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crisis

La política del más o menos y la irresponsabilidad

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=52451

Esta semana Rajoy ha sorprendido, no por su habitual indeterminación y ambigüedad, sino porque por primera vez en su vida, ha dicho, más o menos, lo que quiere hacer si logra formar gobierno. Se ha mojado más en lo que haría con el matrimonio homosexual y la ley del aborto, y menos en la política económica y social.

Ha defendido que le gusta el modelo Cameron que está aplicando el premier británico, y que sería un ejemplo a seguir en España. Cuando se le pregunta si también despediría a 500.000 trabajadores públicos como en Gran Bretaña, con cierta apariencia de ignorancia osada, responde que no conoce el detalle del modelo de su admirado Cameron, cuando esos despidos son el titular destacado en toda la prensa internacional. Mariano empieza a decir lo que piensa, pero sólo más o menos, no vaya a ser que por equivocación, profundice alguna vez en el meollo de cualquier asunto.

Dice las cosas más o menos porque, cuando habla de las políticas de Cameron como modelo, escoge parcialmente algunas medidas, y deliberadamente esconde otras a sus electores. Por ello es conveniente preguntarle firmemente al señor Rajoy, qué sacrificios va a exigir a los españoles que no esté exigiendo férreamente ya el actual gobierno de Zapatero. Y que el señor Rajoy responda a esta pregunta es vital, ya que es charlatanería barata el vender un programa electoral, como está haciendo el PP desde la oposición, en el que con bajada de impuestos se recorte el déficit. Eso sólo se puede matemáticamente hacer (en la coyuntura económica actual) recortando brutalmente de todos sitios, incluida la sanidad y la educación, y a costa, claro está, de la calidad de vida de los habitantes de un país.

También es conveniente pedirle coherencia a Rajoy y los suyos, porque no se puede estar constantemente hablando de que quieren adelgazar el gasto de las Administraciones Públicas y luego, cuando el presidente Zapatero se reunió (es importante recordarlo) en 2009 con las Comunidades Autónomas para pactar una serie de recortes, fue Esperanza Aguirre la primera que se levantó de la mesa, y rompió las negociaciones. El PP se permite el lujo de ser tan incoherente e inconsistente ideológicamente porque su votante nunca le llama la atención y le exige responsabilidades, como si los Rajoy y Aguirre de cada día fueran infalibles y nunca errasen. Por su parte, cuando el PSOE se desvía (de manera intencionada o sobrevenida) de su programa electoral y de sus principios ideológicos, las urnas le dan un escarmiento.

El electorado del PP no suele castigar a su partido porque le falta coherencia ideológica y honestidad crítica hacia sus líderes políticos. Y esta actitud contribuye en gran parte a que el PP sea desgraciadamente como es. Por su parte, el votante progresista constantemente demuestra su desencanto y exigencia a sus representantes políticos dejándoles de votar. Este comportamiento del electorado español obliga a la izquierda a aprender constantemente de sus errores y a renovar sus discursos mientras estanca cómodamente a la derecha en un discurso idéntico y vacio por los siglos de los siglos.

Ahora bien, si el electorado conservador es incoherente y pueril, el progresista es puerilmente irresponsable, porque ante las adversidades (siendo la adversidad y el conflicto el medio ambiente natural de la izquierda, en tanto y en cuanto quiere transformar la sociedad haciéndola más justa y eso genera tensiones en distintos frentes), cuando llegan elecciones se quedan en su casa sin votar y sin tomar partido en la sociedad, en lugar de pedir de manera efectiva con el voto una manera de entender el mundo y contribuir a su construcción con este simple acto. Y esto ha pasado hace un par de días en EE.UU. también. Quiero decir que es muy sano, políticamente hablando, castigar electoralmente al partido que se ha votado, pero es al mismo tiempo muy peligroso no votar y dejar decidir a otros por mí.

En conclusión, mientras no cambiemos nuestra manera de entender la política, y nuestro nivel de exigencia y compromiso real con nuestras ideas y nuestros representantes de las mismas en los parlamentos, nuestros políticos, que salen de entre nosotros (no son de otro planeta ni de otra casta) seguirán siendo como constantemente nos quejamos: un reflejo de nosotros mismos. Es decir, del más o menos, o de achantarse ante las adversidades. ¿O acaso no nos damos cuenta de que entre todos construimos nuestro propio modelo social? La política del más o menos y la irresponsabilidad parecen ser dos rasgos de la manera contemporánea de vivir en sociedad.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga
www.alfonsocortes.com

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mafia empresarial y reformas necesarias I

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=51597

Añado al título eso de “I” porque, aunque no adquiera con ello el compromiso de hacerlo, se podrían escribir 365 artículos sobre este tema. Entendemos por mafia aquella organización con ánimo de lucro que, aunque pueda tener sus códigos de honor, hace no sólo una interpretación particular de la ley, sino que ejerce su propia ley. En este sentido existen muchas empresas que funcionan como mafias, ya que para aumentar sus beneficios se pasan por el forro la ley de nuestro país. Y lo hacen amedrentando, amenazando y jugando con el pan de los más débiles, que son, sobre todo, gente joven, padres y madres de familia e hipotecados.

Es terrible que en este país se trate tan mal a la gente joven y a los trabajadores. La juventud (con la que tengo el gusto de trabajar casi a diario) es gente extraordinaria, llena de ilusión y ganas de hacer muchas cosas. Sin embargo, su experiencia con empresas cuyos dueños son unos esclavizadores les hace perder la fe, las ganas y la ilusión en menos de tres años de experiencia profesional desde que abandonan la facultad.

No es justo que se trate así a nuestros hijos, a quienes por cierto, no le hemos pedido permiso para venir a este mundo viciado y que sin embargo están esperando impacientemente su turno para aportar su Trabajo (con mayúscula, ojo). Un país que es capaz de capar sus propias posibilidades de reinventarse en la próxima generación (porque lo necesita económica y socialmente), es un país podrido en mano de cuatro tiburones impresentables, que se aprovechan de que la inmensa mayoría no tienen ni su avaricia, ni su mala leche, ni su colmillo retorcidamente insaciable.

Este problema lleva años carcomiendo la moral de nuestros chicos (yo no tengo hijos de esa edad, pero sí fantásticos estudiantes que con tan sólo 25 años han perdido la ilusión en su empleo y en lo que puedan aportar a la sociedad), pero sólo de vez en cuando, a pesar de ser un tema vital, lo subimos a la agenda. El jueves aparecía en El País un reportaje al respecto titulado O firmaba la baja o no había contrato, y claro, cuando uno le pone cara y emociones a estas víctimas de la mafia de los díazferranes, el corazón se encoge y el cerebro estimula el cuerpo con dosis amargas de indignación. Recomiendo su lectura.

Por tanto, la reforma laboral y legislativa más urgente es acabar con estas mafias del empleo precario, y hacer que las empresas cumplan la ley. Que la cumplan pagando los impuestos que les corresponde, y que cumplan el Estatuto de los trabajadores y demás acuerdos. Y como no podemos pedirle esto directamente a este tipo de empresarios impresentables y tragaldabas, habrá que poner en marcha mecanismos y dispositivos para hacer que cumplan la ley. El argumento de que ellos arriesgan y crean empleo vale cuando cumplen la ley, cuando no la cumplen, están haciendo dinero ilegal e ilegítimamente, como hace el traficante de drogas.

Es evidente que cuando un trabajador no cumple su parte, la ley ampara al empresario y este lo puede despedir, abrirle un expediente o lo que sea. Sin embargo, ¿qué pasa cuando las empresas contratan precariamente a los jóvenes y no tan jóvenes? ¿Qué pasa cuando amenazan con el despido a mujeres ilusionadas con ser madres? ¿Qué pasa con el acoso laboral? ¿Qué pasa con los ataques a la libertad sindical? ¿Qué pasa cuando se quedan con parte del sueldo de sus currantes? ¿Qué pasa cuando no respetan los convenios ni los acuerdos? Pues pasa que se les considera socialmente empresarios en lugar de delincuentes, que es lo que realmente son quienes actúan así. Incluso unos cuantos capullos explotados por ellos mismos llegan a apostillar: “Si yo estuviese en su lugar haría lo mismo”. Qué repugnante, por no decir algo mucho más ofensivo.

Conozco muchos empresarios, y todos se jactan de que por cada 8 o 10 facturas sólo declaran una. Como en España somos así de permisivos al respecto, vienen incluso de otros países a comportarse de este modo: la semana pasada, cenando con empresarios ingleses y suecos, me comentaban que en nuestro país no sólo declaran menos de lo que facturan, sino que ellos cuando contratan servicios particulares, como por ejemplo, una reforma en su casa, al albañil le dicen: “Anda no me des factura, y te pago tanto en cash”. Yo, conociendo cómo funcionan en el norte de Europa me quedé de piedra, y ellos al verme tan sorprendido me dijeron algo así como “tío, no te rasgues las vestiduras, que eso no es cosa nuestra en realidad, que es vuestra cultura latina, y nosotros ya sabes… donde fueres haz lo que vieres”.

Es penoso y triste que nos vean así, y que vengan a España para comportarse así. Pero más grave aún es que podamos ser realmente así. ¿Para cuándo los partidos políticos introducirán en sus programas electorales la lucha contra el fraude fiscal y la impunidad empresarial? Con esto, acabaríamos con lo peor de la crisis.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación y Sociedad en la Universidad de Málaga
www.alfonsocortes.com

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Insultante hipocresía y egoísmo de los empresarios

Artículo publicado en elplural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=46820

El jueves a última hora se comunicó que el Gobierno aprobará un impuesto especial a las rentas más altas, que son aquellas que superan el millón de euros. También se está barajando la posibilidad de aumentar los impuestos a las grandes empresas. Ambas posibilidades me parecen muy oportunas y más justas que las decisiones tomadas por sorpresa la semana pasada, aunque la ministra Salgado debería aclarar si se va a actuar sobre la renta o sobre el patrimonio de estas fortunas (y de qué forma), ya que se está hablando de ambas cosas al mismo tiempo y son conceptos muy distintos. Hubiese tenido más lógica que las medidas contra el déficit hubiesen empezado por aquí, por el control del fraude fiscal y por la vuelta del impuesto al patrimonio, y no al contrario como se ha hecho, lo que evidencia una gestión gubernamental de la estrategia político-comunicativa torpe y pésima, por el daño causado a las vinculaciones emocionales con el electorado progresista, que es a quién se debe Zapatero en primer lugar, por ser sus votantes quienes le han aupado a la presidencia, y no los empresarios de la CEOE. Pero el caso es que en estas circunstancias lo que resulta escandalosamente ofensivo es la postura hipócrita, egoísta y antipatriota de la comparsa de Díaz Ferrán. ¿Qué podíamos esperar de estos vampiros con corbata?

Hace unos días en este mismo periódico, Gustavo Vidal publicaba un interesante artículo en el que comparaba a los nazis con los tiburones financieros, por el insaciable afán de poder de ambos. Igual que Hitler no se conformó con que las democracias occidentales cediesen ante su pretensión sobre los Sudetes, y prosiguió con su anhelo expansionista, los grandes capitales no se van a conformar sólo con estos grandes recortes sobre trabajadores y pensionistas, sino que querrán ir a por más sangre.

En este sentido, vimos como Díaz Ferrán alababa a Zapatero relamiéndose de gusto tras el anuncio de congelación de pensiones y de recorte de sueldo de los trabajadores del sector público. El nefasto presidente de la CEOE y sus secuaces ya se estaban frotando las manos y brindando en sus yates por los derroteros que podrían tomar las negociaciones de la reforma laboral en el sector privado, tras el ejemplo y precedente sentado en el sector público (tradicionalmente a la vanguardia en cuanto a derechos de los trabajadores).

En medio de este corto idilio entre la patronal y el Gobierno, Zapatero anuncia que ahora le toca aportar su grano de arena a los ricos, y ante esto los de Díaz Ferrán rugen y manifiestan que de ninguna manera, que ellos no quieren pagar nada, y que si se les toca sus maletines rebosantes de euros, vendría el decrecimiento. Eso es falso, ya que el crecimiento empresarial depende de la abundancia en los bolsillos de los trabajadores (que son los consumidores), y no de unos puntos arriba o abajo en impuestos. Lo que pasa que su codicia, egoísmo e hipocresía les ciega y no son capaces de ver la realidad racional y honestamente.

Son tan insaciables (al igual que los nazis, como apuntó Vidal) que no entienden que el esfuerzo debe ser acorde a las posibilidades (y por supuesto a las responsabilidades) de cada uno, y que hasta la fecha, ellos no han sufrido nada de nada esta crisis que ellos mismos han causado con su egoísmo y abusos. Los primeros que deben pagar el pato son precisamente ellos, los especuladores, la banca y todos estos empresarios que se han llevado estos años plusvalías calentitas (y no los currantes que mientras las empresas crecían un 25%, ellos cobraban la misma miseria).

Posteriormente, si con esas medidas dirigidas a los responsables de la crisis y a los más poderosos no se cubren estos gastos, ya se podría pedir el favor y el esfuerzo a otros segmentos sociales, los cuales conviene recordar, no tienen ninguna responsabilidad en esta crisis, como por ejemplo los trabajadores (sean públicos o privados). Eso sería lo justo, lo que pasa es que estos Díazferranes no saben siquiera lo que significan los términos de justicia, equidad y responsabilidad.

Pero eso tendría solución, y como sabemos que estos señores no van a volver a la escuela (si es que han asistido con vocación alguna vez), el Gobierno debería aplicar con ellos la misma disciplina que ha aplicado con los trabajadores, porque si no, el futuro que nos espera si ganan los de Rajoy las próximas elecciones es todavía peor, ya que el PP es un partido lleno de nostálgicos del franquismo, de corruptos y caraduras, y en su propia esencia es el brazo político de Díaz Ferrán. Hasta hace tan sólo una semana, Rajoy pedía medidas de recorte del gasto como las que ha adoptado el Gobierno, y una vez tomadas, se opone a ellas.

Si realmente han cambiado las tornas y ahora el PP, como ha afirmado cínicamente Cospedal, es el partido progresista y de los trabajadores, que se comprometan públicamente y copien su programa electoral al PSOE y a IU, y demuestren en sus Gobiernos Autonómicos como se las gastan contra el capital y los poderosos, y que Camps comience regalando sus trajes a medida a las familias del Cabanyal. Reflexionemos como ciudadanos activos sobre nuestros propios intereses, porque hay mucho en juego y ellos van a por todas. Parafraseando un anuncio de hace años de Caja Madrid: Ellos son más fuertes, pero nosotros somos más. No lo olvidemos.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación Política en la Universidad de Málaga

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Carta abierta a Zapatero

Publicado en el plural.com
Enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=46525

Señor Zapatero:

La semana pasada escribí en esta misma columna una carta abierta a Rajoy , en la que teniendo en cuenta el ideal de Estado del Bienestar (defendido en teoría por toda la socialdemocracia europea), le sugería que para combatir el asfixiante déficit tomase en consideración la posibilidad de aumentar los ingresos sociales, en lugar de recortar los gastos, ya que hacer pagar el déficit (acumulado por las tropelías de las empresas privadas y los mercados financieros especulativos) a los trabajadores (sean públicos o privados) no es sencillamente justo, aunque sea efectivo. Por cierto, conviene recordar que en tiempos de bonanza económica, en el sector privado se ganaba pasta a mansalva, mientras los trabajadores públicos tenían congelado su sueldo. En resumen, que ahora, lo que hace siete días le escribía a Rajoy, podría mandárselo a usted hoy. Esta carta la escribo por honestidad, por defender lo que siempre hemos defendido.

Sé que la decisión la tiene tomada, y que puede haberle resultado dolorosa (a tenor de sus declaraciones y compromisos en los últimos 6 años, en los que siempre nos aseguró que no se tocarían sus logros sociales a pesar de la crisis), pero sinceramente me ha cogido por sorpresa y no me esperaba de usted que cargase sobre los hombros y bolsillos de jubilados, carteros, conserjes, auxiliares administrativos, maestros y otros trabajadores del sector público los costes financieros de las travesuras de los más ricos del planeta.

Estamos de acuerdo en que hay que recortar el déficit, y que ello generará más confianzas en el mercado. La cuestión que diferencia a la izquierda y a la derecha actualmente es el cómo. Al final, usted ha hecho lo que manda la lógica conservadora: que los de abajo paguen la fiesta, vicios y excesos de los de arriba. Porque, un auxiliar administrativo es un funcionario, pero no es un alto funcionario, señor Zapatero, es un currante, al igual que un bombero o un empleado de banca. Entonces, ¿por qué tiene que pagar un policía, un cartero o un maestro de su bolsillo los números rojos de los compadres de Díaz Ferrán? La respuesta es sencilla: porque a este gato es mucho más fácil ponerle el cascabel. Pero que sea más fácil pagar menos a un currante del Estado que controlar el fraude fiscal (para recortar los gastos públicos, por ejemplo), no es sinónimo de que sea adecuado y mucho menos que sea más justo, sino todo lo contrario. Además, estas medidas, señor Zapatero, pueden contraer el consumo al afectar a más de 11 millones de personas, una gran parte de los cuales apenas superan los 1000 euros mensuales, y otros ni llegan.

En mi opinión, existe todo un abanico de medidas y posibilidades que podría (puede) haber elegido para combatir la diferencia negativa entre ingresos y gastos de las cuentas públicas. Repaso cinco, que sin ser economista, se presentan más justas para los ciudadanos y para el ideal socialdemócrata que las adoptadas por usted: la primera, sería recortar el gasto militar en Afganistán y en las otras misiones exteriores, así como la inversión en armamento. La segunda, volver a implantar el impuesto sobre el Patrimonio (suprimido en nuestro país). La tercera, aumentar los impuestos a las rentas más altas. La cuarta, no hacer medidas universales en el reparto de dinero público (dar 2500 euros a Botín y a Pepe el carnicero por el nacimiento de su hijo) sino repartir el dinero en función de las necesidades y poder adquisitivo de los ciudadanos, y la quinta, suprimir los cargos de confianza políticos, como por ejemplo la ex gerente del Palacio de Congresos de Málaga (nombrada por el popular Paco de la Torre) que cobraba 200.000 euros al año (el doble que usted). De este tipo de cargos quedan muchos en la geografía española.

La verdad, señor Zapatero, me siento defraudado por sus decisiones de esta semana. Creo que al final les ha fallado a miles de ciudadanos que confiaban en que usted bajo ningún pretexto les iba a abandonar a la lógica del mercado. La izquierda debe ser valiente aunque pragmática también porque pretende hacer este mundo más justo de lo que es. Si sólo es pragmática, simplemente se llama derecha.

Sin otro particular, señor presidente, le deseo un feliz día y aprovecho para mandarle un saludo.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación Política en la Universidad de Málaga

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¿Quién vigila a los vigilantes de los mercados financieros?

Artículo de Andrés Villena, publicado en Informativos Telecinco.
Enlace: http://www.telecinco.es/informativos/economia/noticia/100017424/Quien+vigila+a+los+vigilantes+de+los+mercados+financieros

La recuperación de la economía española no solo depende de nosotros. El enorme endeudamiento contraído por el Estado -un 11,4% de déficit público y un 56% de deuda, ambos sobre el PIB- ha provocado que las decisiones a tomar por parte del Gobierno de la nación dependan cada vez más de una serie de instituciones, mercados financieros y medios de comunicación enormemente influyentes. Uno de estos agentes son las denominadas agencias de ‘rating’ o de regulación.

Lunes, 12 de enero de 2009. La prestigiosa agencia de ‘rating’ Standard and Poors se plantea rebajar la calificación de la deuda española, desde la máxima nota, ‘AAA’, hasta un sobresaliente, ‘AA+’. El mero anuncio provoca que la bolsa española descienda casi un 2%. España no es un caso aislado: S&P, junto con Moody´s y Fitch -las tres empresas que se reparten el sector- llevan meses criticando duramente a las economías española, griega, portuguesa e italiana. La consecuencia principal es que los inversores ven menos atractiva la deuda emitida por estos países, por lo que le exigen mayor rentabilidad. El resultado, que un mecanismo tradicional de financiación estatal como es la deuda pública acaba saliendo a estos países mucho más caro.


Una preocupante dependencia

Este factor, junto con muchos otros -un editorial crítico del Financial Times con la situación griega, un informe de la Comisión Europea, etc.- provoca que los Gobiernos estén excesivamente pendientes de las opiniones de unas instituciones que no han sido elegidas por los ciudadanos y que pueden pesar más que una mayoría parlamentaria. Es preciso, por tanto, una aproximación al comportamiento y a las motivaciones empresariales de estas entidades, en particular, de las denominadas agencias de ‘rating’.

Las agencias de ‘rating’ o de regulación son empresas privadas cuya función es analizar, en base a modelos matemáticos complejos, la rentabilidad y el riesgo de los instrumentos financieros que empresas, instituciones o Gobiernos pretenden llevar a los mercados para financiar sus actividades. Entre estos instrumentos o productos nos encontramos con deuda pública soberana, pero también con lo que fuera la ‘última moda’ antes de la crisis: complejos paquetes financieros normalmente vinculados a hipotecas de dudoso cobro, también denominadas hipotecas ‘subprime’. Por estas agencias pasaron, de este modo, los letales virus de la crisis financiera y económica que vivimos en la actualidad con toda crudeza. Y no fueron eliminados, ni mucho menos.


El cliente siempre tiene la razón…

¿Cómo pudieron dejarlas pasar? Muchos expertos han reflexionado sobre este fenómeno y sus principales conclusiones señalan a algo obvio: «En sus calificaciones, estas agencias tienen altos incentivos; cuanto mejor ‘rating’, el cliente queda más satisfecho, y el volumen de negocio que han manejado con los productos estructurados ha sido enorme«, afirma Ángel Vilariño, Consultor internacional, ex Director Financiero de Caja Madrid y Profesor Universitario. No es casualidad, por tanto, que, como narraba un extenso artículo del Financial Times en mayo de 2007 -justo antes de la explosión de las hipotecas basura- «en muchas ocasiones, ejecutivos de S&P, Moody´s o Fitch acaban siendo fichados por Wall Street».

De este modo, no resulta difícil que estas agencias caigan en un conflicto de intereses con consecuencias definitivas en el clima de confianza y en los mercados. José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, lo explica con claridad: «Hay conflictos de intereses claros. No tratan precisamente igual a España y a EEUU ya que el volumen de negocio con EEUU es muy superior. Y esto se pone de manifiesto en el tema de la deuda pública: EEUU está infinitamente peor en materia de deuda y endeudamiento que España».


Una delgada línea roja

Cruzar la frontera entre el análisis y el asesoramiento es una tentación en la que puede caer cualquier entidad privada que pretenda maximizar beneficios, y más en época de ‘vacas gordas’. El negocio creado en torno a la calificación y la complejidad de los títulos emitidos hasta agosto de 2007 llevó sin duda a que estas agencias exhibieran un comportamiento generoso con sus principales clientes. José Carlos Díez nos pone un ejemplo gráfico: «Para que nos hagamos una idea, Lehman Brothers tenía una calificación de notable alto justo antes de su derrumbe en septiembre de 2008»

Más expresa era S&P en el mencionado artículo de Financial Times: «A nosotros nos pagan nuestros clientes; les explicamos nuestros criterios, y luego ellos pueden modificar o reestructurar sus productos para que encajen con nuestras pautas. No es asesoramiento, no hay nada perverso en esto». Eran tiempos felices.


¿Qué hacer con estas agencias?

Sabemos más o menos lo que ocurrió después: la caída de Lehman marcó un hito en la historia del capitalismo financiero globalizado. No obstante, la crisis no parece haber afectado a las agencias de ‘rating’, cuyas estimaciones siguen siendo muy tenidas en cuenta por inversores y mercados: «Hacen que aumente el riesgo en épocas de bonanza y que las crisis sean más acentuadas. El sector público tiene algo que decir», reflexiona José Carlos Díez.

De ahí que, en noviembre de 2009, la Unión Europea aprobara un reglamento para controlar el excesivo poder de estas empresas. Una normativa que entrará en vigor a final de año y que será aplicada en España por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). El objetivo no será otro que supervisar la independencia de estas entidades, cuidando de que no caigan en los conflictos de intereses anteriormente mencionados. ¿Será suficiente? Son muchos los intereses en juego: la crudeza de la crisis exige del resurgimiento de la política.

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Estoloarreglamosentretodos.org

Artículo de Eduardo Cholvis publicado en La Bitácora de Comunicación Política.
Enlace: http://compolitic.wordpress.com/2010/03/17/estoloarreglamosentretodos-org/

LOS PARTIDOS POLÍTICOS

Los últimos datos publicados por el Centro de Investigaciones Sociológicas no dejan lugar a dudas, ponen de manifiesto un grave deterioro de la percepción que de la política tienen los ciudadanos. Si no recuerdo mal, “los políticos” pasan a ser el “segundo problema” por detrás del paro y por delante del terrorismo. Esto ya es bastante grave. Plantearse la clase política en términos de problema tiene su miga, en tanto en cuanto la clase política está ahí para resolver problemas. El problema está en que los que resuelven problemas son un problema. Algo no va bien.

El desprestigio que sufre la clase política profesional es más evidente en época de crisis, como es el caso en estos momentos, pero creo que con independencia de este factor, la clase política y los partidos políticos cada vez se alejan más del ciudadano y sus preocupaciones, quedando sumidos en un limbo de luchas internas, choques de egos, promociones personales, carreras políticas en ciernes y, en definitiva,  de temas que poco o nada tienen que ver, o deberían tener, con su función prioritaria, que no es otra que la de ser eco de las necesidades de los ciudadanos. La sensación que tengo, y aún a riesgo de generalizar de forma peligrosa, es que en la vida de un político, un 40% de su tiempo lo dedica a desarrollar la tarea que conlleva el cargo y un 60% lo emplea en “maquinaciones” orientadas a su autopromoción interna, a asegurarse un sitio en la foto, a evitar que le hagan sombra, etc. Evidentemente creo que esto no ocurre con la misma intensidad en todos los niveles. Es en la política local donde tengo la sensación que este fenómeno se da con mayor intensidad y de forma casi cainita, se “toca a degüello”. Conforme vamos subiendo de nivel, regional, nacional, si bien no creo que la cosa cambie mucho en cuanto al  fondo, si puede plantearse un cambio sustancial en las formas.

Esto en cuanto a la vida interna de los partidos. Si hablamos de cómo es la mecánica de relaciones entre partidos la cosa no pinta mejor. A veces parecen, solo parecen, un poco infantiles, chavales en el patio del colegio echándose en cara las mayores nimiedades; ¿Es razonable que desde el PSOE se plantee la deslealtad del PP como el principal problema que tiene España? ¿Es razonable que la oposición se oponga sistemáticamente a todo por principio? Sinceramente no me parece serio. Creo que este país necesita de un discurso político un poco más elevado, aunque puede que simplemente sea una estrategia, una forma de que ciertos mensajes calen entre el electorado, desde la base, utilizando un lenguaje simple o más bien simplón. “Nosotros” lo hacemos todo bien y “ellos” lo hacen todo mal. Estadísticamente imposible.

No podemos pasar por alto que hay muchos políticos que desarrollan su tarea de forma ejemplar, que dan el doscientos por cien, que solo viven por y para su trabajo, pero no es menos cierto que hay una gran cantidad de ellos que tienen más interés por sus intereses personales, y no hablo de intereses económicos, no hablo de corrupción -que también-, hablo de conseguir cuota de poder, de estar cuanto más arriba mejor, de adquirir notoriedad social, de acostumbrarse a “lo bueno”. En definitiva de todo aquello que implica pertenecer a la “clase” política, de todo aquello que conlleva ser ciudadano de primera, cuando de lo que se trata es de ser un ciudadano al servicio de los ciudadanos. Sin más.

En realidad, puede que esta desafección hacia la política que manifiesta la mayoría de los españoles, sea consecuencia de una mala comunicación por parte de los partidos, o sea consecuencia del tratamiento que los medios hacen del día a día político, o simplemente se deba a que en realidad hay mar de fondo.

EL VOTANTE

Qué fue primero, la gallina o el huevo. ¿Dejamos de interesarnos por la política como consecuencia del hartazgo que la política provocaba en nosotros o, directamente, no somos capaces de comprometernos más con la realidad social y política de nuestro país? Sinceramente creo que la respuesta correcta la podemos encontrar en los dos enunciados. Nos gusta quejarnos, nos gusta criticar, nos gusta poner a parir, pero somos incapaces de emplear parte de nuestro sagrado tiempo en acciones que redunden en beneficio de la comunidad. Es cierto que para muchos, afiliarse a un partido lleva implícita la sensación de tener que acabar comulgando con ruedas de molino. A mi me pasa. No parece que el funcionamiento interno de los partidos sea el más democrático de los funcionamientos. Pero también lo es que las cosas se arreglan desde dentro, que para cambiar algo hay que ocupar espacios que te permitan desarrollar acciones que tengan repercusión, ya sean partidos políticos, ONG, asociaciones, plataformas, foros, lo que sea. Eso es algo que se le puede echar en cara a gran parte de la sociedad española, entre la cual me incluyo. No somos lo suficientemente proactivos.

LOS GOBIERNOS

Se gobierna pensando en las elecciones. Actualmente no hay valentía en nuestros gobernantes. No se han acometido los cambios estructurales necesarios por miedo a perder votos. Se gobierna a favor de la corriente. La crisis nos está machacando y es cierto que ha sido una crisis sobrevenida, que no tiene un origen interno. Pero nos ha pillado con los deberes sin hacer. Hemos basado nuestro desarrollo prácticamente en un único modelo productivo, el de la construcción, y alrededor de él hemos crecido al 3% durante bastante tiempo. La envidia de Europa. Pero en cuanto la crisis nos ha golpeado, todo se ha desmoronado con especial virulencia y se nos han acabado viendo las vergüenzas. Como reza el dicho, “pusimos todos los huevos en la misma cesta”.

A nuestros gobernantes debemos exigirles la capacidad de prevenir, de anticiparse. En ellos depositamos nuestra confianza y son ellos los que deben asumir esa tarea. No hay escusa para que un país soporte una tasa de paro de un veintitantos por ciento. Había que haber reaccionado antes, había que haberlo visto venir. En definitiva ha sido la crónica de una muerte anunciada. Gobernar a favor de la corriente es fácil. El buen gobernador ha de tomar medidas impopulares si con ello se garantiza la estabilidad de un país y ha de tomarlas en el momento preciso, aunque se pierdan las siguientes elecciones. Con valentía.

Y hablo de gobiernos en plural, porque no hay que buscar responsabilidades solo en los gobiernos de Rodríguez Zapatero, sino que con los gobiernos de Aznar comenzamos a deslizarnos por una peligrosa ola que acabó rompiendo de mala manera.  En tiempos de bonanza nadie tuvo visión de futuro, nadie tuvo la cordura necesaria para contener la euforia del crecimiento desmedido que experimentamos y comenzar a plantear  alternativas “por si” el viento cambiaba. Nadie hablaba de innovación y desarrollo, nadie hablaba de energías renovables. Fueron momentos en los que se tenía la capacidad de invertir en estos campos. Nadie lo hizo. Y como digo, todos estos gobiernos han sido responsables, no de la crisis, pero sí de las graves secuelas que está dejando.

Ahora tenemos prisas. Todos los cambios que demandaban un país y una sociedad como la española se quieren hacer de golpe. ¿Cómo se puede cambiar de modelo productivo en tan poco tiempo? ¿Cómo nos inventamos un país de la noche a la mañana? Me temo que a España le va a costar muchísimo tiempo levantar cabeza y tener capacidad generadora de empleo para los más de 4.000.000 de personas que se han quedado sin trabajo. Espeluznante.

EN DEFINITIVA

Creo que nadie ha estado a la altura de las circunstancias. No durante la época de bonanza, en la que todos nos endeudamos por encima de nuestras posibilidades, espoleados por los bancos y los créditos inverosímiles que nos ofrecían –quién los pillase ahora-; en la que los empresarios no entendían bien lo que quería decir la palabra inversión, o los términos I+D, y sin embargo mantenían unas cuentas de resultados en plena forma y tenían más que contentos a sus accionistas. Y esto si hablamos de los empresarios con ética. Los que desconocían este término sabían ingeniárselas para pagar la menor cantidad posible de impuestos ayudados por asesores financieros y abogados que les diseñaban complejas tramas de evasión fiscal, ¿responsabilidad social corporativa?

Tampoco los sindicatos han estado a la altura. No desde el momento en que muestran un nivel tan alto de connivencia con los gobiernos de turno. ¿Qué ha sido de los sindicatos? ¿no deberían revisar su papel en la sociedad actual? Sinceramente opino que se están quedando obsoletos, que han dejado de ejercer el papel que se les supone  y que necesitan adaptarse a los tiempos, renovarse y volver a ser lo que en otro tiempo fueron, una palanca sobre la que la sociedad aplicaba su fuerza para generar nuevos espacios.

Por supuesto, nadie ha estado a la altura de las circunstancias cuando la crisis ha barrido de un plumazo nuestro “way of life”. Ni el gobierno, ni la oposición, ni los bancos, ni los agentes sociales, y en este caso, al ciudadano de a pié, lo disculpamos, porque poco o nada puede hacer ante lo que se le avecina, o sí,  y no es otra cosa que tener confianza, lo que parece que es mucho pedir, pero que al fin y al cabo puede que sea el elemento que necesitamos para superar todas las dificultades que se nos van a plantear. Bajo esta premisa nos dicen que “estoloarreglamosentretodos.org”, aunque yo hubiera utilizado como eslogan para la campaña algo así como “estoloarreglamosconlapuntadel….org”, que queda mucho más potente y transmite una intensa sensación de confianza absoluta en nuestras posibilidades.

En definitiva, hemos pasado por años de crecimiento y esplendor, hemos vivido como nunca, pero hemos vivido demasiado el momento y toda esa riqueza generada durante estos años la hemos dilapidado de forma vergonzante. Ha sido la época del pan para hoy y hambre para mañana.

Eduardo Cholvis Pedraza.

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Funcionarios públicos y sueldos congelados

artículo publicado en elplural.com
enlace: http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=43838

En 1956, Dolores Medio escribió “Funcionario público”, novela desgarrada donde se narran las penurias de Pablo Marín, funcionario atado a un sueldo mísero que malvivía en un cuartucho junto a su mujer.

Tras las décadas siguientes de desarrollo, la figura del empleado público casi indigente, trasunto del cesante de novelón galdosiano, fue poco a poco hundiéndose en el olvido.

Pero en los últimos días, la cloaca política y mediática neoliberal ha babeado de placer ante los ecos de una posible congelación salarial a los funcionarios. Sin embargo, nada sería más injusto que pasar la factura de la crisis a este colectivo.
Así, en los momentos de hervor económico y ladrillazo, un encofrador podía duplicar el sueldo de un Técnico Superior de la Administración, y para conseguir que un albañil viniera a casa había, poco menos, que apuntarse en una lista de espera y cruzar los dedos.

Mientras los funcionarios perdían poder adquisitivo y realizaban malabarismos contables con el sueldo, miles de paletos de eructo, puti club y caspa montaban una constructora y juntaban billetes de quinientos euros como cromos. Legiones de jóvenes abandonaban los estudios y dejaban sus libros escolares criando polvo mientras se pavoneaban en coches refulgentes… ¿los funcionarios? Unos “pringaos, hombre, unos “pringaos”… ¿para qué estudiar?, ¿para qué invertir?, ¿para qué innovar?…

“España va bien”.
Y mientras tantos celebraban sus ganancias entre cubatas, risas, rayas de coca y “España va bien”, miles de hombres y mujeres habían inmolado sus mejores años junto a una taza de café cargado, un flexo y un temario de oposiciones. Con los codos clavados en una mesa, viendo la vida desfilar a través del claroscuro de un ventanal, a la espera del momento crucial y temible de los exámenes.

Pues bien, ahora resulta que, según los neoliberales, los efectos de aquellos excesos han de pagarlos los “privilegiados funcionarios”, precisamente el colectivo que apenas se benefició del auge económico y que, por supuesto, no provocó la crisis.
Según ese planteamiento no pidamos cuenta a las entidades bancarias que prestaron dinero sin las debidas garantías. No pensemos que las ganancias obscenas de la especulación acabaron en paraísos fiscales. No indaguemos en ayuntamientos y comunidades que dilapidaron millones encargando obras absurdas que enriquecieron a empresarios. No, no… todo esto que lo paguen los funcionarios.

Sí, los funcionarios, aquellos “pringaos” durante los años del falso esplendor económico. Sí, el juez que sacrificó como poco cinco años en una oposición terrorífica (aparte de los cinco de carrera) para ganar menos que muchos fontaneros. Sí, los miles de opositores que hubieron de recurrir al Lexatín, el policía que se juega la vida por mil quinientos euros mensuales, el auxiliar que no gana más de novecientos… ¡resulta que estos han de pagar la crisis y son unos “privilegiados”!

Y todavía el funcionariado español no se ha mentalizado que todas las ideas de congelación salarial y ataque a lo público responden a la sobrecogedora ofensiva de la derecha ultraliberal, que ha sustituido a la derecha “de toda la vida” y que presiona con una fuerza devastadora acoquinando a muchos gobiernos de izquierda que, contra su sentir, han de plegarse a estas medidas.

Pero los funcionarios españoles, en una suerte de suicidio colectivo, votan masivamente a la derecha actual. Y esta derecha neoliberal odia lo público. La doctrina ultraliberal es muy simple: que unos pocos se apropien y aprovechen del esfuerzo y trabajo de la mayoría. En la más genuina línea de Esperanza Aguirre y su entrega de los servicios públicos a codiciosas manos privadas.

En este sentido, que un funcionario votase a la derecha “de toda la vida” podía entenderlo, pero que vote a la actual derecha, la neoliberal, me parece tan esperpéntico como que Emilio Botín se afiliara al Partido Comunista Revolucionario.

Gustavo Vidal Manzanares es jurista y escritor

Blog de Gustavo Vidal Manzanares

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El PP es un problema de España

http://www.koinovacance.org/blog/?m=200803

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Artículo publicado en elplural.com
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Ayer por la mañana, Elena Valenciano, la secretaria de Política Internacional y Cooperación del PSOE, tuvo un pequeño desliz en el debate que mantuvo con Esteban González Pons, en la SER, cuando dijo que “el PP es el problema de España”. Pons quiso aprovechar, de forma victimista, este lapsus linguae, pero Valenciano rápidamente corrigió y prosiguió el debate en torno a la crisis económica, y la anécdota quedó en nada. Por supuesto que es exagerado afirmar que el PP es el problema de España, pero no es nada descabellado sustituir el artículo determinado por uno indeterminado, para sostener que el PP es un problema de España. Entre otros, más o menos graves, pero problema al fin y al cabo.

El PP es un problema porque extralimita su misión de partido opositor, para adentrarse en el trabajo de un partido boicoteador, que se niega a arrimar el hombro contra esta crisis, de la que parece estar aliado. Todo esto lo hace para poder ganar las elecciones, perjudicando a miles de españoles que están sufriendo esta situación. Ellos saben que cuanto peor vayan las cosas en nuestro país, mejor para sus estimaciones de voto, porque cada vez está más claro que Rajoy no es alternativa a nada, salvo a la desesperación más extrema.

El PP es un problema porque es capaz de mancillar y perjudicar la imagen de España en el extranjero, lo que trae consigo el miedo de los inversores y de los capitales, sabiendo que no hay nada más cobarde que el dinero.

El PP es un problema porque no contribuye a la cohesión territorial de nuestro país, fomentando notables desigualdades entre comunidades autónomas, cuando torpedean la ley de dependencia, y cuando se niegan a la distribución de ordenadores entre escolares, por poner dos ejemplos.

El PP es un problema porque en lugar de luchar contra su corrupción, hace como ciertas confesiones religiosas: premia, encubre y apoya a sus corruptos.

Es asombroso e incluso cómico, cuando no paranoide, que el Partido Popular (el de la conspiración del 11-M) hable de teoría de la conspiración cuando sencillamente describimos su actitud miserable contra los intereses de los españoles. De conspiración contra los de Rajoy nada hay, simplemente tenemos que repasar los discursos y las acciones públicas y notorias del PP, para comprobar cómo son.

También es cierto que por ser como es este PP, hace que el PSOE tenga un problema al sentirse cómodo con la situación descrita, ya que es beneficioso para los socialistas esta actitud pepera a la hora de movilizar el voto útil contra la derecha cavernaria, y se crea por tanto, este círculo vicioso en el que parece que estamos atrapados. En medio este berenjenal, el PP pide elecciones anticipadas, ya que corren el riesgo de que más adelante vayan las cosas mejor (que seguramente irán), y la ilusión transitoria de Rajoy de habitar La Moncloa se disipe para siempre. La irresponsabilidad del PP es otro problema de España.

En conclusión, aunque no sea el único, y quizás tampoco el más grave, es evidente que el PP es un problema de España que da muchos problemas.

Alfonso Cortés González es profesor de Comunicación Política y Publicidad en la Universidad de Málaga

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Alakrana: ¡Misión cumplida!

articulo publicado en elplural.com. Para leerlo pinche aquí.

En todos estos días no he querido hablar sobre el asunto del Alakrana, porque cualquiera que tenga unos conocimientos mínimos de defensa (cosa que le falta a casi todo el PP), sabrá que en los momentos de crisis de este tipo, cualquier comentario mal medido puede favorecer al enemigo o perjudicar las posibilidades de éxito. Ayer, sin embargo, fue un día feliz. Se terminaban los interminables días de secuestro de los marineros del Alakrana. Por ello, se puede afirmar, sin ningún tipo de reservas, aquello del “misión cumplida”. A pesar de la estrategia de intoxicación al respecto que está llevando a cabo el Partido Popular, no sólo podemos afirmar que se ha cumplido la misión, sino que se ha cumplido extraordinariamente bien.
Fijémonos que el principal objetivo y deseo era recuperar a todos nuestros compatriotas sanos y salvos. Y se ha cumplido, mientras que en otros rescates, como en el caso de yate francés Tanit, hubo muertos (el patrón del barco y dos piratas) y se le consideró un éxito por parte del PP. Por esa regla de tres el caso <i>Alakrana</i> es doblemente un éxito, porque todos están vivos.

Para conseguir el objetivo de que regresase toda la tripulación, dentro de este juego negociador, se disponían de tres factores/herramientas fundamentales en el repertorio: la liberación de los dos piratas detenidos en España por un lado, el dinero por otro y también, como en cualquier operación militar, el uso de la fuerza. En efecto, como el Gobierno tenía claro que lo último que quería era víctimas mortales, el uso de la fuerza debía ser descartado en esta fase. Por tanto nos quedaban dos recursos para liberar a los nuestros: el dinero y el canje de prisioneros. Finalmente tampoco ha habido que forzar el aparato del Estado para liberar a los dos piratas, por lo que la operación <i>Alakrana</i> ya es triplemente un éxito.

El Partido Popular, que lleva algunos años demostrando que es el partido político más antiespañol que existe (por los perjuicios que provoca a España en sus asuntos de Estado, y por la imagen que pretende dar sobre nuestro gobierno en el exterior), quiere sacar rédito político de esta afortunada operación, diciendo que el Gobierno se ha doblegado y que ha pagado. En este sentido, pido que el PP sea claro y que justifique su postura y que aclarare, si para el partido de Rajoy y sus secuaces es más importante la vida de los ciudadanos o un puñado de euros, y qué es lo que hubiese hecho él. Yo al respecto no tengo ninguna duda, y al parecer tampoco la tiene el Gobierno. Ahora bien, el desembolso del rescate no excluye la posibilidad de acciones militares y jurídicas a posteriori, pero eso ya es otra discusión de la que se hablará.

Por tanto, el Gobierno en este asunto no sólo lo ha hecho muy bien, sino que lo ha hecho mejor que Sarkozy ya que no hemos tenido que lamentar la terrible muerte de nadie. Francamente da tranquilidad que en casos como este, nuestro gobierno se preocupe en primer lugar por la vida de sus ciudadanos, y que luego ya hable de dinero y otras chorradas, ya que ¿tendrá cualquier Gobierno en realidad misión más importante que proteger la vida de las personas y su bienestar? Si me pongo en el lugar de cualquier marinero prefiero con los ojos cerrados una operación como la que he llevado el Gobierno, que una acción salvapatrias y fanfarrona del PP, que hubiese pensado muy poco en mi vida, y en lo que significa para mi familia. Porque si un gobierno manda primero la fuerza, yo podría morir, y además movilizar soldados y usar munición también cuesta mucho dinero.

Alfonso Cortés González, es profesor de Comunicación Política y Publicidad en la Universidad de Málaga

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