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elplural.com

¿Es Güemes un fascista?

 Artículo publicado en elplural. Para leerlo pinche aquí.

Ayer leímos que un consejero de Esperancita Aguirre, con aspecto de niño pijo recién licenciado disfrazado de político con corbata, un tal Güemes, ha afirmado en la propia web del PP que “un gay es un homosexual con estudios que, haciendo uso de sus conocimientos, consigue prebendas políticas y subvenciones”, entre otras lindezas que parecen sacadas de la época de la Inquisición, y que por ser tan ignorantes y estúpidas no tengo siquiera ganas de reproducir en esta columna.

El caso es que después de toda esta polémica, el Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid recula (borrando la sección ‘el progresí’ del blog pepero) y lanza un comunicado afirmando que las definiciones no eran suyas, que simplemente las colgaban sus seguidores. En caso de que esto sea verdad, no sería del todo justo, por tanto, atribuirle a este tipo la autoría y la total responsabilidad de tales afirmaciones fascistas, pero claro, lo que en cualquier caso parece verdad es que los autores de tales atentados a la razón y la convivencia pacífica son fieles seguidores suyos, o del PP en cualquier caso y además estos insultos estaban alojados en la propia web del partido. Y esto por algo será.

Me explico: ¿se imaginan a los seguidores del Madrid gritando visca el Barça o a los ecologistas defendiendo la contaminación? Claro que no. Por el contrario estamos desgraciadamente acostumbrados a ver a simpatizantes del PP que dicen estas cosas, que insultan, que se mofan de quienes no piensan como ellos, o que incluso llegan a pegar con palos (como hicieron con Bono hace unos años).

En este sentido lo que sí es problemático, y responsabilidad de este Partido Popular, es no haber sido capaz de hacer pedagogía política y social, y haber fomentado de muchas formas esta ideología, directamente fascista, entre parte de sus simpatizantes, simplemente con el objetivo de debilitar a sus adversarios políticos, y sin advertir, en un continuo acto de soberana irresponsabilidad, de los problemas que puede acarrearnos a todos una masa de votantes de extrema derecha integrados en un partido de gobierno y de sistema.

Este es por tanto un problema también para el propio Partido Popular ya que en caso de ganar las elecciones, debería hacer algunos gestos y satisfacer a ese grupo de electorado ultra que le ha venido apoyando en los últimos años. ¿O quizás no?

Alfonso Cortés González, Profesor de Comunicación Política y Publicidad en la Universidad de Málaga

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La conexión PP-Berlusconi y la destrucción de la democracia

Artículo publicado en elplural.com. para leerlo pinche aquí.

¿Qué intereses comunes tendrán el Partido Popular y Berlusconi? El caso es que ayer miércoles el PP votó en el Parlamento Europeo en contra del pluralismo informativo y a favor de la concentración de medios que ostenta su amiguito Silvio en Italia. Al igual que Javier Arenas alardeaba, no hace mucho tiempo, de que el modelo de comunidad autónoma que quería para Andalucía era el valenciano, es para aterrorizarse el que los populares quieran el modelo de país berlusconiano para España. Sería la gürtelización de toda la sociedad y el mamoneo generalizado. 
 

Es realmente problemático que la democracia, y su juego de votos y votaciones, se utilice para conseguir o mantener situaciones injustas, cuando la principal meta de la democracia, en sentido ideal, es la Justicia. En este caso, se ha utilizado la democracia para mantener intacto a Berlusconi, pero también la han usado los populares para tratar de lavar sus casos de corrupción y vergüenza, absolviendo mediáticamente «por mandato popular» a algunos de sus presuntos mangantes más famosos, cuando esa es tarea de los jueces.

La cuestión es que éste es un uso perverso de la democracia, que debe utilizarse en sentido contrario, es decir, tenemos que aprovechar la democracia para propiciar la transparencia, la pluralidad, los derechos civiles y la igualdad para así ir pasito a pasito hacia el ideal de Justicia. Cuando un político (como Berlusconi) consigue que se acuerde en un parlamento su inmunidad, o el Partido Popular consigue que un candidato suyo a la alcaldía gane las elecciones, son hechos completamente antidemocráticos por muchos votos que tengan. También la Alemania del 33 votó a Hitler, y eso tampoco serviría para limpiar la imagen del dictador. Quiero decir con esto que la democracia parlamentaria no es la panacea ni la vacuna contra todos los males, y que lo que se debe hacer desde la responsabilidad (cosa que le falta totalmente al PP) es trabajar para hacerla más sólida y más de verdad, y esto empieza por una información veraz y de calidad.

Esto me lleva a dos interrogantes básicos: ¿Qué valor moral (políticamente hablando) tiene el voto de una persona que ha votado en función de información falsa? Como por ejemplo cuando votan a un candidato imputado por corrupción creyendo que está sufriendo una persecución política de orientación judeo-masónica, o no identificando, en otros muchos casos, claramente sus intereses con los intereses que defiende su partido favorito. Por otro lado, ¿qué valor moral tienen las acciones políticas, en una democracia, cuando trabajan para destruirla?

Y es que cuando conseguimos aupar de nuevo a las alcaldías a impresentables, estamos destruyendo democracia. Cuando blindamos a un político para que no pueda ser investigado, estamos destruyendo democracia. Cuando se favorece la concentración de medios y se bloquea la pluralidad informativa, estamos destruyendo democracia. Cuando se destituye pero no se destituye a un político sospechoso, estamos también destruyendo democracia. Por tanto, debemos tener cuidado por que la historia y sus procesos no son lineales, y no todo lo que se consigue permanece ad infinitum, sino que cabe la posibilidad de que exista una regresión política cuando no somos lo suficientemente responsables y exigentes con nuestros representantes políticos.

Es verdad que el camino se hace andando y se demuestra con lo que los partidos votan en los parlamentos y en los plenos municipales. Este Partido Popular con sus gürteles y sus malas junteras internacionales demuestra cada día cuáles son sus objetivos reales.

Alfonso Cortés González, profesor de Comunicación Política y Publicidad en la Universidad de Málaga

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Con la comida no se juega

Artículo publicado en elplural.com
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La Comisión Nacional de la Competencia acaba de multar con 1,3 millones de euros al sector de la alimentación en nuestro país por el aumento injustificado de los precios en 2007 (es la tercera multa en lo que va de año). Generalmente este tipo de prácticas inmorales y depredadoras resultan impunes, por eso creo que es conveniente tratar este tema y tomar conciencia de estos abusos.

Esta serie de multas comenzó a principios de este mismo mes con una sanción de 100.000 euros a la interprofesional de los productores de huevos. El expediente encontró su secuela en otra boleta al sector de los pollos y el pan, para desembocar en esta última multa millonaria para Federación Española de Industrias de la Alimentación y Bebidas (FIAB).

Uno de los más graves problemas del capitalismo es que cualquier servicio, e incluso derecho civil, es susceptible de ser objeto de mercadeo, es decir, que se puede hacer dinero, y mucho, con ello. Y esto no es una afirmación vacua o demagógica ya que existen personas que se hacen ricas a costa de la salud (y la salud es un derecho fundamental), otras que se montan en el dólar proporcionándonos un techo (otro derecho, en este caso a una vivienda), otras con la educación de nuestros hijos, y otras que se lucran excesivamente por culpa de nuestro vicio burgués de comer tres veces al día. Y sólo por poner cuatro ejemplos, mientras al mismo tiempo millones de personas se mueren de hambre por culpa de estos mismos negocios.

Lo de especular con el hambre de las personas es terrible, y más terrible todavía cuando los estómagos de los afectados se encuentran en países de Asia, África o América Latina. Las multinacionales han especulado y lo siguen haciendo con el bien más preciado de los más pobres: la comida. No debemos olvidarnos, por cierto, de cómo se ha venido jugando en la bolsa con alimentos básicos como el maíz, la soja o el arroz, lo que deja a miles de familias en ayunas porque ya no pueden llevarse un pedazo de pan a la boca. Los bancos, partícipes de primera mano en casi todos los fregados, como entidades financiadoras o incluso comercializadoras, ofrecían (y siguen haciéndolo) fondos de inversión en los que se especula con estos alimentos, lo que repercute en que los pobres deben pagar más y más por su comida.

Los factores en juego son muchos, y podemos nombrar algunos como el propio principio de libre mercado, los subsidios a la producción agrícola en los países ricos, los fondos de inversión o la especulación con el biodiesel. El caso es que en 2007, hablando de realidades, los países pobres se tuvieron que gastar más de 38.000 millones de dólares en la compra de cereales, el doble que el año anterior. ¿Puede usted aguantar una subida del 100% en el precio de su alimento?

Ante estos abusos de poder y egoísmo exacerbado debemos rebelarnos, exigir que se legisle al respecto, no contratar este tipo de fondos de inversión, denunciar estas situaciones, y aplaudir cuando se toman estas medidas sancionadoras. Da igual que estemos en Chilón, Ulán Bator o Pamplona que con la comida no se debe jugar.

Alfonso Cortés González, profesor de Comunicación Política y Publicidad en la Universidad de Málaga

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Cagarros y cigarros (La jugada, quizás, puede no salirles tan mal)

Artículo publicado en elplural.com. Para leerlo pinche aquí.

Hemos vuelto a sentir por enésima vez una gran repulsión ante la penúltima estratagema de manipulación informativa del Ciudadano Kane español, Pedro J. Ramírez. Esta vez ha querido engañar a la sociedad española con unas imágenes de la pobreza en los años de Aznar (concretamente del año 2000), diciendo que es la consecuencia de la política económica de Zapatero. Este señor, cuando hace estas cosas, tiene de periodista lo que un verdugo tiene de médico forense. En estas líneas se argumentará por qué.

En las facultades de comunicación se enseña que hay que contar la verdad, que es un derecho el tener una información veraz y una obligación de los periodistas el proporcionarla. Por otra parte, cómo es lógico, también se estudia las formas de manipulación informativa, como la descontextualización, el sesgo a la hora de elegir contertulios, etc. Por su parte, en las facultades de medicina se enseña filosofía de la medicina, deontología, y que la medicina debe proporcionar bienestar y dignidad a las personas. También por otra parte, un médico adquiere colateralmente conocimientos suficientes para matar con facilidad, pero no lo hace.

Un médico, que se dedica a no curar adecuadamente, a drogar sin control a sus pacientes para aprovecharse de ellos, o a darles la muerte mental, no se le puede considerar, ni se le considera, médico, por mucho título universitario que tenga. Se le puede llamar verdugo, matón, carnicero, asesino, etc. Entonces, ¿por qué a un periodista que intoxica, que falsea la realidad, que se aprovecha de sus audiencias cautivas se le sigue denominando como tal? ¿Qué nombre deberíamos ponerles a estos individuos que hacen terrorismo informativo? Deberíamos reflexionar sobre ello.

Creemos que con hablar y destapar estas acciones de propaganda bélica queda resuelto el asunto, que el medio que manipula pierde credibilidad, y que por tanto les ha salido mal la jugada. Sin embargo la cuestión no es tan simple. En primer lugar, las audiencias son fraccionadas, y es lógico que no todo el mundo lee los mismos periódicos, sino que eligen qué medios leen, ven y escuchan en función de sus afinidades.

En consecuencia, existe la posibilidad, y en realidad más alta de lo que pensamos, de que la jugada les salga bien. Pensemos que la mayor parte de la gente que idolotra a talibanes como Jiménez Losantos, o ven Intereconomía, no siguen ni El Intermedio ni leen El Plural, por poner ejemplos, y por tanto no han sabido que esto era un montaje burdo. Y por si fuera poco, en el mejor de los casos, se hayan enterado de lo que estamos hablando, de que Wyoming ha destapado el fraude informativo del documental, simplemente no lo creerán, y como pasa con la trama Gürtel, estas audiencias cautivas del PP pensarán (porque son sistemáticamente inducidas a ello) de manera conspiranoide, creyendo que todo ésto es un montaje de sociatas, comunistas y masones.

Ciertamente la situación es muy complicada, y aparte de hacer mucha pedagogía social para no mandar todo al garete, hay que ir a los tribunales, y estos medios deben reconocer en sus espacios, a sus audiencias, y por orden judicial (de lo contrario ellos dicen «lo va a decir tu tía») que han mentido y han manipulado con tales objetivos concretos. Cuando esto no se hace, no se está garantizando el derecho a una información veraz.

Está claro: cuando una tienda te vende un cagarro en lugar de un cigarro, (por más que se parezcan fonéticamente ambos artículos de lujo) está cometiendo un delito, y debe responder por ello, e indemnizar al damnificado. Por tanto, es obvio que cuando un medio, ya sea el de Pedro J, o la COPE, o el que fuera, venden cagarros que desgraciadamente muchos se fuman, deben dar cuentas a la justicia y a la sociedad por ello. De lo contrario, creo que no nos damos cuenta hasta qué punto estos señores con corbata se están cargando a pedradas hertzianas la democracia.

Alfonso Cortés González, profesor de Comunicación Política y Publicidad en la Universidad de Málaga

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