado en otro texto documentando como aquel régimen tuvo todas las características que definen a un estado fascista, (ver mi libro <i>Bienestar Insuficiente, Democracia incompleta</i>. De lo que no se habla en nuestro país. Premio de Ensayo Anagrama 2002). Tal régimen fue establecido predominantemente por una clase social (centrada en el mundo financiero y empresarial) que fue impuesto a la población española para defender sus intereses de clase frente a las conquistas sociales de la clase trabajadora (conseguidas por la vía democrática durante la II República). El régimen estuvo cohesionado por una ideología totalitaria y totalizante (que invadía todas las esferas del ser humano desde el sexo a la lengua hablada), dotada de un nacionalismo hispánico extremo, con claras connotaciones racistas (el día nacional se llamaba el día de la Raza) junto con un tipo de catolicismo enormemente reaccionario que promocionó al Caudillo como la mano de Dios.

El lenguaje que utilizamos no es neutro. Y el hecho de que se defina aquella dictadura como caudillista en lugar de fascista, responde a un proyecto político conservador exitoso. Diluye la enorme importancia que tuvo en la configuración de aquel régimen la clase dominante, que continúa teniendo una enorme influencia en la vida financiera, económica, política e incluso mediática del país, en un sistema democrático altamente insuficiente y limitado, basado en un estado dominado por personajes heredados del régimen anterior.

El mejor ejemplo de ello es lo que está pasando en el Tribunal Superior. El partido fascista –La Falange- está exitosamente llevando a los tribunales al único juez en España, el juez Garzón, que ha intentado llevar a los tribunales a las autoridades responsables de los enormes crímenes realizados por aquel régimen fascista (ayudando además a las familias de las más de 120.000 personas asesinadas y desaparecidas). Y el Tribunal Supremo, presidido por un juez que en su día juró lealtad al movimiento fascista (el Movimiento Nacional) ha aceptado el mérito de tal acusación, basándose en que el juez Garzón estaba violando la Ley de Amnistía que se hizo en la transición que, supuestamente, exculpaba a los responsables de los crímenes realizados por aquella dictadura. Y para mayor insulto, el juez miembro del Tribunal Supremo que dio luz verde al proceso de enjuiciamiento del Juez Garzón, es el magistrado Adolfo Prego, patrono de honor de la fundación de ultraderecha, Defensa de la Nación Española, que será el que redactará la sentencia final. Tal señor es promotor de los libros del mayor defensor del golpe militar fascista de 1936, Pío Moa.

Y es otro indicador del enorme poder de las derechas en España el hecho de que, con escasas excepciones, no haya habido una protesta masiva del establishment político y mediático del país al enjuiciamiento del juez Garzón. Todo lo contrario, el argumento de la independencia de la rama jurídica del estado se ha utilizado ampliamente (incluso por algunas voces como el alcalde socialista de Zaragoza, el Sr. Alberto Belloch), como una exigencia del sistema democrático, con lo cual se llega al absurdo de que no denunciar aquella situación –profundamente ofensiva para cualquier conciencia democrática- se presenta como una exigencia democrática. Esta actitud ignora u oculta el carácter antidemocrático de instituciones y personajes cuyos comportamientos están dañando e inhibiendo el pleno desarrollo de la democracia española. Es inimaginable que en cualquier otro país que hubiera sufrido el fascismo y el nazismo (Alemania e Italia, entre otros), existiera hoy una situación semejante, en la que el partido nazi (prohibido en Alemania) llevara al Tribunal Supremo (en el que hubiera varios miembros que juraron lealtad al nazismo, algunos de los cuales permanecieran todavía activos en causas heredadas del régimen nazi anterior), al único juez que hubiera llevado a los tribunales a los responsables de los horribles crímenes realizados por el nazismo. Y es inimaginable que el alcalde de cualquier ciudad alemana indicara que hay que respetar el orden judicial y dejar hacer a la justicia. Hablar de justicia en este contexto es una farsa.

Otro argumento que se ha utilizado para oponerse a la denuncia del Tribunal Supremo ha sido el de negar que sea un proceso político, tal como ha hecho Francesc de Carreras, Catedrático de Derecho Constitucional, en su columna semanal en <i>La Vanguardia</i>. Este autor basa su argumento de que el ajusticiamiento de Garzón no es una maniobra de las ultraderechas, en el hecho de que el juez instructor que inició el proceso de reconocer y admitir la querella del partido fascista fuera el juez Luciano Varela, un juez perteneciente a la asociación progresista Jueces para la Democracia, concluyendo con ello que el caso Garzón no es un caso político sino un caso de lecturas distintas de las funciones de la judicatura. El hecho de que Varela fuera progresista en su día es, sin embargo, irrelevante. Que el juez Varela, de conocida hostilidad hacia el juez Garzón, utilice una Corte, el Tribunal Supremo, con gran densidad de personas cuya sensibilidad política de ultraderecha favorece el resultado de la denuncia del Partido fascista –la Falange-, muestra un comportamiento oportunista que lo hace colaboracionista de tal instrumento fascista en su intento de eliminar a Garzón. Seguro que el juez Varela conoce la historia de nuestro país, que sabe qué representa la Falange (que asesinó a miles de españoles), y que conoce el olvido al cual han sido sometidas las víctimas de aquella horrible dictadura fascista. Y también seguro que sabe que el juez Garzón fue el único que intentó corregir esta situación. Olvidar todos estos hechos y anteponer sus propias antipatías personales a la necesidad de corregir tales entuertos, merece la denuncia y el desprecio de cualquier persona española que se considere demócrata.

En realidad, todos estos hechos muestran que la transición fue profundamente inmodélica, pues nos dejó una democracia muy incompleta en la que las derechas (de nula cultura democrática) están utilizando su control de instituciones claves del estado para continuar eliminando las voces democráticas que cuestionan su poder y su historia.

Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
Blog de Vicenç Navarro  

Social Share Counters

El Poder Judicial en España y el descrédito del sistema

Artículo publicado en elplural.com el 26 de marzo de 2009
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=44719

El TSJM (Tribunal Superior de Justicia de Madrid) ha anulado, con dos votos frente a uno, las escuchas ordenas por el juez Garzón como pruebas en el caso Gürtel. Esto demuestra que la Justicia, en muchas ocasiones, brilla por su ausencia en las decisiones de algunos de nuestros jueces, quienes deciden arbitrariamente entre el bien y el mal en función de sus filias y fobias. En realidad estamos ante un escándalo que nos da la medida de cuán necesaria es una reforma del Poder Judicial en nuestro país.

La búsqueda de la verdad en unos acontecimientos depende de que unos jueces, que juegan a ser parte al mismo tiempo, decidan cuáles son las reglas de juego ad hoc, y con ello qué pruebas aceptar y cuáles no. En este caso, si las escuchas inculpan a ciertas personas del PP no son pruebas válidas, y sobre todo si las ha ordenado un juez que ahora es perseguido por hacer bien su trabajo. Del mismo modo, mañana estos jueces podrían invalidar una grabación sobre un asesinato con los mismos argumentos empleados para inutilizar estas escuchas. Esto significa una pérdida total de la credibilidad en la Justicia, que acarrea algo más grave aún: el fracaso de la propia Democracia.

La Democracia, desde la filosofía política, queda dañada porque por encima de la vocación de Verdad y de Justicia parecen estar los juegos sucios de poder de las votaciones en los órganos judiciales, y al mismo tiempo, la Democracia, como hecho y sistema político de facto, también resulta deteriorada porque los ciudadanos observamos atónitos cómo los jueces toman decisiones partidistas, cuando nadie nos ha dado la oportunidad, siquiera, de colocar ninguna opción política en el Poder Judicial. La acción de los togados debería idealmente estar fuera del juego político, y ciertos jueces no hacen otra cosa que enseñar su plumero constante e impertinentemente.

Por ello, porque se les ve el plumero, y porque van a seguir tomando decisiones de carácter político, creo que es momento de plantearnos que los ciudadanos podamos votar a nuestros jueces, es decir, que tengamos derecho a elegir por sufragio qué tipo de Poder Judicial queremos. No nos merecemos que votemos unas líneas programáticas en las urnas, como el matrimonio homosexual, y que luego ciertos jueces, quieran abolir dicha ley. ¿Está el poder arbitrario de los jueces por encima del poder que emana de todos los españoles cuando ejercemos el derecho al voto? Pues me temo que sí, y desde tiempos remotos. Hace siglos que ciertas familias conservadoras llevan controlando la Justicia española. Y no es ninguna exageración. Por ello, quizás también deberíamos abrir la Constitución para corregir este Poder Judicial hipertrofiado e infalible, que empieza ya a plantearnos patologías políticas importantes.

Tenemos que tomar conciencia de que la Justicia es un Derecho Público, como lo es la Sanidad o la Educación, y que no nos debe ser ajena. En consecuencia hemos de
recuperar nuestra voz y nuestro espacio, y recordarles a ciertos jueces que los Palacios de Justicia no son sus cortijos particulares, ni escenarios de sus luchas partidistas, sino que son órganos que emanan del poder popular para buscar la Verdad y alcanzar la Justicia.

Esta situación urge ser corregida, y la reforma de la Justicia no consiste sólo en lo superficial de poner más ordenadores y contratar más personal ni mucho menos, sino que radica en cambiar su propia organización, su estructura y su funcionamiento dentro del orden constitucional.

Con unos jueces así (sean pocos o muchos) los ciudadanos nos sentimos defraudados, impotentes y perdemos la ilusión por el futuro: ¿para qué votamos y participamos en
la vida pública si luego el Poder Judicial, como si de un poder dictatorial se tratara, se toma la justicia por su mano? A estos jueces que toman estas decisiones no les gusta que hablemos en términos políticos de su actividad. Pues si quieren que no opinemos políticamente sobre ellos, que dejen de jugar a ser políticos fontaneros, que cuelguen su toga, y que se presenten con un programa a unas elecciones. Porque haciendo lo que están haciendo, invalidan su propio trabajo como jueces y desacreditan a la Democracia.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación Política y Publicidad en la Universidad de Málaga.

Social Share Counters